¿Ganará López Obrador?
El tabasqueño es el político más conocido. Su encanto está en la medida en que se presenta como una opción distinta. La corrupción es la caracterización de la política, los eventos y evidencias se acumulan, aunque no todo sea verídico
Dos procesos convergen a semanas de que inicie el electoral de 2018: la campaña anticipada de López Obrador y el desgaste del gobierno y del PRI. En cierta medida se repite la historia de hace seis años, el mismo actor y dificultades del partido gobernante, pero la historia tiene matices: el tabasqueño ahora tiene partido propio y la realidad electoral apunta hacia la fragmentación del voto resultado del descrédito de todos los partidos y del déficit de aceptación de quienes gobiernan.
López Obrador es el político más conocido. Su encanto está en la medida en que se presenta como una opción distinta a lo que existe. La corrupción es la caracterización de la política, los eventos y evidencias se acumulan, aunque no todo sea verídico. Política y corrupción para muchos son sinónimo. López Obrador ha tenido la virtud de ofrecer honestidad y austeridad. Es la fuerza de su proyecto, en la medida en que se le crea, a pesar de las malas compañías y de que Morena pasa a ser más de lo mismo en la percepción pública, pero también es debilidad; cualquier hecho que acredite venalidad en los suyos cobra elevada factura, como es el caso del delegado de Tláhuac y sus relaciones peligrosas.
López Obrador es distinto, pero no es un político moderno, sino justamente lo contrario. En él hay una estructural resistencia al escrutinio y al debate. Lo suyo es el monólogo, la prédica de lo propio. Verdades reveladas y absoluciones a la medida de la necesidad propia. La causa y el tamaño del enemigo todo lo justifica; un mundo bipolar de creyentes y conversos frente al poder maligno. No hay terreno neutral ni crítica que no venga de ese demonio a exterminar.
La fortaleza y debilidad de López Obrador es su condición de líder religioso. Pocos lo saben, pero Andrés Manuel niño murió ahogado, resucitó y el mensaje de la madre se volvió destino: no puedes morir porque tienes una misión. Por ello lo suyo no es la política, sino emprender el camino a la redención. Su oferta es la esperanza de un mejor mañana, no importa el qué, el cómo y el con quién. Ha hecho campaña solo y el descrédito del gobierno nacional y de los partidos históricos ha abonado a su cuenta y ha propiciado la creencia sobre la inevitabilidad de su triunfo. Debilidad por la rigidez y la soberbia moral que le acompañan; por la incapacidad de entender la realidad y por no advertir que la cargada a su favor está plena de oportunismo y que nadie, ni los suyos escapan de la sospecha y en algunos casos de venalidad fundada.
Al tabasqueño no se le da la reacción inmediata, es propenso al error, al igual que está lejos de debatir con seriedad y rigor intelectual. Sin embargo, su grey no requiere de argumentos, sino de dos certezas: la convicción de que la causa es la lucha del bien contra el mal y la creencia de que se habrá de ganar.
Se ha hecho creer que al PRI le favorece la fragmentación del voto. Verdad del pasado; el PRI ha perdido hasta voto duro. López Obrador es quien cuenta con el mayor voto cierto; la concurrencia de candidatos competitivos significa que el umbral de triunfo sea de 33 por ciento de los votos, proporción no muy distante del voto muy decidido por López Obrador.
Las condiciones de privilegio de campaña anticipada habrán de cambiar una vez que los partidos designen sus candidatos. En el PRI ha regresado la confianza como secuela de su Asamblea Nacional y ya su dirigente habla de que el candidato habrá de conocerse hacia el cierre del año. Ricardo Anaya en el PAN resiste la exigencia interna de adelantar tiempos y se refugia en la idea del frente opositor. El PRD no resuelve, elude y solo Pedro Ferriz muestra la persistencia necesaria para ganar credibilidad en su proyecto independiente.
Se equivocan los partidos en dejar que López Obrador continúe en condiciones de privilegio. La confianza no es la mejor de las virtudes en tiempos de guerra. El tabasqueño es un político que revela fragilidades básicas al momento de la contienda. Pretender que se puede ganar en unos cuantos meses no se corresponde con la realidad. PAN, PRI y PRD deben abrirse a la contienda y construir las condiciones para disputarle al tabasqueño la ventaja de la que ahora goza, precisamente por la ausencia de competencia.
No está escrito el triunfo de López Obrador en 2018, hay un tramo largo y sinuoso a recorrer. Día que pasa sin contienda, sin debate ni escrutinio se reduce el terreno de riesgo. Por lo que se ve, AMLO cuenta también con el favor de la confianza de quienes pueden derrotarlo. M
PAN, PRI y PRD deben abrirse a la contienda y construir las condiciones para disputarle a AMLO la ventaja de la que goza, precisamente por la ausencia de competencia