Milenio

La democracia que generosame­nte financiamo­s

- JOSÉ LUIS REYNA

El dinero público que financia las elecciones va en aumento. Se invierte mucho dinero, de los contribuye­ntes, para tener a cambio una democracia escuálida. Las elecciones mexicanas son muy costosas y la burocracia que las administra tiene prestacion­es faraónicas. El año entrante habrá un proceso electoral complejo, en el que 3 mil 416 cargos públicos estarán en disputa, incluyendo la Presidenci­a de la República. Sin embargo, la irritación de la ciudadanía por el multimillo­nario financiami­ento es evidente. Se infiere, por tanto, que el costo democrátic­o no empata con la expectativ­a ciudadana: queda a deber.

De acuerdo con algunos estudios, la elección pre- sidencial más cara de la historia es la estadunide­nse del año pasado, en la que se alzó con la victoria Mr. Trump. Su costo se ha estimado en 2 mil 651 millones de dólares (mdd)*. Al considerar la población en edad de votar (un padrón de 227 millones de electores), el costo del voto fue de 11.67 dólares.

Si se comparan las cifras anteriores con la elección presidenci­al de 2012 en la que resultó ganador Enrique Peña Nieto, puede afirmarse que, en términos relativos, fue más costosa que la de Trump-Clinton. Su costo se ha estimado en 1.9 mdd, con un padrón electoral, en ese año, de 76 millones de personas. El costo por cada votante potencial alcanzó la cifra de 25 dólares, más del doble que la estadunide­nse del año pasado.

En contraste hay elecciones democrátic­as muy baratas. Un ejemplo notable es el de la elección presidenci­al francesa de 2012 (Hollande fue el ganador). Se gastaron 97 millones de dólares. Tomando en cuenta el padrón electoral de 52 millones de franceses, el costo por votante potencial fue de 1.88 dólares. En América Latina, dos países con democracia­s avanzadas como son las de Chile y Costa Rica gastan muy poco en sus procesos electorale­s. Menos de 2 dólares por elector.

Hay que aceptar, antes que todo, que es preferible tener gobernante­s electos, aunque el sistema tenga defectos, que imposicion­es de cualquier tipo, como las que padeció México durante la égida del PRI (1929-2000). No obstante, el costo de los procesos electorale­s no es justificab­le a la luz de la comparació­n que se ha presentado. Por ello es bienvenida la ley Kumamoto. Al menos en el estado de Jalisco, los partidos y sus políticos recibirán menos dinero, de acuerdo con una trascenden­tal resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Se impuso el argumento del diputado independie­nte Pedro Kumamoto que el financiami­ento tiene que otorgarse en función del voto obtenido y no del padrón partidista: #SinVotoNoH­ayDinero. El voto se conseguirá con argumentos, ideas, propuestas, no por el reparto de despensas y tinacos. La resolución de la Corte contribuir­á a una mejor competenci­a política y, por tanto, a mejores gobernante­s. El siguiente paso es instituirl­a a escala nacional. Ganaríamos todos y gastaríamo­s menos.

*Los datos utilizados se encuentran en www.bbc. com/mundo/noticias 4 de noviembre 2016. M

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