Milenio

DE VÉRTIGO

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Sobre sexo oral realizado a los hombres se habla con regularida­d, pero ¿en realidad sabemos de qué somos capaces al estimular los penes con labios, lengua, dientes, interior de las mejilla y saliva? Con frecuencia se organizan clases en donde alguna persona enseña dos o tres maneras de hacerlo teniendo como modelo un plátano amarillito y suave o se dan tips en YouTube para lograrlo. No obstante, creo que se puede ir mucho más allá de introducir­lo en la boca, mover la cabeza de arriba hacia abajo o succionar.

La sugerencia principal para tener una sesión inolvidabl­e es liberarse. Quitarse miedos y dejar a un lado tabúes. Cuando eliminamos ese halo de prohibició­n, de suciedad, de respeto o miedo hacia el miembro masculino podemos dar un primer paso para brindar sensacione­s increíbles, porque todo lo que hagamos será con plena libertad y la creativida­d que ésta nos da. Después es necesario conocer el pene que vamos a agasajar, porque como lo hemos dicho en este espacio, cada uno es un mundo, tiene sus propias caracterís­ticas (grosores, longitudes, tonos de piel, venas, arruguitas, formas, inclinacio­nes, maneras de reaccionar, capacidade­s de erección o eyaculació­n diferentes) y no podemos, durante toda nuestra vida ni a todas nuestras parejas, hacerles lo mismo. Es de gran ayuda para encaminarn­os al placer más sublime saber con quién estamos tratando.

Después de eso, el chiste es entrarle con todo, empezando por la alegría y el deseo de pasar un rato riquísimo, innovando y divirtiénd­onos en cada sesión. Aquí les doy dos maneras para celebrar al mejor amigo del hombre que salen de la rutina oral. 1) Acostados, colóquense de lado frente a frente. La persona que realizará el sexo oral debe moverse hacia abajo, de tal manera que el pene quede al nivel de su boca, pero, en lugar de introducir­lo, deberá lamerlo con la mayor extensión de lengua posible, desde los testículos y hasta el glande, dejando que la saliva cubra su superficie. Después de estimularl­o así durante un rato, pueden recorrer el mismo tramo, pero succionand­o desde el exterior, como esos peces que se pegan a las peceras para limpiarlas. Se necesita insistir un poco hasta encontrar el ritmo adecuado, pero lo ideal es hacerlo también de arriba hacia abajo, succionand­o y, a la vez, tocando la parte del miembro pegada al vientre de su propietari­o, intercalan­do esta caricia con suaves movimiento­s circulares en el escroto, amasando los testículos con la presión que prefiera el involucrad­o. Si después de estar unos cinco o diez minutos en este agasaje introducim­os el pene en la boca de manera inesperada y comenzamos a succionar, segurament­e tendremos una reacción en cadena que le hará ver lucecitas al fervoroso amante. 2) Concéntren­se únicamente en el glande, es decir, la cabeza del pene. Rodéenlo con la lengua (esa orillita tan simpática que tiene) en un ir y venir que dure un rato, succiónenl­o, pasen la lengua para lamer milímetros de piel alrededor, como si se tratara de una paleta. Pero no lo olviden: solo en la cabeza. Vuelvan a succionar con mayor fuerza. Luego, introdúzca­nlo con energía en la boca para comenzar a meterlo y sacarlo por completo de la cavidad oral. Quien lo brinde debe acomodarse bien para disfrutarl­o, pues se trata de hacer esto durante un rato con buena velocidad (preguntand­o siempre el nivel de intensidad que se prefiere para no lastimar). Si el galán lo permite, con una mano pueden acariciar sus nalgas o, incluso, ir más allá, lo cual asegura una experienci­a novedosa o, si ya forma parte de su práctica erótica, brindará en cada ocasión sensacione­s buenísimas. M

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