El Ballet Nacional de Marsella hace danza sobre el cuadrilátero
La coreografía compagina el trabajo físico y la psicología de amabas disciplinas, dijo el bailarín Alejandro Álvarez Longines
Se puede bailar el box? Numerosos cronistas deportivos se han referido al pugilismo como una danza, pero no se habla mucho de golpes al narrar una coreografía. El Ballet Nacional de Marsella ha invertido los papeles y a través de la danza presentó ayer por la noche una función boxística en el Festival Internacional Cervantino.
El espectáculo inició sin que el público se percatara. Del centro de la Cancha de Cristal, en la Universidad de Guanajuato, apareció el primer dúo de la agrupación, uno de los bailarines de calzoncillo rojo, el otro azul. Dispuestos en las esquinas del ring, encendieron un cigarrillo y esperaban a que los asistentes se terminaran de acomodar.
Rocco es un guiño a la trayectoria como boxeador profesional del padre de Emio Greco, director de la compañía, pero también es una forma de compaginar el trabajo físico y la psicología de ambas disciplinas, explicó en entrevista Alejandro Álvarez Longines, uno de los bailarines . “La gente no se detiene a pensar que tienen varias cosas en común hasta que no ven la pieza: tanto el boxeo como la danza requieren de una resistencia física extrema, un trabajo de pies muy rápido y un estado de alerta”.
Dos minutos antes de las 20:00 horas el segundo cigarrillo se encendió, la atmósfera se tornaba turbia cuando apareció el segundo dúo. Ambos vestidos de negro, con máscaras de ratón y guantes de box, recrearon movimientos de box de manera satírica y juguetona.
La campana del primer round sonó y las luces se redujeron al
“El boxeo y la danza requieren una resistencia física extrema, un estado de alerta”
centro del ring. Más que un duelo, los bailarines parecían estar en una especie de espejo invertido, en el que los movimientos evocaban un entendimiento y conexión entre estos. Pero a medida que la luz se hacía más grande los movimientos eran más violentos y competitivos.
Con Rocco, Alejandro en particular busca mostrar el amor fraternal al inicio de la pieza, pero “cuando pasamos a la segunda parte la agresividad crece por las envidias y la competencia, lo que me permite evocar la famosa frase ‘del amor al odio hay sólo un paso’”.
Antes de pasar a la segunda parte vino el intermedio, anunciado por uno de los boxeadores en un letrero con la palabra “Pausa” y al fondo la famosa canción francesa “Paroles, paroles”, con la que el primer dúo protagonizó un acto que dio paso a risas y gritos y proporcionó un gancho al hígado al dramatismo de la función.
En la segunda parte los ratones dejaron máscaras, caramelos, dulces y chocolates. Solo quedaban dos cuerpos enfundados en mallas que brillaban igual que los músculos atestados por el sudor; los guantes y el bucal de boxeo, y una pelea que cada vez se evocaba más el odio y había dejado de lado las líneas rectas y la estilización de la danza.
En la parte final la música estuvo reforzada por las campanadas de una iglesia cercana. Cada toque parecía ser parte de la coreografía, esta vez ejecutada por los cuatro bailarines, y que culminó con una victoria colectiva. Como advirtió Alejandro: “al final nos reunimos y los cuatro hemos ganado porque estamos juntos”.
Basada en la película italiana Rocco y sus hermanos, Rocco se presentará el sábado 28 de octubre en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario en la Ciudad de México. m