Más importantes de su gobierno, recibió apoyos y anunció más proyectos. La Asamblea fue rodeada por perredistas que lo aplaudían
Mancera ensalzó las obras
Madrugaron. Hombres y mujeres. Blandían banderolas amarillas y coreaban el apellido del mandatario local y las siglas del partido que gobierna en la capital. Estaban sobre Lázaro Cárdenas y Allende y Donceles. Formaban una especie de coraza. Eran militantes perredistas que aplaudían a Miguel Ángel Mancera.
Era el preludio del quinto informe del jefe de Gobierno, en la Asamblea Legislativa, quien ensalzaría sus “cinco años de hechos y no de cálculos políticos”. Parecía su último mensaje. Desde la tribuna lo insinuaría el panista Jorge Romero Herrera quien, como colofón, exaltaba al gobernante, que no esconde su aspiraciones.
Romero Herrera, presidente de la Mesa Directiva de Asamblea, empezó diciendo que “ya es del conocimiento público”, pues “él mismo lo ha hecho”, y “es sumamente probable que este haya sido el quinto y el último informe de Mancera como jefe de Gobierno de esta ciudad”.
Había sido cerrado con broche de halagos una ceremonia donde había invitados de diversos colores, desde el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, hasta el dirigente panista Ricardo Anaya, pasando por gobernadores de varios estados y jefes delegacionales, incluidos Ricardo Monreal, de Cuauhtémoc, y Claudia Sheimbaun, de Tlalpan, que se saludaron de beso y abrazo.
Fue extenso el preámbulo que hizo el panista, para luego aceptar “que es tan extremo decir que estos han sido cinco años de maravillas y que solo admiten aplausos, como es igual de extremo decir que estos han sido cinco años de puras tragedias y que sólo se admiten desaprobación”.
Hizo muchos rodeos y justificó su argumento con un “no es indigno reconocer los aciertos de un gobierno, aunque no sea el de nuestro color”, dijo, “yo sí le extiendo un reconocimiento público por sus cinco años al frente del gobierno de esta ciudad al doctor Miguel Ángel Mancera Espinosa. Algunos coincidirán conmigo, algunos no, así es esto, pero yo sí extiendo ese reconocimiento”, expresó Romero.
La mayoría había coincidido en hablar bien de Mancera, excepto los de Morena, en voz de César Cravioto. “Las odas y las porras las dejamos a las otras bancadas”, pero, añadió, refiriéndose al Jefe de Gobierno, “conocemos su capacidad de adulterar la realidad sin sonrojarse”. Al morenista le tuvieron que bloquear el audio, pues se había comido siete minutos más de lo permitido en su alocución. Ellos, los de siempre, habían llegado temprano a una ceremonia que empezó tarde. La huestes perredistas, armadas de banderines, banderolas, pancartas y mantas, se mantuvieron de pie y sentados alrededor de la sede de la Asamblea.
Al paso de invitados y funcionarios lanzaban coros a Mancera, jefes delegacionales y dirigentes partidistas que llevaron a sus militantes de diversas demarcaciones, y empleados sindicalizados, como sucede en estos casos. Los que hacían más ruido eran los de Iztapalapa, Coyoacán, Gustavo A. Madero y Álvaro Obregón.
“Mancera para presidente”, se leía en las mantas sostenidas por señoras y señores. “Vamos contigo”. La foto del jefe de Gobierno se multiplicaba con la frase de “Mancera, el hombre de hechos”. Otro letrero que se repetía era el de “...cinco años de gobierno, no de política”.
En las pantallas gigantes, en las que se repetían anuncios del jefe de Gobierno, no se proyectaba lo que sucedía en el interior del recinto; después solo se escucharían reiterados valses y música folclórica.
Los invitados seguían llegando en autos. Enfilaban por Donceles y quebraban hacia la izquierda, sobre Calle 57. Individuos vestidos de negro, papeles blancos en mano, descendían de amplias camionetas oscuras y avanzaban con pasos largos. Se les hacía tarde.
Por fin, a eso de las 13:30, aparecieron en las pantallas imágenes de lo que sucedía adentro del recinto. Era larga la lista de invitados especiales, a muchos de los cuales el Jefe de Gobierno mencionó y agradeció su asistencia.
Mancera entregó el informe por escrito; y de entrada se refirió a “un antes y un después” de 2017, durante su administración, con “cinco años de hechos, no de política”, y recordó que uno de los momentos más difíciles fue el día que se recuperó el zócalo capitalino, sin violencia ni sangre.
Y luego hizo anuncios de nuevas obras, y salió con las manos en alto y saludos a la concurrencia, dentro y fuera del recinto; más allá de la esquina de Donceles y Allende, sin embargo, donde temprano habían atiborrado, solo quedaban sillas y uno que otro simpatizante deambulando. Tenían rato de haber partido. M