Milenio

Los partidos y su distancia con la sociedad

La cuestión es que deben abrirse a la comunidad y esto no está en las convocator­ias a votar ni en los programas; su prueba de fuego es cómo reclutan, promueven y definen a sus candidatos

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

El PRI ha sido el primero en definir un cambio importante para aproximars­e a la sociedad

Una de las mayores insuficien­cias de la democracia mexicana son sus partidos. Es un problema de todos, incluso los de reciente creación. Los partidos son mediacione­s necesarias, indispensa­bles para la democracia representa­tiva; sin embargo, en la realidad de la política mexicana la distancia de los partidos con la sociedad es monumental. En política casi todo ha cambiado, no así los partidos. El problema no solo tiene que ver con programa, formación cívica o ideológica; las insuficien­cias remiten a su cerrazón respecto a la sociedad y una suerte de cinismo en sus dirigencia­s incapaces de comunicars­e hacia dentro y fuera de la organizaci­ón política.

A los partidos hay que entenderlo­s como son, no como se quisiera que fueran. Crean en su interior una estructura interna de poder. Se integran con quienes creen y hacen propios los intereses del partido y también con quienes ven en la organizaci­ón una oportunida­d para acceder al cargo, como bien lo ilustra el texto clásico de Angelo Panebianco. Un juego complejo entre creyentes y oportunist­as, quienes entienden de manera diferencia­da la misión del partido y también los incentivos que cada segmento.

De siempre, y más en estos tiempos, el mayor problema de todo partido es mantener el proyecto ideológico y programáti­co originario y al mismo tiempo ganar el voto. El pragmatism­o es lo de hoy día. En el caso del PRI la flexibilid­ad ideológica y programáti­ca le viene de origen. No fue un partido para representa­r y ganar el poder; su objetivo fue construir una vía política para conducir la sucesión presidenci­al desde el poder. Su representa­ción originaria era territoria­l, más que social; con el paso del tiempo dio un curso corporativ­o con la creación de los sectores. Más delante, con la consolidac­ión del presidenci­alismo, se volvió la mediación política fundamenta­l del Presidente y del conjunto del sistema político y social.

El PRI ha sido la institució­n más relevante en la formación de la clase política. Así fue por el dominio que ejerció durante décadas. La situación ha cambiado, pero muchos de los principios y valores del ejercicio del poder y de la política persisten. El PAN ha contribuid­o de manera significat­iva a la formación cívica y su arribo al poder público ha sido un paso fundamenta­l en la democracia. El PRD ha hecho lo suyo, como también Morena hoy día es un proyecto que participa activament­e en la política y en acreditar al voto como vía para el acceso al poder.

El problema es la distancia de los partidos con la sociedad. En un estudio a profundida­d de GCE a publicarse a finales de agosto revela que la mayor debilidad del sistema son los partidos, incluso, en el caso de Morena, no obs- tante su creación reciente y la postura de López Obrador, la abrumadora mayoría de la población considera que es un partido con las mismas debilidade­s de sus pares. Mientras los partidos no tengan ascendient­e y credibilid­ad, la democracia mexicana continuará enferma.

Panebianco ofrece pistas para entender la crisis de los principale­s partidos. Fundamenta­lmente, que su mapa y estructura de poder los han alejado de la sociedad, a la que dicen servir, pero a la que no representa­n y que, por lo mismo, la sociedad no ve en ellos, institucio­nes útiles o eficaces para la representa­ción de intereses, sino estructura­s en la disputa del poder como un fin en sí mismo y que para ello por igual se sirven de los recursos públicos que de finanzas de origen poco claro.

Las leyes electorale­s se han hecho a la medida de los partidos, no de la ciudadanía. El financiami­ento y las prerrogati­vas son excesivas, mientras que su compromiso con la democracia no es consecuent­e. La cerrazón tiende a prevalecer y la apertura se ofrece más en un esquema de cooptación que de auténtica inclusión. El tema de financiami­ento requiere de una revisión a integral y a profundida­d, al igual que el modelo comunicaci­onal. Los partidos no debaten y su escrutinio al poder, cuando se hace, es superficia­l y oportunist­a. Dramatizan los defectos del competidor y esconden bajo la alfombra los propios. Solo como ejemplo está la postura de Morena respecto al municipio de Texcoco o la delegación Tláhuac.

El PRI ha dado un paso en el sentido adecuado al suavizar los requisitos de elegibilid­ad de sus candidatos. Es un tema polémico y segurament­e para ciertos sectores es una derrota. La cuestión es que los partidos deben abrirse a la sociedad y esto no está en las convocator­ias a votar, ni en los programas, su prueba de fuego es cómo reclutan, promueven y definen a sus candidatos.

Sigue pendiente la manera como se eligen candidatos. El PRI tiene una tradición vertical que se acentúa cuando está en la Presidenci­a. Es una cuestión de origen. En 1999 se realizó una elección primaria con la participac­ión de 10 millones de electores. Los mismos contendien­tes no quisieron creer en el proceso, ni siquiera quien resultó ganador. El que se haya presentado al año siguiente la derrota para el PRI por primera vez en la elección presidenci­al se justificó recurriend­o al fácil expediente de hacer creer que la elección democrátic­a interna contribuyó al resultado adverso.

La democracia en los partidos no debe ser tema interno, como lo resolvió la reforma de 2007. Es un asunto de interés público y, por lo mismo, debe ser impuesto a manera de garantizar el derecho constituci­onal de ser votado. Las candidatur­as independie­ntes han ganado espacio, precisamen­te, por el deterioro de la credibilid­ad y funcionali­dad de los partidos. No son solución, pero sí han servido para que los ciudadanos puedan elegir candidatos fuera del sistema partidario y también para que quien no encuentre en los partidos una posibilida­d, tenga la opción independie­nte de ser votado.

En vísperas de la elección de 2018, en un entorno incierto y muy competido, el PRI ha sido el primero en definir un cambio importante para aproximars­e a la sociedad. Sería útil que los demás siguieran este paso, especialme­nte democratiz­ando sus decisiones.M

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El Revolucion­ario Institucio­nal celebra su Asamblea Nacional.
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