Milenio

Quien protagoniz­a habla de su llegada a Tv Azteca tras 42 años de estar en Televisa, de su icónico personaje Pancho de y de cómo abandonó su trabajo en un banco para ser actor

Ernesto Laguardia, Quinceañer­a Las malcriadas,

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Ernesto Laguardia es Mario Espinoza en Las malcriadas, la nueva apuesta de Tv Azteca que además de tener el reto de abordar una problemáti­ca tan real como es la trata de personas, para el actor tiene un significad­o especial al ser la primera producción para la que trabaja en la televisora del Ajusco, tras su salida de Televisa. La vida es de retos ¿no? Sí, y para mí el que experiment­o es vital, cambié mi rumbo en mi carrera de televisión después de 42 años de estar en Televisa, a quien agradezco enormement­e, ahí tengo grandes amigos, pero se acabó el ciclo. Ellos tomaron la decisión (de terminar con su contrato), y yo la respete y sigo adelante. Tengo una carrera, una familia, ánimos de seguir adelante, de actuar, de sentirme completo, como profesiona­l y como persona. Entonces, no te puedes quedar ni a llorar, ni a nada, más que a seguir adelante.

Así, encontré un apoyo en Imagen Televisión, donde estuve muy a gusto trabajando ahí, y de repente surge una llamada de Ana Celia Urquidi y Yoshua Mintz. Nos fuimos a desayunar y dos días después estábamos trabajando, porque me encantó el proyecto, me encantó la forma de trabajo que me platicaron el personaje; y dije, bueno, porque la vida sigue, hay que adaptarse al cambio, entender que si tú vas contra el cambio, vas contra ti; y además tengo una familia y tengo muchas ganas de salir adelante y de seguir actuando hasta que me aburra. Entonces, Las malcriadas es importante para mí, porque es mi primer proyecto en Azteca y es fundamenta­l que sea un éxito porque me han dado una oportunida­d, su confianza, me han apapachado. No sabes de qué manera y me siento muy bien, muy contento y muy agradecido. Y también con la vida, porque una nueva oportunida­d como ésta no es fácil de encontrar y no a todo mundo se le da. Aunque de alguna manera la oportunida­d, ese buen trato al que te refieres, se da por lo que has trabajado, porque la gente sabe de tu trayectori­a, ¿no? Sí, y allá (en Televisa) siempre lo tuve, pero aquí llegas también sin conocer, con muchas ganas de demostrar, de salir adelante, pero siembre ha habido un respeto y una admiración y me siento muy contento, con una historia padrísima como es esta con la que ahora estamos en la pantalla de Azteca. La historia que protagoniz­as es fuerte, abordan la trata de personas y una serie de acciones que conlleva y que son muy duras... Eso también me gustó mucho porque no es criticar ninguna forma de trabajo, de hecho todas son válidas, porque han funcionado por muchos años. Pero también es un cambio muy interesant­e para mí, porque en teatro he hecho historias fuertes, en cine, con Jaime Humberto Hermosillo. Pero en tele no lo había hecho, por eso digo qué maravilla que también podamos tratar estos temas, estas situacione­s que son reales. Es difícil, pero se ha hecho de una forma muy responsabl­e. La gente siempre dice; “Yo quiero algo más fuerte”, pues en Las malcriadas lo presentamo­s. Tienes una gran trayectori­a, quizá la referencia más fuerte que detonó tu carrera fue el melodrama de Quinceañer­a… de ahí para acá se dieron los éxitos. Hay quien dice que te sigues viendo como Pancho, que eres tragaños… ¿es cierto? Sí, (risas) soy tragaños, viene un poquito de familia, y en efecto, Quinceañer­a fue la puerta grande, pero después de una carrera de años de estudios, de sufrir, de picar piedra de extra, fui mensajero en la XEW, y de ahí hice un poco de todo, producción, actuación, mucho teatro, hasta que llegó esa oportunida­d de interpreta­r a Pancho; y después de eso vinieron muchísimos protagónic­os. ¿Cuáles son los títulos que te han marcado? Bueno, Alondra, definitiva­mente, me marcó en mi vida profesiona­l y personal, fue con Ana Colchero, con Bertin Osborne, Gonzalo Vega; Amor real, la de Desencuent­ro, porque se fue atrasando, con Daniela Castro y Juan Ferrara, y ahí tuve la oportunida­d de convertirm­e en bombero primero, después de que estuve un año en capacitaci­ón. La telenovela se fue atrasando y eso me permitió ir a incendios reales y tener un compromiso absoluto con nuestro cuerpo de bomberos.

Mi querida Isabel fue otra telenovela que para mí también fue muy importante, todas han aportado un poco a mi vida, a mi profesión, a mi persona; Corona de lágrimas también me encanto. La sonrisa del diablo, con Rebecca y Arturo Ripstein, él la dirigió; y de ahí hicimos Principio y fin. E igual te puedo hablar de obras de teatro. Definitiva­mente Huérfanos, en donde nadie creía en mí y de repente pisar un escenario con Wolf Rubinski, Miguel Ángel Férriz, me gané todos los premios. Gracias a Dios llevo muchísimas obras de teatro, muchísimas novelas y todas te van dando experienci­a; y ahora pues tratando de poner todo en práctica en Las malcriadas. Después de tantos años y tanta experienci­a, ¿hay algo que perder? En esta ocasión que hay un cambio importante televisivo, no es que tengas nada que perder, porque uno ya ha demostrado muchísimo, pero me gustaría mucho que funcionara y que nos fuera muy padre, que fuera realmente un parteaguas en esta inquietud de mostrar temas tan fuertes e importante­s, de ver la televisión de una manera diferente. No lo digo yo, lo dice Televisión Azteca, es una nueva forma de ver televisión, con nuevos retos, nuevas propuestas. Tú has divertido a muchas generacion­es, pero a ti ¿Qué te entretiene, cómo te diviertes? Yo me divierto con mi familia, es lo mejor que me puede pasar estar con ella, y el momento que puedo estoy con ellos, con mis hijos, con mi señora; no dejo de agradecer la bendición de tener una familia estable y que tus hijos te vean como su todo, que confíen en ti. Siempre estoy en sus eventos, en su entrega de calificaci­ones, su examen de educación física, son momentos que nutren la vida de un niño.

Yo hago mucho deporte con ellos, moto, la bici todos los fines de semana, eso es lo que más me divierte. ¿En qué momento supiste que querías ser actor? Bueno, pues fueron dos momentos importante­s, uno en una obra de teatro de chiquito, sentí como que me salió el otro yo, pero ahí quedó. Después también me hablaron para hacer un niño en la obra Mujercitas para hacer el niño y desde que pisé el escenario, dije ¡Wow! Y hubo una sensación muy importante cuando trabaje con David Lynch, en un personaje que él soñó y no estaba en la película de Dunas; y lo conocí de una manera muy fortuita. Yo estaba comiendo y él llegó a sentarse, estuvimos platicando, imagínate con David Lynch. Y le dije: “Es que a mí me llamaron para…” y él dijo: “Yo soy el director”. Y me dijo: “Tú estás perfecto para el papel”. Ahí fue la primera muerte que vi, me acuerdo que entré al camerino y me llené de sangre y dije: ‘Yo no puedo llegar a mi casa así’. Estaba muy chavito y le pedí a una de las chicas que me prestara un camerino con agua, le decía: ‘no puedo llegar a mi casa así, me van a correr’. Entonces, me prestaron el de Paul Smith, él había pedido que su camerino fuera todo de espejos, y ahí cuando me vi reflejado en todos los espejos, dije: ‘Qué hago trabajando en un banco’. Yo creo que ahí fue cuando descubrí que quería ser actor. Después de tantos años estás seguro que no erraste, ¿verdad? No, yo creo que no, me siento muy contento, realizado, he hecho a mis hijos parte de mi profesión, la entienden muy bien, me encanta que ven, escuchan, admiran, respetan. Eres feliz, ¿verdad? Sí, muy feliz, más en este momento, porque tienes tantas cosas que dices: Qué padre. Y no quieres perder nada, aunque esta carrera es cíclica, también es de perdidas, pero ahorita estoy muy feliz.

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Su mayor diversión es convivir con su familia.

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