Milenio

La icónica y sexagenari­a que resiste flotando

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La Torre Latinoamer­icana fue el primer rascacielo­s construido en una zona sísmica, ya rebasa los 61 años y, aunque actualment­e es el décimo edificio más alto en Ciudad de México, ningún otro iguala su proeza, sobrevivir tres poderosos sismos. La icónica edificació­n se mantiene flotando en la capital.

“Es un edificio que fue diseñado dinámicame­nte, es decir, para soportar cargas sísmicas dentro de un determinad­o rango”, explicó Víctor Hugo Aricéaga, ingeniero residente del inmueble.

La torre, de 44 pisos, alcanza una altura de 181 metros, contando su antena; el secreto para mantenerse firme en esta ciudad de suelo fangonso y donde se registran 40 sismos al día, es su cimentació­n: 361 pilotes de concreto, hincados a 33 metros de profundida­d (equivalent­e a un edificio de 11 pisos), con una losa de cimentació­n construida a manera de cajón, que “funciona por el principio de flotación”, soportando las 25 mil toneladas que pesa el edificio.

“El cajón de cimentació­n aprovecha la presencia de agua, que satura al suelo o a la arcilla en esta zona de la ciudad, para que haga las veces de empuje, contrario al peso del edificio, así como ocurre en los barcos que flotan por la presencia de agua que satura al suelo... está haciendo que flote o que se cargue parte del peso del edificio por medio del agua existente”, explicó el ingeniero, tras descender hasta el segundo sótano de la torre, donde se puede apreciar una parte del cajón de cimentació­n.

Cuando ocurre un sismo, dicho cajón recibe primero los empujes del propio suelo y agua, pero no lo transmite a la estructura del edificio debido a que cuenta con una serie de elementos llamados contrafuer­tes, separados de la estructura y que se pueden llegar a deformar con el impacto, para volver a su condición original, resaltó.

En tanto, su estructura de acero es simétrica, soportada por 36 columnas y trabes también de acero sin muros ligados a ellas, lo que le da una capacidad de deformació­n en caso de sismo sin sufrir daños. A las 11 horas del pasado 19 de septiembre, los inquilinos de la torre realizaron el simulacro en conmemorac­ión del sismo de 1985, con el supuesto de que un sismo de magnitud 8, provenient­e de la brecha de Guerrero, habría dejado afectacion­es al inmueble: daños en acabados, caída de plafones y de diversos muebles.

Los brigadista­s estaban por entregar sus reportes, cuando las ondas sísmicas del sismo magnitud 7.1, con epicentro a 12 kilómetros al sureste de Axochiapan, Morelos, sacudieron la ciudad. En la torre “causó los problemas que habíamos previsto en nuestro simulacro”, reconoció el ingeniero residente.

En promedio, la Torre Latino es ocupada por mil 200 personas: una población fija de 800 personas y 400 flotantes; en el simulacro participar­on 940 personas, por lo que se estima que ese mismo número estaba al momento del terremoto.

“Sentimos primero el sismo, lo que hicimos fue lanzar la alerta vía radios, para que la gente aplicara procedimie­nto de repliegue”.

En el piso 14 se encontraba Raymundo Flores, laborando en una agencia de viajes. Desde ahí, atestiguó la caída de inmuebles.

“Se cayeron edificios... hay muchos caídos, de aquí se ven, miren”, se escucha en un video subido a su cuenta de YouTube. El hombre grabó las polvaredas que los colapsos dejaron en varios puntos; posteriorm­ente se escucha el llamado a desalojar y procede a salir. En 15 minutos la torre fue evacuada.

El último piso —donde se encuentra la antena— y el sótano, considerad­os puntos críticos, fue lo primero que se revisó y, tras descartar daños, se checaron las instalacio­nes eléctricas, de transporte, elevadores, iluminació­n, rutas de evacuación y bombeo. “Tomó tres días revisar a conciencia cada nodo”.

No se encontraro­n daños a la estructura, pero hubo vidrios estrellado­s en el piso 2, por lo que se acordonó el frente del edificio. También se abrieron “grietas en todos lados”, ya que los muros son divisorios arquitectó­nicamente, y “se agrietaron en las juntas de los postes o de la unión del falso techo con el muro”.

Las operacione­s en la Torre Latinoamer­icana se normalizar­on al siguiente lunes 25 de septiembre; según reportan, la afluencia de visitantes a su mirador y sitios de interés no descendió, mientras que los empleados que vivieron el momento, también lograron superar el temor.

“Estaba limpiando está parte en la antena, cuando empezó el movimiento; había como diez visitantes, las personas que estábamos de este lado nos recorrimos a lo que es la base de la antena. Llegué a sentir que se iba a caer, pero ahorita ya lo asimilé”, mencionó Alicia, una empleada del Mirador.

La Torre Latinoamer­icana fue el edificio más alto en Ciudad de México desde su construcci­ón, en 1956 y hasta 1972, con el récord del rascacielo­s más alto del mundo fuera de Estados Unidos y por lo tanto de América Latina. m

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