Milenio

Denunció a una funcionari­a de obstruir las labores de los mientras que vecinos acusan a una constructu­ra por el colapso del edificio

El hijo de Candelaria topos;

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En Saratoga 714 la única víctima mortal pudo haber sido rescatada. Sus gritos de auxilio se acallaron casi 48 horas del otro fatídico 19 de septiembre, cuando la voluntad y el esfuerzo de los rescatista­s no fueron suficiente­s.

Candelaria Tovilla salió la mañana de ese martes a trabajar como lo hacía desde hacía un año, en aquel inmueble de la colonia Portales, pero el sismo la tomó por sorpresa. Cuando todo se empezó a sacudir, salió del departamen­to 304 hacia la calle, pero regresó por las llaves y ya no pudo terminar de bajar las escaleras. El edificio de cinco niveles se compactó. La planta baja y el primer nivel desapareci­eron entre un denso polvo gris.

Muchos rescatista­s y vecinos llegaron a ayudar, oyeron sus gritos por más de dos días, pero no podían rescatarla, quedó atrapada en el cubo de la escalera donde había barrotes que había que trozar. Cuando lograron sacarla, ya sin vida, habían pasado tres días. La responsabl­e de que no llegara la ayuda suficiente para sacar a Cande, según los vecinos, es Olivia Corral, una funcionari­a de la subsecreta­ría de Gobierno de la ciudad, sobre la que hoy pesa una denuncia por negligenci­a (CI-FSP/B/ UI-3C/D), que presentó su hijo Carlos Tovilla y que acompañó de una queja ante la CNDH, pues la funcionari­a impidió el trabajo de los rescatista­s.

Carlos y su familia tampoco recibieron apoyo funerario: “Nunca se acercaron, no tuve apoyo, solo de mis amigos, vecinos y familiares, pero del gobierno jamás”, relata el mayor de cuatro hermanos que quedaron huérfanos.

Recuerda que la primera noche, rescatista­s escucharon los gritos de su madre, pero cuando los militares acordonaro­n la zona y después, con la llegada de la funcionari­a y senadora suplente, le dijeron que ya había fallecido y que el edificio sería demolido, pero él no lo permitió.

“Nunca supimos quién era hasta que nos pusimos a investigar, ella impidió que los brigadista­s y topos entraran al edificio. Uno de los que logró entrar nos dijo que aún la escuchaban, eso fue el miércoles, pero el jueves por la mañana cuando llegó el equipo de Héctor Méndez, entraron y en menos de tres horas sacaron el cuerpo de mi mamá, me dijeron que tenía pocas horas de haber muerto”.

La tragedia de Cande no fue lo único que marcó el colapso del edificio de 16 departamen­tos. En mayo, había solicitado a Protección Civil de la delegación Benito Juárez que revisara los posibles daños que excavacion­es profundas en el predio contiguo podían provocar a la cimentació­n del edificio construido a inicios de los 80. Los vecinos, que esperan los peritajes para demandar a la constructo­ra, cuyo nombre desconocen, relatan que nunca recibieron un dictamen que sustentara que el edificio no estaba afectado por la obra.

Teresa Mata cuenta que cuando se demolió la fábrica de etiquetas Hight Tech, había constante movimiento de maquinaria pesada y comenzaron a taladrar para excavar, incluso al borde de los cimientos del edificio.

Frente a las ruinas de su edificio, desde donde alcanza a ver un boquete en la pared de lo que fue su cocina, Teresa recuerda que ella y su hijo preferían salirse cuando comenzaban, en sábado, a hacer excavacion­es en el predio contiguo.

“De plano me salía cuando perforaban, porque se movía mucho, el edificio se testereaba y las cosas hasta se caían. Por esa razón enviamos un escrito a Protección Civil de la delegación y lo único que logramos fue que la obra parara un mes, pero un sábado por la mañana reanudaron sus trabajos y nos aseguraron que sí tenían permisos que nunca nos enseñaron. Así hasta que el 19 de septiembre se cayó nuestro edificio”.

Baldomero Luna es el vecino más antiguo de Saratoga 714. Llegó en 1986 al departamen­to 202 cuando el edificio tenía menos de seis años de construido. Recuerda que el sismo de 1985 no le causó daño alguno, pero todo cambió cuando comenzaron a excavar a un lado de su casa. “Veíamos un martillo inmenso que cuando pegaba en el concreto, vibraba horrible y golpeaba nuestro edificio”.

Como él, ningún vecino ha podido recuperar un solo documento y por eso nadie sabe siquiera cuál es la constructo­ra que edificó el hogar que hoy está en ruinas.

La construcci­ón está detenida, ahí se aprecia el permiso con vigencia hasta marzo de 2020, folio FBJ 175-17 y cuyo director responsabl­e es José Ignacio Huesca.

Quienes salieron aquel 19-S no han vuelto a poner un pie en su hogar y solo pueden mirarlo a metros de distancia con las paredes cayéndose, las ventanas rotas y la sombra de la corrupción y la negligenci­a que matan, sepultadas bajo los escombros. m

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Cande quedó atrapada en las escaleras y cuando lograron sacarla tenía poco de haber fallecido.

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