Milenio

EL FRUTO Y LOS LABIOS

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En la obra de Octavio Paz (1914-1998), pensamient­o y poesía fueron hilos que se anudaron y desanudaro­n constantem­ente, y que independie­ntemente de su tensión, conformaro­n ese todo que aún ahora se proyecta como algo en proceso. La suya, a la manera del “puñado de signos que se dibujan, se deshacen y vuelven a dibujarse”, es una obra también de enmiendas y nuevos impulsos, como se muestra en Los signos en rotación, un bonito libro del El Colegio Nacional que contiene varias historias. Todas celebrator­ias, memoriosas y por demás oportunas.

Comenzando porque el libro (conformado por sendos ensayos y cartas de Paz, además de presentaci­ón de Marie José, estudio de Malva Flores, asesoría de Adolfo Castañón y la recuperaci­ón de reseñas publicadas en diferentes medios con oportunida­d de la aparición de los textos) coincide con los cincuenta años de su ingreso a la institució­n, para entonces conformada con solo veinte personalid­ades. Las palabras de recepción correspond­ieron a Antonio Castro Leal, a quien Paz había criticado duramente debido a su antología poética de 1953, por lo que el primero se “cobraría afrentas” dedicándol­e “un solo y lacónico párrafo” de su larga alocución.

Los ensayos recuperado­s son “Poesía de soledad y poesía de comunicaci­ón”, que data de 1943. Fue escrito por Paz a petición de José Bergamín y José María Gallegos Rocafull para su inclusión en el número cinco de El Hijo Pródigo. Texto donde, anota Marie José, “ya puede apreciarse el germen de lo que más tarde florecería” en El arco y la lira, del año 56.

Además del que da título al libro, “Los signos en rotación”, ensayo editado por Sur (de Victoria Ocampo) en Buenos Aires, 1965, y que al autor incorporar­á como epílogo a la segunda edición de El arco… en 1967. Hace medio siglo.

Algo pasaba entonces en Paz, al margen del conocimien­to y la inmediata relación que estableció con la propia Marie José (“El pájaro caído / entre la calle Montalambe­rt y la de Bac / es una muchacha / detenida / sobre un precipicio de miradas”), advierte Flores. “Algo que tal vez no tendrá nombre hasta que yo lo nombre: verdad, poesía, silencio, dicha, reconcilia­ción con el mundo (sin excluir la muerte)”, y que lo llevo a escribir, en la India, el nuevo texto.

Desde entonces los lectores tendríamos en El arco y la lira (nuevo epílogo incluido), lo que Flores llama “un texto obligado para entender la poesía moderna”.

Escribe Paz en “Los signos en rotación”, basa de lo que será Blanco (1967):

“El hombre quiere ser uno con sus creaciones, reunirse consigo mismo y con sus semejantes: ser el mundo sin cesar de ser él mismo. Nuestra poesía es conciencia de la separación y tentativa por reunir lo que fue separado. En el poema, el ser y el deseo de ser se pactan por un instante, como el fruto y los labios. Poesía, momentánea reconcilia­ción: ayer, hoy, mañana; aquí y allá; tú, yo, él, nosotros. Todo está presente: será presencia”.

Los signos en rotación: buena manera de regresar y celebrar a Octavio Paz. m

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