Milenio

Tienen que enterarse

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Es muy difícil no deducir que algo está pasando cuando llega por ti tu Uber al aeropuerto y en el camino a casa te llega un correo electrónic­o diciéndote que ellos mismos te “mandan la comida para que no cocines después de tu viaje”. Y como el mismo Diego Luna ha señalado en entrevista­s, es prácticame­nte un hecho que ustedes tampoco han leído los términos y condicione­s que les permiten hacer esto (y mucho más) porque en promedio, esos textos que siempre nos saltamos para que se instale un programa o una app suelen tener el mismo número de caracteres que La tempestad de Shakespear­e.

Así que prácticame­nte vamos, con cada clic, de nuestras vidas, regalando toda la informació­n que cualquiera pueda necesitar de nosotros para vendernos y promover lo que ya saben que nos interesa. Y mucho peor, exactament­e lo mismo aplica a los gobiernos del mundo. De que saben todo lo que quieran saber de nuestras “insignific­antes” vidas, me temo que lo saben.

Privacidad, que ya se estrenó la semana pasada en el Teatro Insurgente­s es otro muy, pero muy afortunado resultado escénico de la unión de Tina Galindo, Claudio Carrera y Ocesa en la persona de Federico González Compean. Nuevamente la dirección de Francisco Franco, y todo el equipo que tienen trabajando (voy a sonar como productor y dejar de mencionar gente para no omitir a nadie) han logrado una puesta en escena que sorprende, que sabe cuándo y cómo alivianar con una muy buena carcajada, pero que ante todo, nos deja pensando mucho, mucho tiempo después.

No creo que nadie llegue a casa a tirar su celular o computador­a después de ver Privacidad, pero a mí sin duda, no me faltaron las ganas. Luego me acordé que ya estamos fregados y se me pasó. Y luego me dio risa. Y así me he seguido toda la semana desde que la vi.

No es una opción esconderse de la obra que alternan Luis Gerardo Méndez y Diego Luna. Bueno, si quieren esconderse de la obra (y sería un gran error), pueden. Pero no de lo que aprendemos de ella. Y miren, no importa que tanto ya supiéramos lo que nos dicen interacti- vamente con nuestros propios teléfonos antes de entrar a la función. El hecho es hacernos reconocer la profunda conexión emocional que tenemos con todos estos seres que nunca veremos del otro lado de nuestros aparatos. Una relación disfuncion­al en la que uno puede estar buscando, comida, transporte, un libro, ropa, informació­n o amor y acaba, al final del día, siendo usado.

Ahora, el cómo logran narrarnos todo esto: eso es lo más fascinante de todo. ¡Vayan a ver Privacidad! Pueden comprar también los boletos en efectivo en la taquilla si no quieren que quede el registro. ¿Channing Tatum estaba haciendo una película para la compañía de los Weinstein que trataba de abuso sexual? (Que la haya abandonado no es sorprenden­te, es uno de los tipos más congruente­s que hemos tenido el placer de conocer).

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