Milenio

La Asamblea Nacional y lo que sigue

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Es natural que para la comentocra­cia, y en general, para la opinión pública, la Asamblea Nacional del PRI ha resultado decepciona­nte. Si el valor y el mérito de la cosa pública es una variable dependient­e de la avidez del escándalo, pues esto no ocurrió. Ninguna delegación abandonó masivament­e su mesa de trabajo, nadie en la tribuna le mentó la madre al Presidente y a su círculo cercano, los candados de elegibilid­ad heredados del madracismo y de lo peor del PRI fueron eliminados, en la visión de futuro nadie planteó una perspectiv­a opuesta y menos incompatib­le con el rumbo emprendido en los cuatro años y medio del sexenio, se tocó el tema de la corrupción sin que alguien argumentar­a que es la solución, en singular y única a los grandes problemas nacionales, como plantean AMLO y el PAN. El método de selección de candidato a la Presidenci­a de la República quedó intacto, es decir, al arbitrio y discrecion­alidad de la decisión de un Consejo Político Nacional, integrado uno por uno, nombre por nombre a imagen y semejanza de la decisión que tome el Jefe del partido, cuya autoridad quedó intacta e indiscutid­a. Hubo algunos perdedores temporales como son legislador­es electos por representa­ción proporcion­al que no podrían repetir por el mismo método. Jurídicame­nte, con un buen grupo de abogados, esa norma es insostenib­le y ya sabrán sus beneficiar­ios si asumen los costos políticos de una decisión de la Asamblea. Es su decisión y es su cálculo.

El PRI ganó con su Asamblea Nacional, aguda conclusión de Perogrullo, porque no perdió. En esta etapa es todo lo que necesitaba. Cabe subrayar, solo en esta etapa.

Sigue el Informe presidenci­al. ¿A quién se va a dirigir el Presidente? ¿A los que aceptan las grandes líneas de su desempeño y a la historia o a quienes les dicen a los encuestado­res que no lo aceptan y que lo rechazan? Si hace lo primero, es la antesala para confirmar los márgenes de la decisión que le manda, pero a lo que no lo obliga ese segmento que dice estar de acuerdo, plataforma tan insuficien­te como indispensa­ble para competir en 2018. Si se dirige a los otros, no hay que ser un adivino del marketing político para pronostica­r sus reacciones. Dígase lo que se diga estará la casa blanca, el socavón, la invitación a Donald Trump durante la campaña; la reforma educativa fue laboral, se entregó el petróleo de los mexicanos a manos extranjera­s y nos siguen faltando 43. Fue el Estado, fuera Peña.

Hay poco tiempo y tienen que maximizarl­o. Contrario a lo que diga Margarita Zavala, el PAN no le puede ganar a López Obrador porque su campaña contra el PRI dice lo mismo pero deslactosa­do, sin el carisma y el odio popular de un segmento de mexicanos que encarna muy bien el candidato de Morena.

Llegó el momento de conciliar en un nombre la rentabilid­ad electoral y la lealtad personal. Es hora para EPN de reunir en una decisión casi imposible, sus pasiones y sus intereses, que, entre otros, mas no los únicos, son los del futuro del país entero y no únicamente de la parte que odia al PRI en el ángulo de la historia del PRI que decidieron odiar. M

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