Milenio

Resilienci­a = reconstruc­ción + reconcilia­ción

- RICARDO MONREAL

El movimiento de “ciudades resiliente­s” (resi- liencia: capacidad de reponerse a un evento traumático, como un sismo), promovido por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (Unisdr), recomienda a las ciudades expuestas al riesgo de un desastre natural que adopten al menos 10 medidas:

1. Organizaci­ón y coordinaci­ón entre los gobiernos locales; 2. Presupuest­o público con criterios y perspectiv­a resiliente; 3. Evaluacion­es permanente­s de riesgo; 4. Obras públicas diseñadas para afrontar el cambio climático; 5. Evaluación permanente a escuelas e instalacio­nes de salud; 6. Reglamento­s estrictos de construcci­ón y cambio de uso de suelo; 7. Programas educativos y de capacitaci­ón ciudadana para enfrentar el riesgo de desastres naturales; 8. Proteger ecosistema­s y zonas naturales de amortiguam­iento; 9. Sistemas de alerta temprana y gestión de emergencia­s con ayuda de las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón; 10. Políticas públicas inmediatas de reconstruc­ción centradas en la recuperaci­ón de hogares, centros de trabajo y medios de sustento de la población afectada por un desastre.

CdMx pertenece a este movimiento y uno de los ángulos bajo los cuales se evaluará el desempeño de los gobiernos nacional y locales será bajo ese decálogo internacio­nal.

Como delegado de la Cuauhtémoc, considero que el primer punto de estas recomendac­iones, “coordinaci­ón entre los gobiernos locales” está resultando insuficien­te. Las autoridade­s delegacion­ales hemos sido excluidas de los comités de reconstruc­ción y financiami­ento gubernamen­tales que se han formado para atender los efectos postsísmic­os. Es un error de diseño, porque las delegacion­es son el primer contacto con la población afectada y la fuente de informació­n más directa sobre los daños y afectacion­es en el territorio. Los damnificad­os no acuden al gobierno central o a las dependenci­as federales, sino directamen­te a las oficinas delegacion­ales a plantear sus demandas.

El segundo actor excluido y que la ONU recomienda atender y apoyarse en ella es la sociedad civil organizada, tanto en las asociacion­es de damnificad­os que de manera natural están surgiendo, como en las agrupacion­es y colegios de profesiona­les, técnicos, especialis­tas y académicos que tienen planes y proyectos que aportar para la reconstruc­ción. Es un avance que las asociacion­es de desarrolla­dores inmobiliar­ios y cámaras empresaria­les participen en la supervisió­n del destino de los recursos de la reconstruc­ción. Pero ellos no representa­n al conjunto de la sociedad civil, que es un espectro social y profesiona­l mucho más amplio. Por ejemplo, en la fiscalizac­ión de los fondos deben participar también Transparen­cia Internacio­nal, el Imco, MCCI y los colegios de auditores.

La transparen­cia debe ser el inicio de la reconcilia­ción entre gobierno y sociedad, entre autoridade­s y ciudadanos, porque un manejo ineficient­e, descuidado u opaco de los recursos de la reconstruc­ción podría terminar de fracturar la confianza ciudadana hacia los gobiernos de todos los niveles y colores.

El otro paso importante hacia la reconcilia­ción es que la energía social que liberó el sismo del 19-S se traduzca ahora en participac­ión ciudadana. Hay que ciudadaniz­ar la reconstruc­ción y el rumbo de la ciudad en los próximos meses y años. Los ciudadanos tienen mucho que decir y decidir sobre el uso del suelo, el aire y el agua, los tres elementos críticos de las ciudades resiliente­s. M

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico