Milenio

EL PRÓXIMO LUNES RECIBE LA MEDALLA BELLAS ARTES Teatro, el arte de la vida: José Caballero

Para el dramaturgo y director mexicano, “esta disciplina tiene que ver con educar las emociones y los sentimient­os de la persona, con crear conciencia”

- Verónica Díaz/México

Alos 17 años José Caballero hizo su primer montaje: Fin de partida, de Samuel Beckett; entre aquella época y ahora han transcurri­do 45 años en los que el director de escena, dramaturgo, actor, investigad­or y docente ha aprendido, literalmen­te, a vivir. “Las obras de teatro —dice— implican, en alguna medida, algunas enseñanzas aunque no sean didácticas. Creo que su misión tiene que ver con educar las emociones y los sentimient­os de la persona, con crear conciencia. Al menos ese es el teatro que me gusta, que me divierte, así sean Esquilo, Sófocles, Eurípides, Calderón de la Barca, Cervantes, Lope de Vega, Shakespear­e, Moliére, Schiller, Berman o Brecht”.

Define así la labor que ha venido realizando para “las tablas” desde diferentes frentes, razón por la que recibirá la Medalla Bellas Artes. Además, teje de esta manera su reflexión porque gracias al teatro, él ha ido moldeando mejor el José Caballero que él mismo desea ser.

Sobre lo soberbio que dice haber sido en su juventud y el peligro que ve en enorgullec­erse de la modestia, explica: “Quiero montar una obra sobre Prometeo, la primera del teatro occidental; su tema es la enorme soberbia de este titán que entrega el fuego a los hombres y no se quiere arrepentir de haberles dado una herramient­a con la que puedan destruir los cielos y la tierra”.

Recuerda que su padre se opuso a que se dedicara al teatro “por que temía que fuera a morirme de hambre”. Pero muy pronto se sumergió en un universo al que ha dedicado su vida sin ninguna consecuenc­ia mortal.

El pelícano, de August Strindberg, de 1974, fue su primer montaje profesiona­l; se graduó en 1976 con la puesta en escena Un día de octubre, de Georg Kaiser. Desde entonces ha dirigido más de 80 puestas en escena para el teatro y la ópera, radio y televisión.

Como actor, fue discípulo de Héctor Mendoza, de quien recuerda que le dijo: “Mira, hijo… pues no eres mal actor, pero no eres bueno. ¿Para qué quieres ser mediocre?”. Y añade: “Entonces me dediqué a la dirección, aunque cada vez que podía suplir un actor entraba a escena. Pero creo que tenía razón porque de joven era muy autocrític­o y eso no deja actuar. Eso comenzó a transforma­rse en mí a finales del siglo XX. Dije: ‘Necesito volver a actuar; lo hice alrededor de 2010 para acá y he tenido buena respuesta”.

Maestro de teatro, dirección y actuación de las más importante­s escuelas del país, lo que le preocupa a la distancia es que “sobre todo en los primeros años no haya yo resultado tan buen profesor por los defectos propios de mi edad, mi inexperien­cia y por los defectos de mi carácter, pero con el tiempo he ido tratando de que eso me suceda lo menos posible”.

Se preocupa en legar a sus alumnos ética y disciplina. “Que al cabo del tiempo, del número de funciones o de los años, uno no se vuelva ni un burócrata ni se rinda sino que luche hasta el último momento y eso se debe cultivar desde muy pronto”. Fue funcionari­o en la UAM (director del Teatro Casa de la Paz) y en la UNAM. Comenta: “El problema de ser burócrata no está en trabajar en las institucio­nes sino en no trabajar. Yo trato de hacer mi mayor esfuerzo todos los días, de que no se convierta en una rutina, pues de verdad me gusta lo que hago. Como director, mi primera responsabi­lidad es con el actor, de conservar la disciplina, ser puntual, ético, de no incurrir en errores del pasado; en cierto tipo de relaciones con los actores, actrices y el resto de la gente. Además estudio lo más posible. Cuando trabajo con los jóvenes fomento su creativida­d y estoy con gente dispuesta a ella de manera cotidiana”, dice.

Sus influencia­s han sido Mendoza, quien acabó de educarlo de muchas formas; Juan José Gurrola, por su pasión, y Ludwik Margules, por su genialidad. Con Luis de Tavira sostiene una relación profunda y fraternal. Además, coincide con Peter Brook en no corromper el teatro en grandes produccion­es, pues apela siempre a la imaginació­n.

Dice que el teatro es el arte de la vida, ya que ha transforma­do la suya. Recibir la Medalla Bellas Artes le inspira un sentimient­o de gratitud y es, además, un impulso.

La ceremonia de entrega será el próximo lunes 23, a las 19:00, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. M

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Sus influencia­s fueron Héctor Mendoza, Juan José Gurrola y Ludwik Margules.

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