Comercio global sufre los 3 venenos de Trump
Cláusula de extinción, 50% de contenido de EU en autos y rechazo al sistema de resolución de disputas, estrategia contra el TLC
¿Cuántas pastillas de veneno se requieren para matar un acuerdo comercial? Tres, según Donald Trump. México y Canadá hacen grandes esfuerzos para mantener el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). Pero su tolerancia para las demandas de Trump empiezan a agotarse. Parece una cuestión de tiempo antes de que declare la salida de Estados Unidos del “peor tratado comercial en la historia”. La tentación de retirarse de la Organización Mundial del Comercio (OMC) aumentará a medida que avance el mandato de Trump. Cualquiera que crea que olvidó su promesa de hacer pedazos el sistema mundial de comercio, no ha prestado atención.
Los periodistas solían bromear al decir que “una iniciativa comercial canadiense que valiera la pena” era el titular más aburrido jamás escrito. Trump lo volvió emocionante. Hace un año sería difícil imaginar a Canadá y México uniéndose contra EU. Trump los unió.
Una de esas píldoras de veneno es la exigencia de la cláusula de “extinción” del TLC cada cinco años, que es como colocar una fecha de vencimiento recurrente a un acuerdo de matrimonio. El divorcio se vuelve inevitable. Otra es la demanda de que la mitad de todo el contenido libre de aranceles para los coches fabricados en América del Norte provenga de EU. Esto haría pedazos las cadenas regionales de suministro que crearon los fabricantes de automóviles. Una tercera es descartar el sistema de resolución de disputas del TLC, que le da protección a los inversionistas frente a incumplimientos de contratos arbitrarios.
Trump construyó su empresa sobre la base de no respetar los contratos. No va a dejar de hacer eso ahora. Ese tipo de tácticas son lo opuesto a la imagen que tejió Trump en su libro El arte de la negociación.
Según ese manual de tácticas, Trump abre con exigencias extravagantes que obligan a sus contrapartes a mejorar las ofertas. El acuerdo final es mucho mejor de lo que obtendría si comienza con una jugada realista. Sin embargo, cuando el presidente de EU se niega a diluir su extravagante oferta inicial, surge la sospecha de que nunca quiso hacer un trato. Eso, de hecho, ha sido su enfoque en casi todas las negociaciones. Las estrategias de Trump sobre el TLC están armadas para fracasar.
Desde el acuerdo nuclear con Irán hasta el destino del Obamacare y de los dreamers, el republicano hace que otros carguen con la responsabilidad. “No me voy a echar la culpa”, dijo Trump esta semana sobre el Obamacare.
La responsabilidad recae en el Capitolio, el Departamento de Estado, Ciudad de México y Ottawa... hagan su elección.
También caerá en China. Los globalistas respiraron con alivio colectivo cuando Trump rompió el hielo con Xi Jinping, el presidente de China, en la reunión de este año en Mar-a-Lago. A cambio de retirar las amenazas de imponer enormes aranceles sobre las importaciones chinas y etiquetar al país como manipulador de la moneda, Xi solucionaría el problema de Corea del Norte. Así es cómo lo vio Trump. China tuvo una lectura diferente. Al igual que la mayoría de los analistas, pensaron que el republicano había entrado en razón.
Nadie, excepto Trump, pensó que China se arriesgaría con el colapso del régimen de Corea del Norte porque hizo ruidos proteccionistas durante su campaña hasta el pacto nuclear con Irán, hace que otros carguen con la culpa
Desde los
electoral. Incluso si China tuviera los medios para derrocar a Kim Jong-un, ¿qué razón tendría para hacerlo? La lectura errónea del mandatario estadunidense ahora está mortalmente obsoleta.
En los próximos 18 meses, Kim tendrá el alcance nuclear para borrar del mapa a Los Ángeles. Xi no detendrá la marcha nuclear de Corea del Norte. Sin embargo, Trump dejó en claro que va a responsabilizar a China. La línea de tiempo coincide con las elecciones de mitad de periodo de Estados Unidos, sobre las cuales las encuestas sugieren que terminarán en una dura derrota de los republicanos. Los demócratas planean hacer campaña a la izquierda de Trump sobre el comercio.
También tendrá la presión de su base para cumplir con su promesa de impedir que los extranjeros se aprovechen de Estados Unidos. Eso tampoco va de acuerdo con el plan.
En septiembre, el déficit comercial de Estados Unidos con China subió a su nivel mensual más alto en la historia. Una herramienta que tiene Trump a su disposición son las sanciones secundarias, con las que castigaría a los bancos y a las empresas chinas de propiedad estatal que hacen negocios con Pyongyang. Eso podría desatar una guerra comercial entre Estados Unidos y China.
Otra herramienta son los aranceles antidumping sobre el acero y productos industriales chinos. Una tercera, con un mayor mérito, es emprender acciones contra el robo de propiedad intelectual de China. En cada caso, China apelará ante la OMC. En la mayoría tiene probabilidades de ganar. Eso sería intolerable para Trump. Una cosa es que los jueces no elegidos bloqueen su agenda. Sería una cosa muy distinta si son extranjeros. El único mecanismo de disputas que Trump puede soportar es en el que Estados Unidos siempre gana.
Las negociaciones comerciales son el extremo opuesto del espectro de los procedimientos de bancarrota. El primero requiere dar y recibir. A menudo se rompen. El segundo implica una embestida nuclear. Pero deben resolverse. No está claro si Trump conoce la diferencia.
Esta semana Canadá acusó a Trump de tener una “mentalidad de el ganador se lleva todo” en el TLC. “Todo el mundo pierde” es el resultado probable.