Los paraísos que perdemos
Holbox es uno de los últimos rincones de México que tengo deseos de conocer, aparte de esa Tarahumara que Pepe Llaguno llevaba a la casa de mi infancia a través de unos relatos duros y redondos como la pelota de madera que un día me regaló. Sé que no me queda mucho tiempo: los manglares de Holbox, como los del resto de las playas del país, han sido una y otra vez quemados accidentalmente a propósito con el fin de liberar terrenos de otra manera vedados para edificar condominios u hoteles improvisados. La última noticia es que, en pleno periodo vacacional, cuando llegan más de 5 mil turistas por semana, la isla pasó más de siete días sin agua, además de padecer añejos y constantes cortes de luz y fallas en el drenaje; la infraestructura nunca renovada fue planeada para un máximo de mil habitantes. En el primer intento de arreglar la falla los trabajadores no solo no lo hicieron, sino que ocasionaron una fuga. Los residentes tuvieron que amenazar con cerrar la isla para ser atendidos con pipas mientras las autoridades averiguan. Así funciona nuestra mecánica nacional, como cuando el Metrobús nuevecito de CdMx se estrelló contra la marquesina de la estación de La Villa porque, ¡ups!, no cupo.
A este escenario de histórica corrupción e incompetencia hay que sumarle uno nuevo: el de la tierra quemada dejada por los cárteles que, al abandonar el tráfico de drogas por giros más lucrativos como la trata, la extorsión o el huachicoleo, han dejado de cuidar la apariencia de paz pública. Los cadáveres que antes se acumulaban en regiones interiores comienzan a aparecer sin pudor en nuestras geografías escaparate: los últimos 18 fueron encontrados bajo la arena a kilómetros de Los Cabos; las balaceras se multiplican en los bares y restaurantes de la Riviera Maya, tanto como los secuestros en el Ajusco o en los caminos de nuestras montañas azules, y las ejecuciones y bombazos han llegado hasta sitios antes apacibles como San Miguel de Allende.
No es asunto de salvaguardar las vacaciones de unos cuantos por sobre la paz de las sufridas mayorías, pero hay que señalar que el turismo aporta más de 8 por ciento del PIB nacional. Por si a alguien le importara. M