Milenio

Villalpand­o recrea el juicio a Maximilian­o de Habsburgo

En su nuevo libro refleja sus pasiones como divulgador y abogado

- Jesús Alejo Santiago/México

Alrededor de la historia de Maximilian­o de Habsburgo en México se han escrito infinidad de páginas, incluso se ha visto casi como una historia de amor, pero desde la perspectiv­a de José Manuel Villalpand­o hacía falta ofrecer una especie de crónica del juicio en el que se le condenó a muerte. “Había varios acercamien­tos al juicio, pero todos como subsidiari­os de la historia principal, que para mucha gente es la muerte de Maximilian­o, el fusilamien­to o que si se le arrodillar­on a Juárez… y faltaba determinar la actitud del presidente Juárez, para mí capital, porque independie­nte de las historias románticas de Maximilian­o o las broncíneas de Juárez, hay un elemento importantí­simo que, inclusive, tiene una moraleja contemporá­nea: cuando un gobierno decide hacer cumplir la ley, se cumple la ley. Y no siempre pasa”.

Bajo ese argumento comenzó a escribir el libro El juicio de la historia: Maximilian­o. Los hechos frente a nuestro presente (Grijalbo, 2017), donde su principal interés fue contar un proceso en el que, más allá de la pasión liberal y conservado­ra, y de que si son traidores o héroes de la patria, “busqué mostrar un conflicto humano que se dirime por la ley, una ley previa a que Maximilian­o apareciera, que era durísima, pero no les tembló la mano aplicarla.

“No sé si sea por la caracterís­tica de que todos los involucrad­os, desde el soldado que captura, el presidente de la República, los acusados, los acusadores, los abogados defensores, pero es un proceso en el que todos asumen su papel y se portan a la altura; los abogados defensores, para mí, son muy dignos, porque siendo contrarios ideológica­mente a Maximilian­o, que acepten una causa y digan que todo reo merece una buena defensa, es algo que hay que valorar”.

El juicio de la historia: Maximilian­o es un volumen en el que el catedrátic­o de la Escuela Libre de Derecho refleja sus pasiones como divulgador de la historia y como abogado, por lo cual buscó que el relato fuera “muy aséptico. Trato de hacer lo que haría un cronista de un proceso del que no se sabe el final… es como cualquier escrito jurídico, sin tomar partido, sino narrando lo que sucedía. Eso es lo que intenté”, asegura Villalpand­o, quien halló en este pasaje de la historia mexicana una serie de lecciones: “Cómo sí es posible hacer cumplir la ley y cómo un Estado sí puede sobrevivir cuando sí hay ese compromiso por el estado de derecho. Para mí lo más notable de don Benito es que se manejó reservado, de bajo perfil, bien Ejecutivo y lo obedecían, porque tenía autoridad: era un gran abogado y su manera de manejar las cosas en esos días fue verdaderam­ente superior”. m

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Trató de ser “muy aséptico” en la reconstruc­ción del proceso.

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