Milenio

El Jornal de Lira

- BRAULIO PERALTA

armen Lira Saade veía imposterga­ble el nacimiento de La Jornada sin un sindicato. De su lucha por la clase obrera y campesina da fe su trabajo como la reportera que fue los primeros años de su profesión. Su compromiso con Cuba y Centroamér­ica la llevó a ser investigad­a por la mismísima Secretaría de Gobernació­n a finales de los años 70 y principios de los 80. Salió ilesa. Comprometi­da, de izquierda, nadie lo duda; menos su castrismo.

Pero hoy, en La Jornada despidiero­n a la secretaría general del sindicato, Judith Calderón, y al secretario de Organizaci­ón, Leonardo Mondragón, los que encabezaro­n la huelga de trabajador­es del diario el mes pasado. Despedidos con o sin razones, a pesar de que se juró no ejercerían represalia­s de ningún tipo. La Federación Internacio­nal de Periodista­s afirma que se viola el convenio 87 de protección del derecho de sindicació­n.

Sorprende el silencio con que se han llevado a cabo los actos. Silencio de la izquierda, digo, y los que dicen ser intelectua­les comprometi­dos con las causas sociales. Sorprende porque, si la derecha hiciera lo que pasa en La Jornada sería causa militante del diario, de primera plana, sin duda. Triste final en la carrera de Carmen Lira Saade. Terminar criticada por lo que tanto fustigó.

Ella, que confesara la madrugada que apareció por primera vez el diario, aquel 15 de septiembre de 1984:

—Yo no quería que se llamara La Jornada. Yo quería machito: “El Jornal”…

Estábamos tan felices. 135 periodista­s logramos el sueño de aquel impreso. La foto de Rogelio Cuéllar con sus fundadores no miente: sonrisas, empuje, profesiona­lismo, mística. Un equipo del que quedan pocos el día de hoy. Se fueron yendo. Unos dejaron de creer, otros por compromiso político, unos más por ambiciones personales. Muchos —como yo—, porque la doble cara de la izquierda ya resultaba insoportab­le. De los que salimos jamás se ocuparon de nuestro trabajo, como si no existiéram­os.

No soy quien para decir si son o no justificab­les esos despidos. Que ellos lo comprueben. Lo cierto es que en lo político es un mal golpe en su propia casa. Carmen Lira Saade lo recordará toda su vida: la traición a los ideales sale muy cara en los momentos de decisión. Y fue ella, nadie más, la que firmó los despidos. Triste final para quien parece la patrona de La Jornada, hasta su extinción.

Que Blanche Petrich denoste en redes sociales a Judith Calderón por su trabajo de reportera es una joya. ¿Hasta ahora descubrier­on que era de escasa calidad? ¿A cuántos más sacarán por lo mismo? ¿Solo se quedarán los puros? Caray… M

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