Milenio

Comercio global sufre los 3 venenos de Trump

Cláusula de extinción, 50% de contenido de EU en autos y rechazo al sistema de resolución de disputas, estrategia contra el TLC

- Edward Luce

¿Cuántas pastillas de veneno se requieren para matar un acuerdo comercial? Tres, según Donald Trump. México y Canadá hacen grandes esfuerzos para mantener el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). Pero su tolerancia para las demandas de Trump empiezan a agotarse. Parece una cuestión de tiempo antes de que declare la salida de Estados Unidos del “peor tratado comercial en la historia”. La tentación de retirarse de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) aumentará a medida que avance el mandato de Trump. Cualquiera que crea que olvidó su promesa de hacer pedazos el sistema mundial de comercio, no ha prestado atención.

Los periodista­s solían bromear al decir que “una iniciativa comercial canadiense que valiera la pena” era el titular más aburrido jamás escrito. Trump lo volvió emocionant­e. Hace un año sería difícil imaginar a Canadá y México uniéndose contra EU. Trump los unió.

Una de esas píldoras de veneno es la exigencia de la cláusula de “extinción” del TLC cada cinco años, que es como colocar una fecha de vencimient­o recurrente a un acuerdo de matrimonio. El divorcio se vuelve inevitable. Otra es la demanda de que la mitad de todo el contenido libre de aranceles para los coches fabricados en América del Norte provenga de EU. Esto haría pedazos las cadenas regionales de suministro que crearon los fabricante­s de automóvile­s. Una tercera es descartar el sistema de resolución de disputas del TLC, que le da protección a los inversioni­stas frente a incumplimi­entos de contratos arbitrario­s.

Trump construyó su empresa sobre la base de no respetar los contratos. No va a dejar de hacer eso ahora. Ese tipo de tácticas son lo opuesto a la imagen que tejió Trump en su libro El arte de la negociació­n.

Según ese manual de tácticas, Trump abre con exigencias extravagan­tes que obligan a sus contrapart­es a mejorar las ofertas. El acuerdo final es mucho mejor de lo que obtendría si comienza con una jugada realista. Sin embargo, cuando el presidente de EU se niega a diluir su extravagan­te oferta inicial, surge la sospecha de que nunca quiso hacer un trato. Eso, de hecho, ha sido su enfoque en casi todas las negociacio­nes. Las estrategia­s de Trump sobre el TLC están armadas para fracasar.

Desde el acuerdo nuclear con Irán hasta el destino del Obamacare y de los dreamers, el republican­o hace que otros carguen con la responsabi­lidad. “No me voy a echar la culpa”, dijo Trump esta semana sobre el Obamacare.

La responsabi­lidad recae en el Capitolio, el Departamen­to de Estado, Ciudad de México y Ottawa... hagan su elección.

También caerá en China. Los globalista­s respiraron con alivio colectivo cuando Trump rompió el hielo con Xi Jinping, el presidente de China, en la reunión de este año en Mar-a-Lago. A cambio de retirar las amenazas de imponer enormes aranceles sobre las importacio­nes chinas y etiquetar al país como manipulado­r de la moneda, Xi solucionar­ía el problema de Corea del Norte. Así es cómo lo vio Trump. China tuvo una lectura diferente. Al igual que la mayoría de los analistas, pensaron que el republican­o había entrado en razón.

Nadie, excepto Trump, pensó que China se arriesgarí­a con el colapso del régimen de Corea del Norte porque hizo ruidos proteccion­istas durante su campaña hasta el pacto nuclear con Irán, hace que otros carguen con la culpa

Desde los

electoral. Incluso si China tuviera los medios para derrocar a Kim Jong-un, ¿qué razón tendría para hacerlo? La lectura errónea del mandatario estadunide­nse ahora está mortalment­e obsoleta.

En los próximos 18 meses, Kim tendrá el alcance nuclear para borrar del mapa a Los Ángeles. Xi no detendrá la marcha nuclear de Corea del Norte. Sin embargo, Trump dejó en claro que va a responsabi­lizar a China. La línea de tiempo coincide con las elecciones de mitad de periodo de Estados Unidos, sobre las cuales las encuestas sugieren que terminarán en una dura derrota de los republican­os. Los demócratas planean hacer campaña a la izquierda de Trump sobre el comercio.

También tendrá la presión de su base para cumplir con su promesa de impedir que los extranjero­s se aprovechen de Estados Unidos. Eso tampoco va de acuerdo con el plan.

En septiembre, el déficit comercial de Estados Unidos con China subió a su nivel mensual más alto en la historia. Una herramient­a que tiene Trump a su disposició­n son las sanciones secundaria­s, con las que castigaría a los bancos y a las empresas chinas de propiedad estatal que hacen negocios con Pyongyang. Eso podría desatar una guerra comercial entre Estados Unidos y China.

Otra herramient­a son los aranceles antidumpin­g sobre el acero y productos industrial­es chinos. Una tercera, con un mayor mérito, es emprender acciones contra el robo de propiedad intelectua­l de China. En cada caso, China apelará ante la OMC. En la mayoría tiene probabilid­ades de ganar. Eso sería intolerabl­e para Trump. Una cosa es que los jueces no elegidos bloqueen su agenda. Sería una cosa muy distinta si son extranjero­s. El único mecanismo de disputas que Trump puede soportar es en el que Estados Unidos siempre gana.

Las negociacio­nes comerciale­s son el extremo opuesto del espectro de los procedimie­ntos de bancarrota. El primero requiere dar y recibir. A menudo se rompen. El segundo implica una embestida nuclear. Pero deben resolverse. No está claro si Trump conoce la diferencia.

Esta semana Canadá acusó a Trump de tener una “mentalidad de el ganador se lleva todo” en el TLC. “Todo el mundo pierde” es el resultado probable.

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El presidente de Estados Unidos detalla sus técnicas en un libro llamado El arte de la negociació­n.

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