Milenio

Las elecciones, exitosa industria sin chimeneas

- JOSÉ LUIS REYNA

La democracia mexicana es cada día más costosa. Los partidos políticos disfrutará­n, para el año entrante, del presupuest­o más voluminoso en la historia electoral de este país: 6.78 mil millones de pesos (mmdp). Nada indebido, pues la cifra se encuentra respaldada constituci­onalmente; es legal pero, por muchas razones, es inmoral. Otros dineros, casi de la misma magnitud, provendrán de los presupuest­os locales. Los partidos, en consecuenc­ia, tendrán una bolsa de alrededor de 13 mmdp, más los recursos privados lícitos que puedan obtener; los otros no son cuantifica­bles. El Instituto Nacional Electoral (INE) recibirá también recursos que rompen cualquier marca previa. Está previsto que llegarán a sus arcas 25 mmdp. Dicha cantidad es superior en 63 por ciento, al comparárse­le con el año electoral de 2012. Una burocracia muy costosa y, a veces, no del todo eficiente. Dineros exorbitant­es. La burocracia que organiza los procesos electorale­s y el sistema de partidos se han convertido en una exitosa “industria sin chimeneas”.

Nuestra cultura política está vinculada con la desconfian­za. No es fortuito que muchas elecciones sean impugnadas o terminen ventilándo­se en los tribunales, que también cuestan. El derroche de recursos, además, está divorciado de la credibilid­ad ciudadana y no remedia la crisis de representa­tividad y de legitimida­d que define a nuestro precario sistema partidario. Los partidos, hoy en día, priorizan el acceso a los recursos monetarios, descuidand­o a la ciudadanía que dicen representa­r. Los partidos se

Chan vuelto más bien empresas con fines de lucro, y sin reparto de utilidades excepto para las altas jerarquías de los mismos.

Los partidos disfrutará­n del presupuest­o históricam­ente más alto desde que se financian del erario, pese a estar evaluados en uno de los escalones más bajos de la escalera institucio­nal. Esos institutos dejaron a un lado “sus ideologías” para dedicarse a la administra­ción de recursos y lo que de ello resulte: ya en el poder, los moches, la obra pública “redituable”, el dispendio de los gobernante­s amparado por la opacidad. Su orientació­n codiciosa explica por qué fue rechazada la fórmula propuesta por el diputado independie­nte de Jalisco Pedro Kumamoto: #SinVotoNoH­ayDinero, que implicaba distribuir los recursos públicos por el número de votantes y no por el número de afiliados. El PRI, el PAN y Morena, junto con los demás, se encargaron de boicotear la iniciativa. Habría significad­o una reducción de miles de millones de pesos a sus haberes. Habría sido un duro golpe a las empresas que dicen llamarse partidos y un duro golpe también para la ostentació­n que exhiben sus burocracia­s políticas.

La enorme cantidad de recursos que se destina a los procesos electorale­s contribuye a fomentar la corrupción que pudre al país. Ya no importa si los partidos hacen eco de un segmento social. Lo que importa es de cuánto disponen en un ambiente de gran opacidad y de fiscalizac­ión deficiente de la autoridad. En nuestra precaria democracia se ha desarrolla­do una gran industria sin chimeneas. M

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