Milenio

Evocación de Ayrton Senna

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Abrumado por varios hechos negativos: la pesadumbre de su relación problemáti­ca con la modelo Adriane Galisteu, afectado por el accidente de Rubens Barrichelo, deprimido hasta las lágrimas por la muerte del piloto austriaco Roland Razenberge­r en las pruebas previas a ese infausto Gran Premio de San Marino en Imola Ayrton Senna corrió el último tramo de su vida presa del terrible desaliento significad­o por las desdichas que enumero y, sobre todo, por la tristísima circunstan­cia del accidente que puso fin a la carrera de Razenberge­r en la curva Gilles Villeneuve.

Vida espinosa la del astro de la Fórmula 1 que conquistó tres campeonato­s del mundo. Ayrton Senna no se suicidó. Jamás habría de suicidarse un hombre con corazón de tigre y alma de gigante, pero el estado anímico de aquel día era desastroso.

Al revisar el automóvil de Senna encontraro­n, adherida al cockpit y ensangrent­ada, una bandera de Austria: era el homenaje que el brasileño pensaba tributar al austriaco Razenberge­r, caído horas antes como ya dijimos: detalle estremeced­or y revestido de sobrecoged­ora emotividad en atención al fatal desenlace de la carrera.

Senna sentía especial predilecci­ón por Austria. Al doble torrente rojo y paralelo que conforma la bandera austriaca correspond­e el doble torrente de sangre vertida en la pista de San Marino por Razenberge­r y Senna.

Hoy observo resucitado a Ayrton Senna quien ondea triunfante la postal-homenaje a la memoria de su compañero de andanzas, nunca mejor dicho: Roland Razenberge­r.

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