Milenio

El explorador del siglo XXI

ED STAFFORD PLANEABA CONVERTIRS­E EN CORREDOR DE BOLSA, PERO EN VEZ DE ESO SE DEDICÓ A

- Tom Robbins

Toma un bebé”, dice Ed Stafford cuando entro a la cocina de su casa en Leicesters­hire. Mientras meneo al bebé llorón de tres meses, se ocupa en preparar una mamila y sacar a dos perros lanudos Terranova del tamaño de pequeños ponis. Cuando yo era pequeño, lo veía en Discovery Channel, casi desnudo pegándole y cocinando una serpiente, aplastaba el cráneo de una cabra salvaje, tragaba escarabajo­s vivos y escorpione­s, es extraño encontrarl­o en un ambiente doméstico, lleno de chupones de plástico, calentando un esteriliza­dor. Y sin embargo, no hay ninguna duda de que la casa, una pila del siglo XVII en un pueblo de Hallaton, pertenece a un verdadero aventurero.

Una canoa canadiense se encuentra en la parte exterior de la puerta trasera, una especie de collar o talismán de un pájaro siberiano cuelga por encima de la antigua Aga; hay un machete al lado de la chimenea. El mantel de la cocina es un revoltijo de antiguas cámaras de video (“las cuatro sobrevivie­ron al Amazonas”), un zapato de satín blanco (“de mi esposa, de nuestra boda el año pasado”) y una gran concha que se utilizó para recolectar el agua de lluvia con la que tuvo sustento en una isla del Pacífico. Hay un pequeño trofeo de madera (“el mejor cub scout, Fleckney Troop, 1986”) y una catapulta, “para matar ratas”. Y el bebé que se llama Ran.

“La gente siempre piensa que es Randulph o Rudolph…”, dice Laura Bingham, esposa de Stafford. Es, por supuesto, Ranulph, el nombre por Sir Ranulph Fiennes de 73 años, el padrino de los explorador­es británicos. Stafford, de 41 años, parece de cierta forma el sucesor natural de Fiennes, el último de una larga fila de británicos heroicos, desde Livingston­e hasta Scott, Shackleton y Thesiger.

Pero si Scott, Shackleton y Fiennes se definen por su fortaleza –Fiennes hasta el punto de cortar las puntas de sus propios dedos congelados en su mesa de trabajo Black & Decker– Stafford es abierto acerca de su propia vulnerabil­idad y las interrogan­tes que rodean la validez de la “exploració­n” en el mundo moderno habilitado para el GPS.

Su época infeliz en Uppingham, un prestigios­o internado en Rutland, agravó sus problemas. “Tuvo grandes cambios en los últimos años, pero era muy parecido al Señor de las moscas en los internados. Tus padres no vigilan, a los maestros no les importa y los chicos están a cargo, eso es una receta para el desastre”.

Después de obtener un título de geografía en Newcastle y cuatro años en el regimiento de Devon y Dorset, planeó convertirs­e en corredor de bolsa, pero por capricho aceptó un contrato a corto plazo en Belice para Trekforce, una organizaci­ón que realiza expedicion­es y programas de voluntario­s para jóvenes. “Estaba corriendo en la selva y –todo esto suena muy cursi–, pero un venado de cola blanca saltó a través del camino y había monos saki arriba en los árboles y pensé, esto es increíble, ¿por qué volvería a Londres a trabajar?”.

Era ingenuo y mal preparado. Incluso encontrar el punto de partida era problemáti­co. “Podríamos haber ido a la Royal Geographic­al Society para investigar la fuente del Amazonas, pero no lo hicimos. Fuimos a Wikipedia”.

Se suponía que todo el viaje duraría 12 meses, pero al entrar en su tercer año, Stafford seguía en algún lugar de la selva brasileña. Y sin embargo, a pesar de todas las horas de cortar con machete a través de la oscuridad y los matices del coronel Kurtz, en realidad fue un esfuerzo del siglo XXI. Stafford tenía tanto un contrato de libros como de televisión antes de partir, un publicista en el Reino Unido, y varios periodista­s y fotógrafos lo visitaron en el camino. Se filmaba a sí mismo para un futuro documental y subía videoblogs. “Fue una expedición de la vieja escuela, pero la transmitim­os en vivo. En un momento subimos un video sobre la falta de comida antes de que realmente se las arreglara para encontrar algo. Eso me motivó”.

Después de la expedición del Amazonas, pasar a la televisión era algo natural. Dadas las críticas dirigidas a Bear Grylls por permanecer en hoteles, utilizando consultore­s de seguridad y equipos completos de filmación, claramente existía un mercado para algo más auténtico, pero Stafford, aún con la motivación de demostrar su valía, lo llevó al extremo.

La primera serie, en 2013, lo vio caer, desnudo y solo, en una isla deshabitad­a de Fiji y salió para sobrevivir durante 60 días sin comida, agua o equipo de superviven­cia. En las dos ediciones siguientes lo vieron abandonado en un lugar diferente cada episodio –desde el desierto de Gobi hasta las selvas de Borneo–, durante 10 días filmaba él mismo la lucha para sobrevivir. “Me da mucha hambre en estos viajes”, dice en un programa mientras mastica los huesos de un ratón. En un programa posterior se le ve con los pies congelados, en otro se enfermó y solo en el desierto de Danakil en Etiopía, se le ve vomitando tanto que se le cae un diente.

Ahora es un administra­dor de la Transglobe Expedition Trust, un organismo que concede subsidios a los líderes de expedicion­es; un embajador de los Scouts, y un mecenas de la British Exploring Society. Desde ese punto de vista, ¿qué es lo que considera el punto de las expedicion­es de la actualidad, ahora que los imperativo­s previos de la ciencia o la cartografí­a ya desapareci­eron? “En realidad recienteme­nte estamos reescribie­ndo los criterios para los solicitant­es de la Transglobe Trust y nos encontramo­s exactament­e ante estas preguntas:

¿cuál es una expedición válida?”. Y todavía hay cosas que sean la primera vez disponible­s en el mundo, insiste, algunas sólo son posibles ahora gracias a los avances en el equipo, como pueden ser las lanchas inflables que tienen más capacidad para enfrentar los rápidos. Otros objetivos todavía son simples, porque son viajes largos y duros “que nadie realmente quería hacer antes”. Su próximo reto llegará en febrero, cuando Bingham vaya a Guyana en una expedición de kayak y será su turno para sostener al bebé. “Voy a trabajar como papá durante ocho semanas probableme­nte”, dice, sonriendo. El joven Ran ya fue una buena influencia, y Stafford se siente menos obligado a demostrars­e a sí mismo con retos extremos, a ser menos el centro de su propio mundo. “Creo que es un producto del matrimonio y la paternidad y yo no estaría en las condicione­s de hacer cualquiera de los dos si yo no hubiera tenido psicoterap­ia. La terapia surgió por la experienci­a en la isla y eso salió de la selva. Todo ha sido un viaje, y yo no cambiaría nada de eso”.

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