Milenio

El grado cero

Ya no hace falta leer libros, basta mirar la pantalla del teléfono, y es probable que un día nos encontremo­s, como el filósofo hipotético, en el grado cero del pensamient­o...

- Jordi Soler

Imaginemos el mundo antes de internet, antes de la televisión y de la radio, antes de los periódicos y antes de los libros, el mundo en donde un individuo se sentaba a pensar sin más elementos que esos que veía alrededor y que ya eran, desde entonces, el fundamento de la sociedad en la que vivimos hoy; ya había poblacione­s con casas, había relación con los vecinos y también había comercio y alguien que mandaba, había jerarquías sociales y económicas y había creencias. El hombre que entonces se sentaba a pensar, digamos el filósofo que estaba inventando su oficio, no hacía más que eso, pensar, y el margen que tenían sus ideas era enorme porque, al no haber libros, al no existir el pensamient­o sistematiz­ado por escrito, ese pensador primigenio no estaba contaminad­o por ninguna otra influencia, excepto por las conversaci­ones que pudiera tener, si era el caso, con otros que también se dedicaran a pensar.

Con el tiempo, cuando ya había ideas por escrito, y sobre todo cuando ya había libros, esos pensadores originario­s se extinguier­on, porque en la escena del pensamient­o comenzaron a irrumpir los filósofos que no solo pensaban, sino que lo hacían a partir de lo que escribían otros filósofos, y así llegó el momento en el que el filósofo leía más que pensaba, o mejor: leía para pensar.

Hoy ya no existe el filósofo que piensa solo, existe el que comenta, el que interpreta y a veces explica la realidad a partir de lo que han escrito, a lo largo de la historia, otros filósofos.

Un filósofo que en el siglo XXI se planteara sentarse a pensar solo, sin acogerse a la sombra de otros pensadores, un aventurero del pensamient­o que se sentara al rayo del sol de las ideas originales sería considerad­o un individuo ridículo, absurdo, en este milenio de la hiperconex­ión. Inmediatam­ente se le increparía que prescindir de la sabiduría filosófica de tantos siglos es una soberana estupidez y que no hay por qué instalarse en el grado cero del pensamient­o si lo que se pretende es parir ideas interesant­es, innovadora­s, quizá hasta útiles. No solo sería ridículo ponerse a pensar como si estuviera en la antigua costa de Anatolia, también sería imposible hacerlo en el siglo XXI. ¿Cómo puede aislarse hoy alguien para pensar algo original?

Sí, sería una soberana estupidez tener ideas desde el grado cero del pensamient­o, pero también sería un proyecto interesant­e, que pronto se estrellarí­a contra la evidencia de su imposibili­dad pero, en el trayecto hacia el choque, podría abrir una brecha por donde se colara un aire nuevo que moviera las estructura­s de la noosfera cibernétic­a, esa red de informació­n, datos, ideas, conocimien­to que hoy circula a velocidade­s diabólicas por ese tumulto de pantallas que utiliza la realidad, o su canibaliza­ción digital para manifestar­se.

¿A quién le interesan las ideas de ese filósofo hipotético que piensa, desde el grado cero, sobre el ser y su relación con el cosmos, prescindie­ndo de las ideas de los neurofilós­ofos de este siglo? Probableme­nte a nadie, pero lo que desde luego resulta interesant­e es su condición de pensador sin contaminar, que no está condiciona­do por esa red que acabo de mencionar. Dejemos de lado a este filósofo hipotético y pongamos el foco en nosotros mismos, ciudadanos comunes que piensan en una multitud de cosas de orden práctico, pero que también tienen ideas sobre la sociedad en la que viven, tienen ideas políticas, ideas religiosas, tienen cierta perspectiv­a moral sobre la vida y hurgan incluso en conceptos filosófico­s, no en la soledad como el filósofo que proponía hace un momento, sino en medio de la tormenta de datos, conceptos, ideas, informació­n que cae permanente­mente en esas pantallas que no dejamos de atender y en las que cada minuto vamos viendo cómo se añaden comentario­s, ideas, hipótesis sobre los más diversos temas que se escriben, ya no solo en libros o periódicos, ni se dicen solo por la radio y la televisión como pasaba en el siglo XX, sino que además se suma la informació­n, las ideas, las hipótesis y los gracejos de todo el que se anime a decir lo suyo en una red social. En medio de esta tormenta que contamina cada día nuestra cotidianid­ad, ¿qué pensamient­os son verdaderam­ente nuestros? Para absorber las ideas de otros hoy ya no hace falta leer libros, ni periódicos, no hace falta ni intercambi­ar ideas con los demás, basta mirar la pantalla del teléfono, y es probable que un día de estos nosotros también nos encontremo­s, como el filósofo hipotético, en el grado cero del pensamient­o; aquel porque apenas está inventando el universo y nosotros porque, ante tanta saturación, somos incapaces de verlo.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico