Milenio

ARMANDO JIMÉNEZ, AUTOR DE PICARDÍA MEXICANA Cien años del Gallito inglés

Albures, calambures, dichos o frases de doble sentido fueron reunidos en su obra; la investigac­ión en el folclor mexicano le llevó más de diez años de su vida

- Jesús Alejo Santiago/México

En las páginas de Picardía mexicana vienen comentario­s de Alfonso Reyes, Rosario Castellano­s, Rubén Salazar Mallén, Emmanuel Carballo y algunos otros intelectua­les que hacia 1960 formaban parte del ámbito cultural mexicano, lo que no solo le dio una mayor fuerza editorial, sino hasta ayudó a su autor, Armando Jiménez, a enfrentar la censura de aquellos días. “El libro se publicó por vez primera en un momento muy difícil, aún existía la legendaria Liga de la Decencia, y había una censura muy fuerte en diversos ámbitos, pero mi padre tuvo la audacia de hacerse prologar por gente del ámbito intelectua­l, por quienes eran las estrellas de la cultura de ese momento, lo que le sirvió de escudo para que la censura no se fuera contra él”, recuerda su hijo, quien lleva su mismo nombre, a unos días de que se conmemore el centenario del nacimiento del escritor.

Armando Jiménez Farías (Piedras Negras, Coahuila, 10 de septiembre de 1917 - Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 2 de julio de 2010) fue ingeniero y arquitecto, especializ­ado en construcci­ones deportivas, en un tiempo en que no se conocía como tal y se dedicaba a estadios, albercas, canchas y viajó por todo el país y otras partes del mundo, incluso participó en la construcci­ón de la cancha del Estadio Azteca.

“Conocí a mi padre pelón, porque como un arquitecto reconocido no quería que solo lo asociaran con el libro, incluso durante muchos años firmó el libro como A. Jiménez para permanecer en el semianonim­ato, no fuera que la emprendier­an en contra de él”.

Su profesión como arquitecto, recuerda su hijo, lo llevó a tener una cultura vasta y “tenía como reto personal ese lugar común de tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro”, para lo cual dedicó casi una década de su vida a la recopilaci­ón de lo que se concentra en Picardía mexicana. “Buscaba que fuera una obra que acrecentar­a su cultura, que lo ayudara a conocer de un tema en específico, y él era muy mexicanist­a, le gustaba mucho la arqueologí­a y decidió tomar un tema mexicano. “Supongo que habrá tenido que ver su contacto diario con la gente que trabaja en la construcci­ón, especialme­nte los albañiles, de quienes conocemos el lenguaje más florido y los piropos más hermosos o los albures más soeces, entonces decidió tomar el albur, las malas palabras, las groserías como la sustancia de su libro”. Paraconmem­orarelcent­enario del nacimiento del Gallito inglés, Editorial RM lanza una edición facsimilar de Picardía mexicana, uno de los libros más vendidos en México: se han realizado del volumen alrededor de 140 ediciones, con más de cuatro millones de ejemplares vendidos, lo que para el mercado mexicano es de resaltar. “Ciertament­e, el primer sorprendid­o fue él, al grado de que tuvo que dejar su carrera de arquitecto, por el éxito que tuvo. No sé si habrá sido por el morbo o por el rompimient­o de cadenas de censura, lo que desató el boom del libro”, asegura Armando Jiménez hijo, un convencido de que más allá de los textos de intelectua­les que le dan otro valor a la obra, ya tiene un peso hasta histórico. “Porque reúne cosas que están desapareci­endo, tienden a esfumarse del lenguaje, de la manera de ser el mexicano, ahora que estamos en tiempos de lo políticame­nte correcto, y toman su lugar otros modos de comunicaci­ón, como lo son los memes”. Resortes.

Más allá de Picardía mexicana, Armando Jiménez publicó otros 11 títulos, todos vinculados con el primero, como un Tumbaburro­s de la picardía mexicana, un diccionari­o de malas palabras, con todas sus acepciones y sus usos correctos e incorrecto­s.

Sin embargo, una faceta que poco se conoce de don Armando Jiménez es el ámbito familiar, incluso llega a sorprender, acepta su hijo: el autor era una persona un tanto adusta, “no era fiestero ni tomador, en muy contadas ocasiones en mi vida lo vi beber alcohol, jamás borracho”. “A mí me molestaba mucho que todo mundo conociera el libro, usaba casi de memoria los contenidos y yo no sabía de qué hablaban. Mis amigos no podían creer que no lo conociera y no es que fuera mojigato, simplement­e decía que siempre hay una edad para todo y llegado el momento tendríamos acceso al libro”.

Albures, calambures, dichos o frases de doble sentido fueron recopilado­s en esta obra por don Armando Jiménez, quien más de la mitad de su vida la dedicó de lleno a esa labor: hurgar en el folclor, en el humor de los mexicanos. M

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El autor (izq.), Delia Magaña y Adalberto Martínez
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