Elecciones: costobeneficio
Elecciones van y vienen cada año; promesas sin cumplir que se reciclan; millones de spots inundan las estaciones de radio y televisión, y al final las necesidades más elementales de la población siguen igual: baches, falta de alumbrado, inseguridad, mejores salarios y vivienda, y así se podrían seguir enumerando más carencias; no estamos señalando grandes obras, solo lo básico.
Por ello, nos preguntamos: ¿vale la pena que se destinen 25 mil millones de pesos a las elecciones de 2018? En 2000 se destinaron arriba de 8 mil millones de pesos; en 2006 cerca de 13 mil millones, y en 2012, 15 mil millones. Es cierto que la legislación electoral es muy clara en la fórmula del financiamiento de los partidos y que el INE tiene que cumplir un cúmulo de atribuciones para dar certeza, pero por el momento actual muestra una cifra que ofende a la población.
Tradicionalmente, las autoridades electorales —pasadas y actuales— dicen que se trata de impedir que el dinero no se constituya en un elemento distorsionador de la equidad y que, por ello, debe prevalecer el financiamiento público sobre el privado, o que nuestra democracia no es tan cara si la comparamos con lo que costó la pasada elección presidencial en Estados Unidos.
No se trata de compararnos con otros países, cada uno tiene un sistema electoral muy definido, y el mexicano es sumamente costoso y el beneficio para el electorado no es palpable, no lo percibe en su bolsillo. Es cierto, eso no es problema del INE, que solo organiza y pide 800 millones de pesos para bonos de compensación, cuando esa es su obligación: trabajar; mientras que hay empresas en las que, por carga de trabajo, sus empleados laboran hasta 12 horas al día y no tienen pago de horas extra.
Por otro lado, los ciudadanos se preguntan si los partidos son necesarios, si su existencia resulta más perjudicial que ventajosa, hasta convertirse, sin que ellos lo deseen, en los principales agentes del abstencionismo y la despolitización.
Hay respuestas a favor y en contra a esas interrogantes, pero lo único cierto es que hay un malestar por las exorbitantes sumas de dinero público que se destinan a las elecciones. Tarde o temprano tendrá que terminar el tabú del dinero y las elecciones.