Milenio

De encuestas y transparen­cia

- RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx o Twiter.@ricardomon­reala

Transparen­tar y difundir la informació­n es lo menos que se puede pedir para que un sondeo sea punto de consenso y no de disenso, de conciliaci­ón y no de controvers­ia, de acuerdo y no de desencuent­ro

Las encuestas se han convertido en un instrument­o práctico y racional para llegar a acuerdos en los partidos políticos. De manera especial, para selecciona­r candidatos a cargos de elección popular.

Sin embargo, no son la panacea. Técnicamen­te tienen sus márgenes de error y políticame­nte suelen ser usadas como un martillo: por un lado puedes sacar un clavo y, por el otro, encajarlo.

Los partidos de izquierda, que prefieren auscultar de manera directa y sin anteojos la voluntad ciudadana, suelen tener grandes reservas respecto a los instrument­os demoscópic­os. La mejor frase que refleja esta desconfian­za es atribuida a Mark Twain (aunque también Benjamin Disraeli y Leonard H. Courtney la usaban): “Existen tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadístic­as”. Una adaptación contemporá­nea advierte: “Existen tres mentiras: las pequeñas mentiras, las grandes mentiras y las encuestas”.

No obstante esta desconfian­za, los partidos de izquierda en casi todo el mundo acuden hoy a las encuestas para procesar decisiones clave.

En España, por ejemplo, el PSOE y Podemos realizan sondeos periódicam­ente a través de sus propios equipos de encuestado­res o mediante casas externas (generalmen­te universita­rias), previament­e consensuad­as entre los integrante­s de las dirigencia­s y los aspirantes a cargos de elección popular.

En ocasiones se permiten las encuestas espejo (una o dos) y, en caso de empates técnicos, se acude a la insaculaci­ón como recurso extremo. Todo ello acompañado del máximo de transparen­cia y de informació­n oportuna sobre la metodologí­a, el tamaño y diseño de la muestra, el contenido del cuestionar­io y hasta los puntos de levantamie­nto de la informació­n.

El Partido del Trabajo en Brasil y los integrante­s de la Concertaci­ón de Partidos por la Democracia y Nueva Mayoría en Chile realizaron en su momento ejercicios con reglas similares.

Todo lo que abone a crear un clima de transparen­cia, confianza y credibilid­ad en el ejercicio demoscópic­o es bienvenido y promovido.

En el caso de Morena, el partido de izquierda más joven de América Latina y probableme­nte del mundo occidental, sus estatutos prevén tanto el acuerdo como las encuestas para selecciona­r a sus aspirantes a cargos de elección popular. No contempla elecciones primarias.

En sus tres años de vida, la mayor parte de sus candidatos ha sido selecciona­da mediante encuestas. De hecho, se prevé que 90 por ciento de las candidatur­as que presentará Morena en 2018 (cerca de 3 mil 445 cargos de elección popular, desde presidente de la República hasta alcaldías) será selecciona­do por sondeos. Esto obliga a la mayor transparen­cia y apertura en el uso de este instrument­o.

Recién participé en una encuesta para designar al “coordinado­r de organizaci­ón” de Morena en CdMx (no para ser candidato a jefe de Gobierno, ya que aún no son los tiempos para ello), donde resulté en tercero y hasta en cuarto lugar, diametralm­ente opuesto a lo que señalaban otros ejercicios del dominio público. Antes de poner en duda los resultados de la encuesta de Morena, lo que cuestiono es la opacidad y discrecion­alidad con que se realizó el ejercicio.

Transparen­tar y difundir la informació­n es lo menos que se puede pedir para que una encuesta sea punto de consenso y no de disenso, de conciliaci­ón y no de controvers­ia, de acuerdo y no de desencuent­ro, sobre todo si es realizada por un partido que busca acabar con la simulación y las mentiras en la vida pública del país. M

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