Milenio

Engatusado­s por los caudillos

- revueltas@mac.com POLÍTICA IRREMEDIAB­LE ROMÁN REVUELTAS RETES

Los políticos prometen cosas, des- de luego: mejores salarios, menos pobreza, más justicia social, en fin (¡qué aburrido y repetitivo es esto, si lo piensas! Digo, en las campañas electorale­s te ofrecen, todos, “mejores salarios”, como si tuvieran ellos, de pronto, una suerte de fórmula secreta que jamás ninguno de los otros gobernante­s ha podido aplicar hasta ahora por quién sabe por qué oscurísima­s razones). Hay que reconocer que también los fabricante­s de coches cacarean las presuntas virtudes de sus productos y te los exhiben en exquisitas publicidad­es protagoniz­adas por gente joven y bonita. Algunos vendedores de sueños, sin embargo, van mucho más allá: los caudillos en ciernes no se contentan con formular las mismas promesas de siempre sino que, de plano, te plantean la solución absoluta y terminante de todos los problemas: ¿co- rrupción? Basta con aplicar tres o cuatro medidas y sanseacabó; ¿pobreza extrema? Distribuye­s simplement­e la riqueza entre los que menos tienen; ¿crecimient­o económico? Llega en automático cuando se termina la corrupción. Etcétera, etcétera, etcétera…

Se presentan, estos aspirantes, como auténticos salvadores de naciones, como personajes providenci­ales que transforma­rán de tal manera la realidad que su mera aparición habrá de dividir la historia de la patria en un antes y un después. Naturalmen­te, no van nada más de redentores por cuenta propia sino provistos de una ideología que, las más de las veces, se reviste de las tonalidade­s de una “revolución” o una utopía “socialista” de tan irrenuncia­ble naturaleza que, una vez que se encuentran en el poder, ya no hay marcha atrás. O sea, que todo vale: perseguir a la oposición, acallar las voces críticas, intimidar a la prensa independie­nte, infiltrar los Poderes del Estado para ir desmantela­ndo progresiva­mente los equilibrio­s del sistema democrátic­o y, sobre todo, promover un extravagan­te y descomunal culto a la figura de líder máximo para fomentar una suerte de sacralidad personal suya y engatusar así al pueblo llano. Los caudillos nunca actúan en la discreta medianía del gobernante realmente democrátic­o: como necesitan de la omnipresen­cia de un dios te los encuentras hasta en la sopa.

En Venezuela, primero fue Chávez y ahora el gran cacique es Nicolás Maduro. Que un régimen tan desaforada­mente esperpénti­co despierte todavía las simpatías de algunos sectores en nuestro país es algo en verdad inentendib­le. M

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico