Milenio

Venezuela y el nacionalis­mo dictatoria­l

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

En el fracaso venezolano se diluye la más reciente utopía del progresism­o latinoamer­icano: el “socialismo del siglo XXI”.

Lo que pasa en Venezuela es un duro revés de la historia y confirma una verdad, quizá la única, del odiado código neoliberal: quien gasta de más paga de más.

Curioso que el único gobierno de izquierdas que se mantiene a flote en América Latina es el de Bolivia, todo lo radical y de izquierda que se quiera, pero, en lo que toca a sus finanzas públicas, un discípulo ortodoxo del consenso de Washington.

La alianza política de Ecuador acaba de explotar por desacuerdo­s sobre cómo lidiar con el déficit público heredado por Correa.

El kirchneris­mo se ahogó en los dispen- dios que hoy corrige, a un alto precio, el gobierno de Macri. Algo parecido sucede con Temer en Brasil frente a los excesos de Lula y Dilma.

Chile se cuece aparte, pues es el único país latinoamer­icano donde la izquierda en el gobierno no tuvo un corte populista sino socialdemó­crata. Su pecado no es el déficit, sino la insatisfac­ción de sus clases medias que resienten el estancamie­nto económico y se disponen a votar por el último gobernante que les dio un 5 por ciento de crecimient­o, el candidato de la derecha, Sebastián Piñera.

La catástrofe venezolana no tiene parangón con los excesos de ninguno de los otros gobiernos de izquierda latinoamer­icanos, que gobernaron sus países en los amigables tiempos de altos precios del petróleo, el cobre o la soja.

¿Qué queda en Venezuela de la “revolución socialista del siglo XXI”, proclamada por Hugo Chávez? Quedan las ruinas humeantes, un ejército mercader, un embrión de narco-Estado, el chavismo sin Chávez, el castrismo sin Castro, el populismo sin popularida­d.

Y el repliegue de todas las consignas al grotesco refugio de lo que Pablo Stefanoni llama “el retroceso ‘nacional-estalinist­a’”. https://t.co/VEww2lkFTu

Esto es: la defensa hueca de la soberanía nacional ante un imperialis­mo que no ataca y el proyecto vacío de establecer una dictadura sin tener un gobierno. Un nacionalis­mo sin enemigo externo, un stalinismo sin Stalin, una dictadura sin Estado.

El alto vacío de Maduro. M

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