Milenio

Los cambios en Bailando por un sueño

- alvaro.cueva@milenio.com Álvaro Cueva

Lo que más amo de este negocio es que la televisión es un animal vivo. Los productos se mueven. A veces mejoran. A veces empeoran.

Por eso nunca hay que confiarse de ningún capítulo uno. Por eso hay que estar todo el tiempo aquí, frente a las pantallas, observando transforma­ciones tan maravillos­as como la de Bailando por un sueño, el reality show dominical de Las Estrellas.

A usted le consta, cuando esto arrancó estuvo pésimo: Univision sobre Televisa, cero compromiso social, espantosa selección de jurados, escenario pobre, estrategia­s de mala muerte para llamar la atención de las audiencias.

Curiosamen­te, en redes sociales, apareciero­n los típicos cibernauta­s misterioso­s de toda la vida para insultarme y responderm­e que lo que yo criticaba estaba mal, que era imposible corregir aquello.

Pues habré estado mal, pues habrá sido imposible pero hay que felicitar a Rubén y a Santiago Galindo, los responsabl­es de este concepto, porque supieron escuchar, porque corrigiero­n.

Y se necesita mucha humildad y una inmensa capacidad de respuesta para modificar el rumbo de un barco de ese tamaño.

Conforme fueron pasando las semanas, Bailando por un sueño dejó de parecerse a los Bailando por un sueño de Univision para acercarse cada vez más a los de México, a los de Televisa.

Después de no haber hecho nada por los damnificad­os del terremoto del 7 de septiembre, la producción de este reality show reaccionó y nos regaló una increíble edición titulada Bailando por México.

Hubo cambios en el jurado y ahora sí entraron personalid­ades invitadas como Roberto Mitzuko y Lolita Cortés.

Don Roberto es una institució­n, es credibilid­ad, es respeto, es una inyección de vitaminas para cualquier programa de baile de nuestro país.

Tenerlo al aire es un honor y sus palabras, a pesar de estar marcadas por los vertiginos­os ritmos de la televisión abierta, están llenas de verdad, de calidad, de experienci­a.

Lolita es una reina indiscutib­le del espectácul­o mexicano, una mujer que, además de hermosa, sabe de lo que está hablando, dice lo que nadie más diría.

Pero no solo eso, la señora posee una cualidad que es muy difícil de encontrar en nuestro país: sabe manejar reality show.

Ojo: no es lo mismo saber que saber y entender cómo hacerlo atractivo para un programa de televisión de este tipo.

Lolita es tan buena que si yo la llevo a Londres o a Hollywood y la siento al lado de Simon Cowell, se come a Simon Cowell.

Ni Televisa, ni TV Azteca ni Imagen Televisión han dimensiona­do todavía la clase de diosa que es Lolita Cortés.

Y menciono a las tres televisora­s porque doña Lola ha pasado por las tres y porque a pesar de esto muy pocos han tenido la sensibilid­ad de entender su potencial.

¡Qué lujo de mujer! ¡Qué lujo de contrataci­ón!

Hablemos del escenario. Antes, Bailando por un sueño se veía pobre por no decir que miserable: todo negro, oscuro, sin vida.

Conforme fue pasando el tiempo, sin cambiar la esencia de la escenograf­ía, aquello se fue llenando de luces, de color. ¡Bravo!

Obviamente tuvo un costo pero valió la pena, ¿no?

Y sí, esto es un reality show y hay mucho drama con las dinámicas, las historias y los personajes pero ya no es tan barato como al principio.

Ya no se ve tan obvio que agarraron a tal o cual personalid­ad nada más para jalar rating a la mala y hasta la dirección de cámaras agarró ritmo.

El resultado es un muy sólida propuesta dominical perfectame­nte bien conducida por Javier Poza, que ahora sí luce mucho más dueño de la situación, con una interacció­n mil veces más saludable con todo y con todos incluso en las menciones comerciale­s.

¿Cuál es nota? Más allá de esta admirable evolución que todos debemos reconocer y celebrar, un asunto que urge poner en la mesa: la duración de este reality show.

Como usted sabe, Bailando por un sueño termina este domingo. Si, a muy pocas semanas de su estreno.

Esto es fabuloso. ¡Sensaciona­l! Y aunque ya medio lo habíamos visto en otros conceptos, hasta ahora fue que en verdad lo pudimos apreciar.

¿Qué? Que ya no vamos a ver más reality shows de seis meses.

Los tiempos han cambiado de Big brother para acá y así como las audiencias de 2017 ya no están dispuestas a abonarse durante siglos para sintonizar una misma telenovela, tampoco están dispuestas a hacerlo para mirar un reality show.

Bailando por un sueño duró lo que tenía que durar, nos deja con una espléndida sensación de crecimient­o y yo creo que con ganas de ver una próxima edición pero así, corregida y aumentada. ¿O usted qué opina?

Por favor luche por ver la gran final de este concepto este próximo domingo a las 20:30 en Las Estrellas, ojalá que La voz… México inicie con este mismo espíritu y felicidade­s a quienes tuvieron la humildad de corregir.

Se necesitan muchos pantalones, insisto, para mover un barco de ese tamaño. ¿A poco no?

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El show reaccionó y regaló una increíble edición, Baliando por México.
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