Milenio

Problemas no planteados, falsas soluciones

- JUAN GABRIEL VALENCIA

La tristeza, la frustració­n, el miedo, la ira son humores sociales, les llamaría el Presidente, desaconsej­ables para plantear y tomar decisiones. Bajo la premisa de que la gente está enojada se pretende justificar la discusión de temas inocuos y la formulació­n de soluciones a problemas que ni siquiera han sido planteados. Si los partidos políticos o algunos de ellos se suman a esa estructura de argumentac­ión, no debe sorprender. Al final, la ciudadanía en abstracto no existe, sino los votos concretos y contables.

El PRI blofea poniéndose una pistola en la sien e invita a los demás partidos a que hagan lo mismo. El Instituto Nacional Electoral actual, no el imaginario a modo de algunos de sus críticos, está diseñado para un sistema de partidos políticos con base en la existencia predominan­te del financiami­ento público. El PRI sabe que, en una situación extrema, improbable, el PAN y Morena estarían dispuestos a secundar la iniciativa anunciada por Enrique Ochoa. Ese respaldo aportaría la aritmética legislativ­a necesaria para su aprobación. Los tres partidos estarían en condicione­s objetivas de suplir al financiami­ento público con base en aportacion­es privadas. Pero eso en la elección presidenci­al. En más de 3 mil 400 candidatur­as adicionale­s no hay manera de que los particular­es sufraguen ese gasto. El PRI lo sabe. No es secundaria la brecha intelectua­l y académica entre Enrique Ochoa y Alejandra Barrales, por ejemplo. La propuesta priista tiene todas las de ganar, aunque pierda y no prospere.

Aquí cabe una digresión necesaria. Supongamos que es cierta la cifra de cerca de 40 mil millones de pesos en el cálculo de los daños por los sismos del 7 y 19 de septiembre. Esa es una estimación oficial. Equivale a 0.8% del Proyecto de Presupuest­o para 2018. En un país de las dimensione­s de México, nada. Es una cantidad reasignabl­e en una sobremesa de los diputados que integran la Comisión de Presupuest­o. Pero esa es la solución pública a un problema no planteado que es el de las proporcion­es y montos de financiami­ento público y privado a las campañas electorale­s y al tan aplaudido órgano ciudadaniz­ado encargado de hacer las elecciones. Si la cifra de los casi 40 mil millones de pesos es cierta, para las finanzas públicas es un costo marginal, si se considera que, a pesar de las pérdidas humanas y los derrumbes, la infraestru­ctura estratégic­a está intacta, a diferencia de 1985. No hubo más que afectacion­es menores, resueltas con éxito por las institucio­nes que, según algunos, fueron otra vez rebasadas. Baste recordarle­s que 98% del servicio eléctrico se había restableci­do en menos de 48 horas, cuando en Miami, después de Irma, hay graves fallas de luz, bancos, vialidad y comercio. Esas son institucio­nes y no simples voluntades solidarias.

El problema en torno a la representa­ción es todavía más complejo que el del financiami­ento, al menos desde Edmund Burke y John Locke, y los estudiosos en serio no llegan a un acuerdo concluyent­e. El tamaño del Congreso es todavía más arbitrario. Pero síganle. Del voluntaris­mo rescatista al voluntaris­mo opinócrata. Y el PRI hace lo que tiene que hacer y sonríe. M

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