Las elecciones, exitosa industria sin chimeneas
La democracia mexicana es cada día más costosa. Los partidos políticos disfrutarán, para el año entrante, del presupuesto más voluminoso en la historia electoral de este país: 6.78 mil millones de pesos (mmdp). Nada indebido, pues la cifra se encuentra respaldada constitucionalmente; es legal pero, por muchas razones, es inmoral. Otros dineros, casi de la misma magnitud, provendrán de los presupuestos locales. Los partidos, en consecuencia, tendrán una bolsa de alrededor de 13 mmdp, más los recursos privados lícitos que puedan obtener; los otros no son cuantificables. El Instituto Nacional Electoral (INE) recibirá también recursos que rompen cualquier marca previa. Está previsto que llegarán a sus arcas 25 mmdp. Dicha cantidad es superior en 63 por ciento, al comparársele con el año electoral de 2012. Una burocracia muy costosa y, a veces, no del todo eficiente. Dineros exorbitantes. La burocracia que organiza los procesos electorales y el sistema de partidos se han convertido en una exitosa “industria sin chimeneas”.
Nuestra cultura política está vinculada con la desconfianza. No es fortuito que muchas elecciones sean impugnadas o terminen ventilándose en los tribunales, que también cuestan. El derroche de recursos, además, está divorciado de la credibilidad ciudadana y no remedia la crisis de representatividad y de legitimidad que define a nuestro precario sistema partidario. Los partidos, hoy en día, priorizan el acceso a los recursos monetarios, descuidando a la ciudadanía que dicen representar. Los partidos se
Chan vuelto más bien empresas con fines de lucro, y sin reparto de utilidades excepto para las altas jerarquías de los mismos.
Los partidos disfrutarán del presupuesto históricamente más alto desde que se financian del erario, pese a estar evaluados en uno de los escalones más bajos de la escalera institucional. Esos institutos dejaron a un lado “sus ideologías” para dedicarse a la administración de recursos y lo que de ello resulte: ya en el poder, los moches, la obra pública “redituable”, el dispendio de los gobernantes amparado por la opacidad. Su orientación codiciosa explica por qué fue rechazada la fórmula propuesta por el diputado independiente de Jalisco Pedro Kumamoto: #SinVotoNoHayDinero, que implicaba distribuir los recursos públicos por el número de votantes y no por el número de afiliados. El PRI, el PAN y Morena, junto con los demás, se encargaron de boicotear la iniciativa. Habría significado una reducción de miles de millones de pesos a sus haberes. Habría sido un duro golpe a las empresas que dicen llamarse partidos y un duro golpe también para la ostentación que exhiben sus burocracias políticas.
La enorme cantidad de recursos que se destina a los procesos electorales contribuye a fomentar la corrupción que pudre al país. Ya no importa si los partidos hacen eco de un segmento social. Lo que importa es de cuánto disponen en un ambiente de gran opacidad y de fiscalización deficiente de la autoridad. En nuestra precaria democracia se ha desarrollado una gran industria sin chimeneas. M