Milenio

Los paraísos que perdemos

- ROBERTA GARZA

Holbox es uno de los últimos rincones de México que tengo deseos de conocer, aparte de esa Tarahumara que Pepe Llaguno llevaba a la casa de mi infancia a través de unos relatos duros y redondos como la pelota de madera que un día me regaló. Sé que no me queda mucho tiempo: los manglares de Holbox, como los del resto de las playas del país, han sido una y otra vez quemados accidental­mente a propósito con el fin de liberar terrenos de otra manera vedados para edificar condominio­s u hoteles improvisad­os. La última noticia es que, en pleno periodo vacacional, cuando llegan más de 5 mil turistas por semana, la isla pasó más de siete días sin agua, además de padecer añejos y constantes cortes de luz y fallas en el drenaje; la infraestru­ctura nunca renovada fue planeada para un máximo de mil habitantes. En el primer intento de arreglar la falla los trabajador­es no solo no lo hicieron, sino que ocasionaro­n una fuga. Los residentes tuvieron que amenazar con cerrar la isla para ser atendidos con pipas mientras las autoridade­s averiguan. Así funciona nuestra mecánica nacional, como cuando el Metrobús nuevecito de CdMx se estrelló contra la marquesina de la estación de La Villa porque, ¡ups!, no cupo.

A este escenario de histórica corrupción e incompeten­cia hay que sumarle uno nuevo: el de la tierra quemada dejada por los cárteles que, al abandonar el tráfico de drogas por giros más lucrativos como la trata, la extorsión o el huachicole­o, han dejado de cuidar la apariencia de paz pública. Los cadáveres que antes se acumulaban en regiones interiores comienzan a aparecer sin pudor en nuestras geografías escaparate: los últimos 18 fueron encontrado­s bajo la arena a kilómetros de Los Cabos; las balaceras se multiplica­n en los bares y restaurant­es de la Riviera Maya, tanto como los secuestros en el Ajusco o en los caminos de nuestras montañas azules, y las ejecucione­s y bombazos han llegado hasta sitios antes apacibles como San Miguel de Allende.

No es asunto de salvaguard­ar las vacaciones de unos cuantos por sobre la paz de las sufridas mayorías, pero hay que señalar que el turismo aporta más de 8 por ciento del PIB nacional. Por si a alguien le importara. M

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