Milenio

Los sismos y el 2018

- LEOPOLDO GÓMEZ

Ante la participac­ión de la sociedad en el rescate y reconstruc­ción por los terremotos de septiembre, la pregunta es inevitable: ¿esa energía se traducirá en un movimiento político?

La comparació­n automática suele ser 1985, pero la situación de entonces era muy distinta. De entrada, había un partido hegemónico que controlaba al gobierno federal y a todos los estatales. El priismo atraía todo el enojo social. Ahora hay un sistema pluriparti­dista consolidad­o. La molestia que brota, y que se agravará en las próximas semanas, se reparte entre gobiernos de distintos partidos.

Hace 32 años la movilizaci­ón social coincidió con el quiebre del monolito priista y el surgimient­o de una oposición encabezada por un líder icónico: Cuauhtémoc Cárdenas. Las organizaci­ones sociales emanadas del sismo y las que luego derivaron de las protestas estudianti­les y del rechazo al plan de choque antiinflac­ionario, encontraro­n en Cárdenas un vínculo natural. Hoy, no hay a la vista un liderazgo con esas caracterís­ticas.

Antes, el Estado era omnipresen­te; sus tentáculos alcanzaban al empresaria­do, a los sindicatos y a los medios. Sin embargo, su economía estaba en crisis. Ahora las finanzas públicas están sanas y el Estado tiene herramient­as presupuest­ales para hacer frente, al menos en parte, a la desgracia.

Aún es prematuro medir el enojo y la efectivida­d de la respuesta gubernamen­tal. Además, falta ver cómo se organizará­n los grupos de ciudadanos que se movilizaro­n tras los sismos. Tal vez alguien ajeno a los partidos podría construir, a partir del enojo, una candidatur­a sobre esas mismas redes ciudadanas. Sin embargo, en este momento, esa persona no se distingue en el panorama político.

Esto no descarta un castigo en las urnas contra quienes la sociedad identifiqu­e como responsabl­es, tanto de la tragedia como de la mala respuesta de los gobiernos. No advierto, sin embargo, a un destinatar­io único del enojo ni a un liderazgo que pueda captar toda esa energía social para transforma­rla en fuerza electoral. Y ese es el punto que marcará la diferencia entre 1985 y 2017. M

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