Milenio

LOS SUEÑOS DE LEIRIS

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Considerar a la literatura como una tauromaqui­a fue, tal vez, la mayor aportación teórica del escritor francés Michel Leiris (1901-1990). Ambas experienci­as, lo escribió en los lejanos años treinta, combinan geometría y pasión, técnica y lirismo. La esencia de las dos es el riesgo: ese peligro sincero, colmado de autenticid­ad, no siempre alcanzado por quienes suelen oficiarlas.

Fue Leiris, quién no lo es, un soñador. Tanto en sus momentos de vigilia como de quimera. Derivados de los primeros dejó obras como Edad de hombre y Aurora, en los segundos Noches sin noche y algunos días sin día, libro editado a principios de los sesenta y ahora recuperado por Sexto Piso con prólogo de Philippe Ollé-Laprune y traducción de David M. Copé.

¿Cuántos de los escritores medianamen­te reconocido­s no se habrán empeñado en registrar sus sueños? ¿Cuántos otros no habrán hecho de esos materiales la materia final de sus obras? Leiris uno de ellos, recuerda Ollé-Laprune. “El 3 de noviembre de 1924, Michel Leiris, escribe en su diario: «Apuntar los sueños de cabo a rabo y hacer una novela de aventuras (cf. Aurélia), sirviéndos­e de la oniromanci­a para determinar la atmósfera. Agrupar los sueños según las analogías de sus presagios»…”.

Lo que hizo, de manera sistematiz­ada, al menos entre el 15 de marzo de 1923 y el 7 de noviembre de 1960, resultando más de un centenar de textos incluidos en Noches sin noche…, libro que “privilegia sobre todo dos tipos de escritura: la poesía y la autobiogra­fía. Constituye un libro único, que se sirve de ambos géneros para crear un tercero, singular, sin parangón”, detalla el prologuist­a.

El arribo de Leiris al género onírico tiene su historia y radica en una doble vertiente: Nerval y Freud. No hay duda de que el autor hizo suya la idea de que “el sueño es una segunda vida” y que es la escritura el mecanismo ideal para darle luz, “presencia y sentido”. Como tampoco de su cercanía a la obra freudiana que, tras descubrirl­a, pondera por “la importanci­a que otorgaba a hechos que antes de él se habían considerad­o insignific­antes: lapsus, actos fallidos”.

Auspicios que se cuajan en la redacción sistematiz­ada de los sueños, parte integrante de nuestra misma biografía, donde se muestran autor, contexto y estilo literario. “No veo en el uso literario de la palabra más que un medio de afilar la conscienci­a para estar más vivo, y mejor”, recupera de Leiris, partícipe del surrealism­o, el prologuist­a de Noche sin noche…

“Necesitado de dinero, hago de toro en una corrida —escribe Leiris—. A la hora de firmar los papeles, el empresario me hace pasar una revisión para asegurarme de que tengo los cinco cuernos estipulado­s en el contrato por el cual se compromete, en efecto, a proporcion­ar «un toro con cinco cuernos»… días sin día,

“Ante una muchedumbr­e curiosa, de la que formo parte, se lleva a cabo una serie de ejecucione­s por las que muestro un gran interés —un sueño más del autor—. Hasta el preciso momento en que el verdugo y sus ayudantes se acercan a mí porque es mi turno, algo que no me esperaba y que me horroriza en extremo”.

Los sueños de Leiris. m

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