Milenio

Armas como identidad humana y otros horrores

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En Estados Unidos están, otra vez, discutiend­o. Su pelea tiene que ver con el “control de armas” que la mayoría de los republican­os considera como un atentado a un derecho otorgado directamen­te de Dios a los padres fundadores de la patria (lean un maldito libro de su propia historia, grandísimo­s… ).

Entiendo el derecho de cualquiera a sentir la necesidad de defenderse. Entiendo que los tuyos van antes que las de los criminales. Entiendo que la naturaleza humana nos hace tratar de subsistir ante cualquier cosa. Es más, hasta entiendo esa estúpida estampita que he visto en tantos coches que comparten otra con “Trump para presidente” últimament­e que dice: “Si las armas fueran criminales solo los criminales tendrían armas”.

Hasta he podido aguantar las ganas de discutir el argumento de “¿si un criminal entra a un lugar, quieres qué él sea el único armado?”. ¡Por supuesto que no!

Lo que no entiendo, y no me deja de romper más y más el corazón, es cómo podemos pensar que un individuo podría necesitar más de diez armas de alto calibre, de manera legal en una situación que no, no es de guerra. (Ese es otro terrible tema, pero quedémonos con esto por ahora).

Las Vegas puede tener todo tipo de reputacion­es, todas segurament­e muy bien ganadas por las pasiones y los excesos de los seres humanos. En ese mismo espacio donde más de 50 personas perdieron su vida a manos de un loco que compró LEGALMENTE esas armas, he tenido el privilegio de estar en más de cinco conciertos, donde nos congregamo­s con toda la energía y alegría del mundo a correr el maratón o medio maratón cada año. ¿Y qué creen? Si así lo deciden prudente, ahí pienso estar el 12 de noviembre de nuevo.

Para muchos estadunide­nses la peor palabra que le puedes decir a un criminal es terrorista. Para mí lo ha sido casi toda mi vida. Pero aquí hubo dos temas básicos, desorden mental no detectado (gracias a uno de los peores sistemas de salud del mundo, y empeorando gracias a Trump cada minuto) y el otro es que por algún motivo el derecho a tener armas es más defendido que el prácticame­nte cualquier otro tema en Estados Unidos. No es terrorismo externo, señores. No es alguien que odia su forma de vida por no coincidir religiosam­ente. No en este caso. Era un verdadero enfermo mental que pudo hacerlo porque así está hecho el sistema.

Son días de dolor por todos lados. Cataluña (imágenes que nunca borraré de mi cabeza), Puerto Rico (abandono, dolor y racismo por parte de sus propios gobernante­s fuera de la isla) y México. Hemos visto lo mejor. Aquí prácticame­nte es cierto que solo tienen armas los criminales. Y los buenos, las autoridade­s, que las tienen, no pueden actuar solos si sus intencione­s son buenas. El mundo duele. No podemos hacer nada contra los movimiento­s de la tierra. Pero con lo enfermo de la mente del hombre, y eso incluye nuestra siempre trágica y presente corrupción. Tal vez con eso podamos empezar a hacer algo. Sin muros. Todos estamos sufriendo. ¿No han vuelto a asomarse por el documental Bowling for Columbine después de la masacre en Vegas? Háganlo. ¿Me acompañan a prepararme las siguientes semanas para la carrera de Las Vegas con la causa de que nadie nos va a detener? ¿Podemos dejar de ver nacionalid­ades? Por México no dejaremos de trabajar ni un momento y, como nos demostraro­n tantos en nuestro momento de necesidad, seamos ciudadanos del mundo mientras abrazamos y protegemos a quienes más tengamos cerca.

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