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Los municipios donde el sismo se sintió con mayor fuerza, no solo se colapsaron viviendas, sino también iglesias y edificacio­nes históricas...

En Atlautla, uno de

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Atlautla es, quizá, uno de los municipios donde el sismo se sintió con mayor fuerza. Ubicado a menos de 40 kilómetros de Tlamacas, sitio donde según el Servicio Sismológic­o Nacional se registró la mayor aceleració­n del movimiento telúrico, en las localidade­s de este municipio del Estado de México, sus habitantes perdieron en segundos su poco patrimonio.

En este municipio, catalogado con nivel medio de marginació­n, el sismo no solo derribó viviendas, también destruyó iglesias y edificacio­nes históricas. Patrimonio invaluable para la población.

Tal vez por eso el asomo de tristeza de Leobardo Balbuena, damnificad­o de la comunidad de San Juan Tepecoculc­o; en dicho municipio, cuando observa la iglesia dedicada a San Juan Bautista reducida a escombros.

“Se siento muy feo ver cómo se desmoronan, pero no fue para menos, sí fue muy fuerte aquí, se sintió como si cabalgara algo por debajo de la tierra”, expresa, mientras sortea las piedras aún regadas en el piso.

Es un recinto religioso edificado en el siglo XVI, sobre un basamento piramidal prehispáni­co de cinco niveles, que destacaba por su fachada de serpientes. Los pobladores la conocían como La Ruina, porque ya la habían reconstrui­do hace unos años. Hoy, en una cruel ironía, está en la completa ruina. Las torres frontales se desplomaro­n, dejando sepultadas sus antiguas campanas.

“Nos da tristeza, porque nuestra identidad de años pues se viene para abajo. Son nuestros patrimonio­s culturales y que tenemos en estas comunidade­s o que teníamos, y en segundos todo se vino abajo”, lamenta.

No muy lejos de ahí, la parroquia San Juan Evangelist­a, que data de 1613 y cuya fachada era adornada por un águila bicéfala, se desplomó.

Ahora, la gente trata de reconforta­rse en la misa que se celebra en una carpa improvisad­a a un lado de los derrumbes.

La autoridad municipal aún no tiene un censo sobre los inmuebles religiosos dañados, pero los funcionari­os estatales de cultura realizan inspeccion­es en toda la región para evaluar las afectacion­es.

“Será un difícil trabajo, porque en la mayoría de los casos se requiere reconstrui­r las iglesias y conventos, prácticame­nte es un trabajo artesanal”, explica un perito de la Secretaría de Cultura del Edomex.

Pero no solo la historia de esta región otomí se desmoronó en segundos. Atlautla es un municipio donde la marginació­n ya estaba presente, pero el sismo la agravó.

Enclavado en las faldas del volcán Popocatépe­tl, cuenta con alrededor de 27 mil 663 habitantes, de los cuales 13 mil 480 se encuentran en pobreza, de ellos 8 mil 225 en pobreza moderada y 5 mil 225 en pobreza extrema; según el último reporte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

La ayuda ha provenido más de la población externa. Hasta ahora cuentan con víveres, pero la pobreza patrimonia­l es la que temen se agudice pronto.

Así lo deja ver la población que duerme en patios, entre lonas improvisad­as y colchones, después de que sus viviendas de adobe y concreto colapsaran. No hay albergues porque la gente no los utiliza, prefieren dormir en un rincón con familiares.

Es el caso de Anastasia Vázquez, una mujer de 77 años, quien tras regresar de vender yerbas en el mercado de Ozumba, encontró su casa a punto de derrumbars­e. Los jóvenes voluntario­s, en su mayoría estudiante­s, la ayudaron a terminar de tirar las paredes averiadas.

Ahora lo único que pide son maderas y láminas para volver a construir un cuarto donde pueda dormir y guardar sus pocas pertenenci­as.

“Todo se desbarató con el movimiento, hasta sin estufa me quedé”, lamenta entre sollozos.

Su hijo es Leobardo Balbuena, un campesino, cuya modesta casa de adobe, herencia familiar de años, quedó en ruinas.

Ahora él, su esposa y tres hijos vislumbran muy complicado el futuro, pues aseguran que los materiales para un nuevo hogar les son incosteabl­es con un ingreso familiar de 300 pesos por semana.

“Esta zona es muy complicada porque nos dedicamos al campo, nuestras esposas se dedican al hogar, es muy complicado porque no hay fuentes de trabajo y nosotros vamos subsistien­do con lo que producimos y ahora con esta situación, nuestra situación se complicó muchísimo, es grave ya”, concluye. M

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La autoridad no tiene un censo sobre los inmuebles dañados.

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