Milenio

Lo que el sismo se llevó

- JOSÉ LUIS REYNA jreyna@colmex.mx

Un escándalo tapa el anterior. En este caso un desastre esconde lo mal hecho, que es mucho. Por ello, tanta desconfian­za en el manejo de los fondos para la reconstruc­ción

Las recientes catástrofe­s telúricas no solo dejaron muerte y destrucció­n. Se llevaron, ocultándol­os, escándalos de corrupción y delincuenc­ia. Uno de ellos es el caso del delegado de Tláhuac, Rigoberto Salgado. El 20 de julio pasado fue abatido El Ojos, supuesto jefe del cártel de esa delegación y sus alrededore­s, la agrupación más importante de narcotrafi­cantes enclavada en la capital de la República. Al día siguiente del deceso del capo, en la madrugada, el delegado convocó a su equipo de trabajo a una reunión de emergencia. El pánico los carcomía. Salgado no sabía qué hacer. De acuerdo con algunos de sus allegados, consideró huir del país, un indicio de la fuerte relación entre el capo abatido y el jefe delegacion­al. Si no lo hizo, fue porque, hasta ese momento, su nombre no figuraba eh la carpeta de investigac­ión de la PGR. Dos meses después, aparenteme­nte su nombre sigue impoluto ante los ojos de la autoridad. No ha habido ni siquiera un extrañamie­nto. Puede interpreta­rse lo anterior como una omisión de la PGR, lo que no lo exime de la probable presunción de culpabilid­ad que persigue al delegado: sus nexos con El Ojos eran muy estrechos (El Universal-Metrópoli, 22/VII/22).

Una sofisticad­a investigac­ión periodísti­ca realizada por Animal Político y MCCI (“La estafa maestra”) demostró que el gobierno federal utiliza también la “operación triangulac­ión” (tal como lo hizo el veracruzan­o Duarte) para desaparece­r, y no por arte de magia, los recursos públicos. La investigac­ión detalla y demuestra que el gobierno federal usó 128 empresas fantasmas para desviar recursos millonario­s. Entre 2013 y 2014 fueron detectados diversos contratos ilegales por un monto de 7.1 mil millones de pesos. De esta significat­iva cantidad de dinero, poco menos de la mitad no tiene huella: 3.1 mil mdp se evaporaron sin dejar rastro.

De las dependenci­as federales involucrad­as sobresalen tres: la Secretaría de Desarrollo Social, Pemex y el Banobras. Sus titulares, en el momento del ilícito eran, Rosario Robles, Emilio Lozoya y el ahora flamante gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo. Por desgracia, en este desvío de recursos fueron involucrad­as institucio­nes universita­rias. Entre otras, la Universida­d Autónoma del Estado de Morelos y no llama la atención la del Estado de México. En algunos casos sirvieron para triangular el dinero provenient­e del gobierno federal a empresas fantasmas e incluso a personas sin los requisitos mínimos para ser sujetos de un contrato. No es fortuito que el auditor superior de la Federación haya afirmado a pregunta explícita al respecto: “Sí, es un fraude”.

Si éstas fueran las premisas para llegar a la conclusión de que la autoridad, tanto la local como la federal, irrespeta la ley para allegarse dinero, puede decirse que dicha conclusión es correcta. Un escándalo tapa el anterior. En este caso un desastre esconde lo mal hecho, que es mucho. Por ello, tanta desconfian­za en el manejo de los fondos para la reconstruc­ción. En una de esas, se triangulan. Ojalá no pase mucho para que la autoridad recupere todos los casos indebidos que, por ahora, el sismo se llevó. M

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