MET CAMPECHE
Hace una semana se realizó en Campeche la Muestra Estatal de Teatro (MET), con sorpresas interesantes para este observador. Desde hace pocos años entre junio y septiembre (antes era abril-junio) tienen lugar estos encuentros que sirven para tomar el pulso del quehacer escénico en cada entidad de la República. Posteriormente vienen los festivales regionales, que permiten que los estados conozcan lo mejor de sus vecinos y que en otros tiempos ayudaban a calibrar la selección para la Muestra Nacional de Teatro a la Dirección Artística de ésta.
En nuestra república teatral hay estados que claramente tienen desarrollado el músculo escénico no solo por tradición (que a veces no ayuda) sino porque las políticas culturales y el propio gremio se han puesto al día con lo que pasa en el mundo, porque se han creado o fortalecido centros formativos, etcétera. Podríamos decir también que hay otras entidades claramente “dejadas de la mano de Dios” en las que la profesionalización es un tema complicado y los creadores de teatro lo son de medio tiempo, de ratitos, de vez en cuando, porque no hay condiciones de públicos ni de presupuestos institucionales como para convertirse en una oferta laboral real.
Por ello es una grata sorpresa que Campeche esté dando un salto importante gracias a más de una década de empeño en la formación a través de talleres, lo que se comienza a notar. No en todos los montajes, porque en su mayoría no rebasa un nivel amateur. Pero al menos tres de los participantes en la MET ya están en el camino de conquistar un nivel semiprofesional o profesional.
Sh-boom. Euriclea 2.0, de Sergio Aguirre, con la dirección de la tamaulipeca Sandra Muñoz (fuera de concurso por tener en su elenco una trabajadora de la Secretaría de Cultura de Campeche), es producto de una buena política cultural, en la cual una talentosa teatrista trabaja con actores de larga y nueva data para mejorar el nivel histriónico.
Estas ruinas que ves o el maravilloso desencanto de la demolición, de (y con) Adán Zárate, bajo la dirección de Rosa Márquez, fue la sorpresa (y ganadora) de la MET, porque ensaya una teatralidad arriesgada no solo por su carácter biodramático sino por su lenguaje en general.
La más frágil dentro de las destacadas fue Jacinto y Nicolasa, de Camila Villegas, bajo la dirección de Saúl Gabriel Díaz, ya que los elementos de la escena funcionan pero aún falta romper con una vieja visión de la actuación concebida como simulación.
Felicidades a Juana Rodríguez y a Juan León Bautista por una organización impecable. m