La reconstrucción y las universidades/ II
En este espacio, la semana pasada se formulaba la pregunta relativa a cuál sería el papel que le correspondería jugar a las instituciones de educación superior en las zonas afectadas por el septiembre negro recién terminado. Huracanes y sismos dejaron una secuela de daños que tardará tiempo (¿uno, dos, tres años…?) en resarcirse. Las IES fueron importantes en la tragedia: supieron afrontarla al lado de las diversas organizaciones gubernamentales, sociales y civiles, estuvieron a la altura ante la emergencia. Ahora viene la fase de reconstrucción: “larga, costosa y difícil”, como lo asevera Jorge Chávez Presa. En ésta, las funciones básicas de las casas de estudios (enseñar, producir y aplicar conocimientos, divulgar y extender la cultura) serán, o deberían ser, un insumo importante para ese gran esfuerzo de reconstrucción que ya se ha iniciado, aunque aún no esté debidamente definido. Posiblemente una de las primeras tareas de aquellas consistiría en coadyuvar en dicha definición, misma que ya empieza a ser reclamada como urgente.
Aunque no hay parangón en víctimas y daños respecto a 1985, la afectación es enorme. Sólo en el caso de la vivienda, la cuantificación preliminar es mayúscula: 52 mil hogares. De ellas, un tercio han sido ya clasificadas como pérdida total. A esto hay que agregarle edificios públicos de los tres órdenes de gobierno, escuelas y patrimonio cultural (iglesias y sitios arqueológicos), así como servicios públicos esenciales (redes de agua, alcantarillado y electricidad). La magnitud, para un rápido y eficaz restañar de daños, es simplemente colosal. Como ya lo enuncian varios expertos, los 37 mil millones de pesos que previsiblemente serán consignados en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2018 serán insuficientes, debiendo extenderse ese tipo de gastos al 2019.
Frente a esas circunstancias, organizar la reconstrucción es un gran desafío. Deben aprovecharse (como se está haciendo, pero no cabalmente) las experiencias de 32 años atrás y las internacionales en esa misma materia. Entre estas últimas sobresalen las del Programa de las Nacional Unidas para el Desarrollo (PNUD, expuestas por Chávez Presa en “Los retos de la reconstrucción”, El Universal, 7 de octubre) misma que sería necesario tomar en cuenta. Según dicho organismo, una reconstrucción debería guiarse por cinco etapas claramente definidas, a saber: a) planear y ejecutar actividades para restablecer servicios a la comunidad; b) localización exacta de afectaciones, presupuestos estimados y organismos públicos responsables de ejecución; c) definición de principios, objetivos y líneas de acción; d) identificar el financiamiento (en qué programa); e) seguimientos periódicos; f) evaluación de resultados.
Estos pasos, u otros semejantes, deberían seguirse sistemáticamente para que todas las acciones quedasen enmarcadas en el proceso de reconstrucción. Tanto en el correspondiente al organismo nacional que finalmente se conforme para dicho propósito, como en el de las pequeñas localidades y colonias que fueron afectadas, ya por huracanes o por sismos. En este último caso, la intervención de las IES para los programas de vivienda, pero también para la de restauración de edificios y patrimonio públicos, será vital. Las organizaciones gremiales y colegios de profesionales (de arquitectura e ingenierías) serán importantes pero insuficientes en la Ciudad de México y en las principales ciudades de las entidades afectadas. Las IES, organizadamente con las instancias gubernamentales correspondientes, así como con organismos de la sociedad civil, podrían diseñar programas específicos que, dentro del espacio de sus quehaceres fundamentales, se sumen a dicha reconstrucción. Estoy pensando en los correspondientes a servicio social, prácticas profesionales, trabajos terminales (tesis y tesinas), pero no sólo por lo que toca a las áreas de ingenierías y arquitectura. La reconstrucción es también un fenómeno que implica desequilibrios en la integración y cohesión de los grupos sociales. Algo no muy distinto de lo que ahora ya están haciendo algunas universidades y grupos de voluntarios (ayudas médicas, psicológicas, de integración social, jurídicas, en distintos barrios y comunidades).
A todo esto debe sumarse la parte de acciones preventivas. Los testimonios en torno a la insuficiente preparación institucional y personal en edificios públicos y de particulares en la Ciudad de México, es alarmante. La ‘suerte’ de la hora, 13.14, y la magnitud del fenómeno, 7.2 grados, no siempre se tendrá. También en esta área las casas de estudio pueden jugar un papel vital
“Las funciones básicas de las casas de estudios deberían ser un insumo importante para ese gran esfuerzo”