Las Basurto justifican su maldad y lo hacen en nombre del amor
La agencia Dulce Hogar se muestra en todo su esplendor y hace una clara referencia al poder adquisitivo de sus dueñas. En la entrada principal, en lo alto de la escalera aparece una de ellas, que además es una de las mujeres más respetadas de la alta sociedad mexicana: Catalina Basurto. Desciende, elije una banca en el jardín para hablar de los problemas que la aquejan, todo esto como parte de su rol en Las malcriadas.
Catalina, quien es interpretada por Rebecca Jones, no pierde la calma ni al aceptar que su hija Stephanie Lafayette, a quien encarna Alejandra Ambrosio, no está lista para heredar “el imperio” por ser una “blandengue”. Es hora de compartir que ese negocio en lo público es una agencia de servicios domésticos y en el lado oculto es un centro de operaciones de trata de personas. En la charla no le molesta perder la careta y se sabe que es una psicópata en potencia. “Soy una mujer ambigua, con tantas aristas y contradicciones, hasta psicópata, con todas las características, no distingo del bien y el mal. No siento culpa, remordimiento, lo único que me preocupa es que no me atrapen. Mi maldad no tiene límite, pero creo que estoy haciendo bien. Tengo dulzura, verdad y honestidad. Llegó a confundir a la gente, me odian, pero me aman. “Para quién se pregunta: ‘¿Por qué las chicas no salen huyendo de aquí?, primero es porque el 80 por ciento que trabajan aquí, funcionan como empleadas domésticas, nunca se enteran de lo que sucede. Solo escojo a ciertos perfiles de gran necesidad. Nunca las fuerzo, las convenzo de que están haciendo bien y luego las chantajeo”, explica Catalina.
Staphanie espera que Basurto regrese a sus actividades. Quiere también dar su versión. Escuchó
Aunque Catalina tiene todo el poder, pronto cambiarán las cosas, aclara su hija
a su madre decir que tienen una relación “de amor–odio y de codependencia. Estamos muy lisiadas del espíritu”. Se ve afligida por la situación de Laura González, Rosa Ochoa, Teresa Villa, Duina García y Esmirna Benavente, Las malcriadas, a quienes compadece, pero no puede romper el lazo con su madre. “Nos manipulamos y chantajeamos todo el tiempo, más ella a mí, pero también sucederá que yo lo haga, se va a voltear la tortilla. Soy bipolar trato mal a las chicas, pero me siento mal, tengo compasión y empatía. “Lo que es fuerte es que el amor de ella está condicionado si hago o no lo que ella me pide y si no la obedezco no me quiere. Vivo para darle gusto a mi madre y hago las peores cosas para que me ame”, asegura Lafayette.