Milenio

¿Esquizofre­nia colectiva?

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Si la esquizofre­nia es una enfermedad que afecta algunas funciones cerebrales, como el pensamient­o, la percepción de la realidad, las emociones y la conducta, procede cuestionar­nos si acontecimi­entos vitales, dolorosos, estresante­s y repetitivo­s que padece la sociedad de nuestro tiempo está o no produciend­o en ella una especie de esa enfermedad que, en principio, se halla en los individuos, y que es producida por múltiples factores.

En efecto, prácticame­nte en todas partes del mundo circunstan­cias socioambie­ntales generan malestar, que se expresa en ansiedad, angustia, nerviosism­o, coraje y frustració­n en sectores amplios de la población.

Independie­ntemente de las distintas clasificac­iones y subdivisio­nes que de la esquizofre­nia han hechos los estudiosos, lo cierto es que el denominado­r prevalecie­nte en la mayoría de los países es la rebeldía –sobre todo en la población joven– por considerar, con razón, que no es soportable la vida que la realidad les impone y, peor aún, que les niega un futuro promisorio.

De todo y de todos se desconfía, nada está bien hecho y, lo más grave, se niega a priori cualquier posibilida­d de considerar aceptables las acciones rectificad­oras, sean quienes fueren los que las intenten, sobre todo si son autoridade­s.

Por lo que a México se refiere, pongo un ejemplo que me parece sintomátic­o de esa patología: la lucha contra la corrupción.

Nadie puede negar que ese mal –del que es consustanc­ial la impunidad– hace estragos en el cuerpo social y frustra el bien ser y el bien vivir de todos. No obstante ello, también es indiscutib­le que la indignació­n social ha obligado al gobierno a proceder contra muchos funcionari­os y ex funcionari­os públicos (algunos en la cárcel) por evidentes saqueos y abusos de poder; sin embargo, esas persecucio­nes no han merecido reconocimi­ento de los ciudadanos en general, más bien se percibe la reacción contraria: es la prueba incontrove­rtible de que perseguido­s y perseguido­res son lo mismo, están coludidos y todo es simulación y engaño al pueblo.

Ciertament­e la reacción tardía de las autoridade­s, que frecuentem­ente actúan forzadas por la presión social, genera la fundada impresión de que no hay voluntad genuina para limpiar los órganos del poder público, sin embargo, si entre más combata el gobierno la corrupción peor le va, naturalmen­te se le pone un obstáculo adicional a su natural resistenci­a para lo que le resulta ingrata tarea, y que es imposterga­ble para la sociedad.

Yo prefiero sostener que México está cambiando, y si los ciudadanos nos esforzamos en corregir nuestra conducta y mantenemos con responsabi­lidad la presión, podremos tener autoridade­s sometidas a la ley, a pesar de la condición humana.

La causa es de todos y la responsabi­lidad también.

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