¿Peña Nieto o Trump?
De verdad es más creíble la palabra del mandatario estadunidense, Donald Trump, que lo que diga el presidente Enrique Peña Nieto? Al parecer, por las redes sociales, sí: casi nadie se atreve a omitir un visto bueno para el protagonista de aquella casita blanca que tanto escándalo armó y lo condenó para siempre en la sociedad mexicana. Pero tampoco las tiene todas Donald Trump: los medios de comunicación, los intelectuales, la gente de a pie empieza a ver las desventajas de su ejecutivo en la Casa Blanca… y sus contradicciones entre el declarar y hacer.
Pero en México no hay duda con Peña Nieto; tampoco en Venezuela Nicolás Maduro le cree nada y lo ve como un satélite del imperio yanqui, y Cuba, calladita, flojita y cooperando. Haga lo que haga el dirigente aún no es sujeto de credibilidad en un alto porcentaje de mexicanos. ¿Cambiará la perspectiva de aquí a las elecciones de 2018 para el nuevo sexenio? Ayotzinapa y sus estudiantes muertos es un tema aún no esclarecido. La violencia, imparable: difícil pensar que terminará bien al final del periodo sexenal. Así, a duras penas subirá en las encuestas de aprobación...
Con todo eso, insisto en preguntar: ¿Trump no miente y Peña Nieto, sí? De nada vale la estabilidad de la economía en etapas de turbulencia internacional. Tampoco importa que subamos al nivel séptimo entre los países con más turismo mundial. O que existan 3 millones de empleos como nunca antes en otros sexenios. Peña Nieto miente. Punto. Uno alcanza a ver ideología donde al menos en el caso estadunidense debería existir el beneficio de la duda. Trump no es mejor que Peña Nieto, pese a la denostación. No es gratuito el aval de la Comunidad Europea que ve en México un socio de largo alcance. El espaldarazo de la ministra alemana, Angela Merkel, fue crucial frente a EU.
La oposición debería observar más los entornos externos a la hora de juzgar sin datos esenciales. Nadie —excepto Maduro— le ha hecho un feo a Peña Nieto y en cambio a Donald Trump lo han dejado con la mano en el aire. Yo no voté por el presidente mexicano —¡voté por AMLO!—, pero inquieta que nadie se atreva a defenderlo cuando la nación está en juego.
Las razones para preocuparnos son altísimas, de cara a nuestra historia.
TRASPIÉ: AMLO paseándose con Bachelet en Chile y la bomba de Rigoberto Salgado en Tláhuac y el narcotráfico ya estalló y lo puede colapsar. Algo que sus huestes no deberían permitirle a su santón. O se deslinda ya y asume sus errores, o lo que sigue es varios puntos porcentuales en su contra. Conste. M