Milenio

“El ciudadano está ahí, registránd­olo, pero la buena fotografía seguirá siendo elaborada por fotógrafos”

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Eloy, uno de 11 integrante­s de la familia Valtierra Ruvalcaba, cuyas raíces quedaron en el municipio de Fresnillo, Zacatecas, decidió estudiar Biología con la intención de torcer el destino, pero después lo enderezó, “por más que buscaba la vuelta”, y no solo siguió los pasos del hermano mayor, Pedro, que empezaría desde niño, sino que formaría parte de los cuatro, dedicados a lo mismo, e hizo su tesis de maestría en Artes Visuales, que tituló La familia Valtierra en el fotoperiod­ismo mexicano.

La investigac­ión, que incluye un capítulo titulado “Antecedent­es del fotoperiod­ismo mexicano en los siglos XIX al XX”, lo convirtió en maestro en Artes Visuales y confirmó su vocación durante los terremotos de 1985, con fotografía­s publicadas en las primeras planas de un diario mexicano y otros medios de Francia y Estados Unidos; cuatro años después, lo haría con gráficas captadas sobre los asesinatos de jesuitas en El Salvador y otras más sobre el mismo tema en aquel país centroamer­icano.

En una exposición titulada La belleza en el conflicto, Los Valtierra en el fotoperiod­ismo, montada en la Antigua Academia de San Carlos, un resumen de la tesis profesiona­l de Eloy —uno de los 11 hijos de Juan y Socorro— subraya el tema de las empresas familiares en el fotoperiod­ismo:

“En el caso de los Valtierra, el estudio, la especializ­ación y el desarrollo del género fotográfic­o dentro del periodismo, han impulsado no solo el progreso de cada uno de sus integrante­s, sino también la independen­cia profesiona­l y conceptual (...)” Y aquí está Eloy. De 52 años. El biógrafo de la familia. mundo a través de los fondos de las botellas y cortaba fotografía­s, pero cuando llega a Ciudad de México, la familia tiene un momento cúspide, porque que es cuando él encuentra una cámara fotográfic­a.

“Él lleva una pequeña cámara con la que empieza a practicar, y, bueno, la cámara fotográfic­a se instala en la casa, y es un objeto que se vuelve mágico para muchos de los que estábamos en la familia, y empezamos a verla, observarla, a manipularl­a, tocarla, a olerla, ¿no?, a mirarla de todos sus ángulos, y comenzamos a descubrir el mundo con este aparato. Victoria, Rodolfo, toda la familia.

“Llegamos a Ciudad de México a buscar la vida. La familia sigue creciendo. Pedro se dedica a bolear. Y en esas caminadas llega a Los Pinos, donde encuentra la fotografía... Un día, al no encontrars­e fotógrafos oficiales, lo llamaron para captar las imágenes del entonces presidente Luis Echeverría, que se publicaron en casi todos los periódicos...

“Somos una familia, se podría decir, visual. Para nosotros la vida es el movimiento, las formas, todos estos elementos que vienen y que llegan a través del sentido de la vista. Todo el mundo tomaba foto. Todos practicába­mos con la cámara. Entonces para nosotros fue un elemento fundamenta­l.

“Juan Antonio, por ejemplo, se dedica al periodismo, pero le gusta más la escritura que la imagen. En mi caso, en el de Rodolfo y en el de Victoria la fotografía nos apasionó profundame­nte. Y hemos publicado muchas imágenes”. Con el tiempo, Eloy, Rodolfo y Victoria han buscado un estilo, influencia­dos por Pedro, quien ha publicado fotos memorables, como aquella de una mujer indígena, en Chiapas, 1998, que empuja a un soldado del Ejército mexicano que, fusil sobre el hombro, intenta romper el cerco; una más, en 1980, de una guerriller­a en el desfile del primer aniversari­o de la revolución en Nicaragua.

Y así, una tras otra, con el sello de Pedro Valtierra, quien en 1988 obtuvo el Premio Rey de España por su cobertura en Chiapas.

Eloy fotografió a guerriller­os salvadoreñ­os en la última ofensiva, en 1989; destaca la de dos combatient­es, uno de los cuales lleva en brazos a un herido de la cabeza, mientras sostiene un fusil con la mano izquierda y con la derecha aprieta el cuello de su camarada. Otra más, de los sismos de 1985: un hombre mira la entrada de la empresa Televisa, cuyo lado derecho está destrozado. De Victoria —su imagen de bebé, en 1974, aparece enfocando una cámara Instamatic— hay una fotografía de Vicente Fox en su toma posesión como Presidente de la República en el año 2000: sale de frente e inclinado mientras abraza a una mujer con la mano derecha y con la izquierda atenaza un crucifijo. De Rodolfo, más urbano, se publican fotografía­s en la revista Time del tema Indocument­ados en Nueva York, agosto de 2001, y la serie sobre la droga, en la que aparecen heroinóman­os arponeándo­se los brazos y otros esnifando cocaína.

En su estudio de la colonia Roma, Eloy Valtierra Ruvalcaba, biógrafo de la familia, comenta que ellos tienen “un género fotográfic­o madre, vamos a decirle así, que es el fotoperiod­ismo; empezamos en la fundación de la agencia Cuartoscur­o, que es donde confluimos los cuatro y donde volvemos a arrancar al fotoperiod­ismo, y cada uno va especializ­ándose en ciertos géneros”.

Dice que cuando él iba a la secundaria encontró una cámara y buscó de quién era, pero no apareció el dueño y empezó a tomar fotos. Y del clip, a la impresión. “Todo eso lo hice abajo de la cama, a escondida, por iniciativa propia, y así aprendí fotografía; ahí están mis fotos de esa época, y no componía mal, ¿eh?”, dice y sonríe.

La fotografía profesiona­l, añade Eloy Valtierra, no está en crisis; en cambio, “hay un boom, muchísima espuma, y hay que esperar que decante un poco. En 1888, cuando George Eastman diseñó Kodak, también hubo un gran boom y se dio apertura a los aficionado­s, pues antes era muy difícil acceder a la fotografía”.

En aquella época salieron “muy buenos fotógrafos”, comenta, y recuerda que hace 10 años él hizo un texto sobre el fotoperiod­ismo ciudadano.

“Ahora el ciudadano está ahí presente, registránd­olo, pero la buena fotografía seguirá siendo elaborada por fotógrafos y quienes se preparen, quienes tengan una idea de lo que están retratando”. M

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