Un arzobispo inmisericorde
La prueba más reciente de que el arzobispado de México es inmisericorde la presentó el presidente del Colegio de Abogados Católicos; irán contra el probable enfermo mental que lamentablemente apuñaló al sacerdote José Miguel Machorro, provocando su muerte meses después, como consecuencia de ese ataque. A la arquidiócesis no le importa demasiado la situación mental del muchacho y duda de quienes lo declaran enfermo. Desea, por el contrario, que haya un castigo ejemplar, para que, así, a ningún cuerdo o desvariado se le ocurra atentar contra un símbolo central de la Iglesia. Los abogados católicos, quienes al parecer defienden los intereses de la arquidiócesis, no tienen muchas ganas de esperar al diagnóstico de los médicos; ya dieron su veredicto: el joven está sano mentalmente y sabía lo que hacía. Poco importan sus antecedentes, lo que la familia declaró respecto a su estado mental, el evidente estado de alteración en el que se encontraba cuando cometió ese acto y la necesidad de manejarse con prudencia para no agravar más la situación mental, evidentemente deteriorada, del atacante. No. Cero perdón y todo el peso de la ley. La misma actitud, por lo demás, que muchos obispos han tenido con las mujeres que se han atrevido a abortar o que, incluso sin pretender hacerlo, han sido acusadas y sentenciadas y se están pudriendo en la cárcel. Muchas de ellas madres de familia, con otros hijos a quien deberían de estar cuidando, pero que tuvieron la desgracia de caer en manos de médicos fervorosos creyentes y alentados por un clero tan despiadado como inmisericorde.
Mi amigo Bernardo Barranco, junto con otros colegas, acaba de publicar en la editorial Grijalbo una serie de devastadores retratos del cardenal. Norberto Rivera; El pastor del poder, lo titulan, con justa razón. Para mí, sin embargo, no es ese el mayor de sus pecados, lo cuales, por lo demás, no son pocos. El humilde obispo, proveniente de la diócesis de Tehuacán, fue endiosado por muchos empresarios católicos, que creen que la cercanía con la autoridad religiosa limpiará sus propios pecados sociales y personales. Norberto Rivera simplemente se subió a un ladrillo y se mareó. Lo más grave para mí, sin embargo, es la ausencia de misericordia, de compasión, de mensaje verdaderamente evangélico. Su último ejemplo de pastoral es tratar de hundir en la cárcel a quien muy probablemente no es más que un pobre enfermo mental. M