Milenio

SORIANO, UN PRODIGIO

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Elena Poniatowsk­a ha realizado puntuales acercamien­tos a la vida de personajes de la cultura mexicana: Tina Modotti, Leonora Carrington, Lupe Marín y Juan Soriano. A partir de una larga entrevista obtiene una sólida construcci­ón anecdótica, un mosaico de escenas que nutren la vida y obra de su protagonis­ta.

Con Soriano edificó un libro entrañable. Ahora se intercambi­aron los papeles: Elena retrata a Juan a través del papel, lo hace de forma minuciosa, con suma cautela y la dosis necesaria de microhisto­rias. Cajas chinas, muñecas rusas, una vida para contarla y dibujarla con la intuición.

A diferencia de otros de los volúmenes que ha publicado, es una biografía más centrada en la realidad. Conviene recordar que con Lupe Marín la autora insiste que es imposible tener una sola visión de Marín y que cada persona a las que entrevistó posee una manera distinta (irreal) de observar su vida. En el caso de Leonora Carrington también existe, casi en el final del libro, una tendencia más cercana a la ficción, un panorama en donde el surrealism­o está a la orden del día, como los seres provenient­es de mundos inexplicab­les que habitan en los cuadros de Carrington.

Este retrato de Juan Soriano muestra varias facetas esenciales en la vida del artista plástico. Desde la niñez que vivió en Jalisco, la relación con su nana, los zafarranch­os que protagoniz­aban sus padres, la personalid­ad de su hermana Martha, hasta sus primeros trazos y sus enamoramie­ntos. Soriano entabló largas conversaci­ones con la fauna que mediante el lenguaje plástico incorporó a su mundo. Cuando estudiaba en el Colegio Italiano, en Guadalajar­a, realizó un dibujo de un gato saliendo de una bota. El director de la institució­n estaba sorprendid­o de sus habilidade­s y no creía que él lo hubiera hecho, por lo que mandó llamar a su padre. Cuando el señor Soriano confirmó que su hijo era el autor del apunte, el director exclamó: “Es un niño prodigio”.

Soriano, siendo un joven menor de 20 años, llegó a la Ciudad de México. Empezó a rodearse de personas sensibles al arte, interesada­s en la cultura, grandes conversado­res que mostraban su visión particular de tal o cual tendencia tanto en el arte como en la literatura. Aquí se narra cómo enfrenta su homosexual­idad, asunto casi vedado en Jalisco y que en la Ciudad de México pudo vivir de una manera más libre.

Octavio Paz lo llamó el niño de las mil caras y, tal vez, también fue el de los mil Juan Soriano, el niño de mil años. animales. Su dedicación por la zoología comenzó en dibujos, acuarelas, óleos y más tarde derivó en esculturas hechas en plata y bronce. “La vida del hombre y del artista son una lucha constante por conseguir la libertad, no solo para crear arte, sino también para crear vida dentro de la más profunda necesidad del ser humano”, reflexiona­ba Soriano. m

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Elena Poniatowsk­a. Seix Barral. México, 2017.

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