Milenio

EMPIEZA HOY LA EDICIÓN 21 DEL TOUR DE CINE FRANCÉS “Hay que beber mucho para conocer el vino”: Cédric Klapisch

En los oficios de esa bebida y del cine “hay que respetar la tradición”, pero cada año hay que inventarlo­s; “creo que es una buena metáfora del mundo moderno”, dice el director galo

- José Juan de Ávila/México

Cédric Klapisch encontró en su más reciente filme, Ce qui nous lie (El viñedo que nos une, 2017), la metáfora perfecta sobre el tiempo, la tradición y la defensa del cine de autor, del artesanal: el vino.

En su regreso a México tras casi una década, el realizador francés literalmen­te compara la producción del vino con la de una película, y sostiene: “Hay que beber mucho para conocer el vino”. Para parafrasea­r a Charles Baudelaire, que justo cumplió 150 años de inmortalid­ad, Klapisch parece incitar así a los espectador­es a su poesía: “¡Embriáguen­se sin parar! De vino, de cine o de virtud, a su antojo.

“Creo que la tradición del vino es una metáfora del cine. Estamos en un mundo liberal que se basa más en grandes sistemas comerciale­s. Soy defensor del lado artesanal del cine: debe continuar haciéndose con un equipo pequeño, no más de 50 personas, con un proceso de creación más que de consumo. En el cine hay una lucha por conservar este aspecto, y me doy cuenta de que con el vino sucede lo mismo”, expresa el realizador, preocupado siempre en sus filmes por el contexto social y humano, como en Paris (2008) y en Ma part de gâteau (Mi parte de pastel, 2011). “Hay grandes grupos económicos que compran viñedos, y a menudo son personas que ni siquiera conocen de vino, sino solo su valor comercial. En Francia es objeto de especulaci­ón, y hay quien compra un viñedo por 10 veces más de lo que vale y así logra apropiarse de ellos. Para la gente en Borgoña es muy difícil defender el lado humano del trabajo. Lo mismo ocurre con el cine”, señala.

Klapisch (Neuilly-sur-Seine, 1961) comenzó a cultivar Ce qui nous lie —con la que arranca el 21 Tour de Cine Francés— hace 10 años en los viñedos de Borgoña, adonde solía ir en su juventud con su padre y sus hermanas a recorrer cavas. La filmación duró un año, a lo largo de las cuatro estaciones del vino. Su cinta, dice a MILENIO en entrevista, es en los hechos mezcla de documental y ficción, pues en ella se registró una vendimia real. “Como con el vino, el tiempo fabricó la película. Hubo cuatro filmacione­s, una por estación”, refiere.

En Ce qui nous lie, Jean (Pio Marmaï), después de años de vivir en el extranjero, se reúne con sus hermanos menores Juliette (Ana Girardot) y Jéremie (François Civil), para enfrentar la muerte del padre y el dilema de vender o conservar el viñedo familiar ante el alto pago fiscal para recibir la herencia.

El realizador admite que tras sus anteriores películas ambientada­s en París, Londres y Nueva York, deseaba salir de la ciudad y filmar la naturaleza. Así se reencontró con la Francia rural, agrícola, de Borgoña, la de los recuerdos con su padre y sus hermanas, de las tradicione­s y las familias.

“A nivel social mi película habla de un cambio. Actualment­e la vida se divide entre el mundo urbano y rural. Ahora necesitamo­s cambiar esa relación”, dice Klapisch.

Admite que en este largometra­je, con una fotografía y un guión enfocado al placer de los sentidos —incluye las bellezas de Ana Girardot y María Valverde—, hay mayor complejida­d e intensidad con menos personajes, mayores sutilezas y cargas simbólicas.

Juliette, por ejemplo, desde el principio fue concebida como la de mayor talento para el vino. “Es la más dotada con el sentido del gusto, su memoria era la mejor asociada con él”, señala Klaplisch, en respuesta sobre si el personaje de Girardot era representa­ción simbólica de la Madre Tierra, del arraigo. A la actriz francesa incluso la llegó a emborracha­r de verdad durante la filmación; después le mostró en video cómo se comportaba ebria para que actuara como una joven borracha, cuenta el cineasta que ha dirigido, entre otras, a Juliette Binoche, Audrey Tautou y Catherine Frot. “Cada uno de los hermanos posee distintas habilidade­s asociadas con la memoria: Juliette la tiene muy

Hablar de fraternida­d es “una de las razones de esta película”, según expresa el cineasta

olfativa y gustativa, recuerda el vino de hace cinco años; Jéremie, el menor, para las cosas familiares que los otros ya olvidaron, y Jean, el mayor, la tiene del viaje y de lo que conoció en el extranjero”, explica sobre la elaboració­n del guión con Santiago Amigorena. Klaplisch estuvo acompañado en México por su guionista francoarge­ntino y compañero en el arte de beber borgoñas y la artesanía del cine, Santiago Amigorena —ex pareja de Juliette Binoche y de Julie Gayet, la amante del ex presidente François Hollande—, con quien empezó a colaborar hace casi 20 años en su filme de ciencia ficción protagoniz­ado por Jean Paul Belmondo Peut-être (Quizás, 1999) y su actor fetiche Roman Duris, a quien descubrió en Le Péril jeune y dirigió después en Chacun cherche son chat, Paris y su trilogía L’Auberge espagnole, Les poupées russes, Casse-tête chinois.

Además de compartir vino, cine y que sus respectivo­s padres son psicoanali­stas, Klapisch destaca que él y Amigorena buscaron hablar del pasado sin caer en el cliché de que éste es mejor. “Ni a Santiago ni a mí nos gustan quienes están obsesionad­os con el pasado. Nos gusta el presente, permitir que las cosas evolucione­n. En los oficios del vino y del cine hay que respetar la tradición, pero cada año inventar nuevos vinos o nuevas películas. Creo que es una buena metáfora del mundo moderno”.

Subraya así en Ce qui nous lie la presencia del tiempo, una de las obsesiones de su filmografí­a: “Está justamente en la metáfora del vino, el único producto que envejece bien. Todos los demás se pudren con el paso del tiempo; en cambio, el vino, entre más viejo, muy a menudo es mejor. En mi cinta quería hablar sobre las ideas de pudrirse y alcanzar la madurez. Un buen vino, en lugar de perder cosas con el tiempo, las gana, como una buena película. “El vino es una mezcla de tiempos: es pasado, presente y futuro. El personaje de Jean prueba las uvas en el presente y sabe qué tipo de vino será: tiene la visión de futuro. Pero también está el vino del padre, del abuelo: representa el pasado, la tradición. Sí, el vino es anulación del tiempo, quizá”, admite.

Sobre por qué en sus filmes no aborda temas como el terrorismo que actualment­e afecta a Francia y, en general, Europa, Klapisch dice actuar con cautela y señala que prefiere más el lenguaje metafórico: “Después de los atentados de 2015 en Francia hay muchas películas de jóvenes cineastas sobre terrorismo, que es una realidad en el país sobre la cual es importante hablar. Pero es muy delicado hablar sobre el tema, en el que se mezclan problemas étnicos y religiosos con económicos, y es muy difícil evitar caer en el racismo o estupidece­s sobre la religión”, expone el realizador de origen judío. “Así que intento ser más metafórico. Es una de las razones de esta película: hablar de la fraternida­d, porque después de los atentados contra el semanario Charlie Hebdo en todas partes se hablaba de ella. Así que esa palabra que describe la solidarida­d, en Ce qui nous lie muestra la relación entre los dos hermanos y la hermana. En la sociedad uno quisiera que pudiera ser así”, apunta.

Sobre la coincidenc­ia de su filme con la llegada de Emmanuel Macron a la presidenci­a de Francia, celebra su elección, aunque admite no compartir muchas cosas con éste: “Francia necesitaba un presidente joven, porque el mundo de hoy necesita ser pensado con los conceptos de hoy”, argumenta.

El 21 Tour de Cine Francés comienza a partir de hoy en salas comerciale­s de 74 ciudades del país, cineclubes y Cineteca Nacional, e incluye Aún más bella, El reencuentr­o, El viñedo que nos une, Frantz, Los ex, Paso a paso y Una familia peculiar, además de 25 cortos mexicanos. M

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