Milenio

1907, se encontraba en Santa María la Ribera y contaba con balcones de hierro forjado en sus ventanas; el otro, de acuerdo con su dueño, es una casa en Xochimilco que data de la época de la Colonia

El primero, edificado en

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El inmueble más viejo que colapsó en el 19S tenía 110 años, un cuarto de siglo abandonado y era usado por personas en situación de calle como picadero.

El Gobierno de Ciudad de México consideró entre los 38 inmuebles derrumbado­s por el sismo magnitud 7.1 “una casa en ruinas” localizada en la esquina de Sabino y Salvador Díaz Mirón de la colonia Santa María la Ribera en la delegación Cuauhtémoc, cuyo último dueño murió hace 25 años, de acuerdo con vecinos.

El gobierno de Marcelo Ebrard la expropió en junio de 2007 para construir una unidad para la atención a jóvenes en riesgo y prevención de las adicciones y de un parque público, algo que nunca se edificó y que hasta el mes pasado solo eran dos paredes y escombros en su interior.

María de la Luz González recuerda que la casa poseía el tradiciona­l estilo ecléctico de la colonia: “Tenía grandes puertas de madera, balcones de hierro forjado en sus ventanas, era muy bonita, como del tipo de esta (la de ella), son del mismo año de 1907”.

Durante muchos años vivió una mujer con sus tres hijos; sin embargo, a su muerte el inmueble perdió resplandor, “eso fue hace como 25 años, porque todavía recuerdo que aguantó el sismo del 85. Los muchachos que se quedaron con ella no podían hacer nada de remodelaci­ón, porque la casa, como está y muchas otras, están protegidas por el Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH).

González, que tiene una sastrería frente a la casa derrumbada, narra que dos de los tres jóvenes se fueron a la muerte de su madre, el más chico deambulaba en las calles de Santa María la Ribera “drogándose y usaba la casa para evitar a la policía”.

En la administra­ción de Ebrard se publicó en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el decreto por el cual expropiaba ese terreno, que catalogaba “en mal estado de conservaci­ón”.

El plan era la construcci­ón de una unidad para jóvenes y un parque. “Pasó el tiempo y mucha gente se decía dueña de la casa, llegaban, se metían, los corrían. Conocí al menos a tres señoras que dijeron que serían mis vecinas, pero nunca se instalaron”.

Con el tiempo y el aumento de la delincuenc­ia en la colonia se fueron robando los herrajes que daban vida a las ventanas, el techo se colapsó y poco a poco quedaron únicamente en pie dos paredes que cubrían el interior de la misma.

El sismo del 19 de septiembre acabó con los últimos muros. Personal del Ejército y de Protección Civil de la delegación Cuauhtémoc terminaron por derribar los pocos tabiques que se mantuviero­n fieles más de un siglo para evitar afectacion­es a la ciudadanía.

“Salimos del taller cuando tembló y nos espantó cuando se cayeron las paredes, afortunada­mente nadie pasaba por ahí. Luego ya quitaron los escombros y tapiaron. Creo que la gente de la delegación hará algo ahí, pero no sabemos bien”, detalla González. Cuando el techo de la casa de Insurgente­s 35, en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, se vino abajo con el terremoto del 19 de septiembre, el profesor Jaime Tirso Pérez y su esposa quedaron enterrados entre los escombros.

Sin embargo, lograron salir con vida. Tuvieron que gritar fuerte, pero salieron a los pocos minutos del derrumbe.

En la lista oficial del gobierno de la ciudad esta vivienda de apenas un nivel, de 15 metros de largo por seis de ancho, construida de ladrillo, con un techo sostenido con vigas de madera, gravilla y mezcla de concreto, es una de las tres casas reportadas como derrumbada­s.

A todo el que en estos días le pregunta sobre la historia de su casa, Jaime narra detalladam­ente que ese predio existió desde la llegada de tribus prehispáni­cas, que se edificó una pequeña casa en la época de la Colonia, la cual fue remodelada en el Porfiriato, que sirvió de cuartel zapatista, que dio refugio a los carrancist­as, que funcionó como iglesia clandestin­a en los años de la Guerra Cristera y que con el sismo de 1985 también sufrió el derrumbe de la mitad de su techo.

No es una casa habitacion­al, pues Jaime Tirso vive en la vivienda de enfrente, la cual también está al borde del colapso. Más bien era una casa de cultura, mitad biblioteca, con libros de primaria y los que dejaron sus hijas cuando estudiaron medicina y música. La otra mitad, museo.

“Ahí tenía yo cosas prehispáni­cas que íbamos sacando de barbechos, de los cimientos de donde salía que una vasija pequeñita, que obsidianas, flechas, todo eso lo íbamos juntando. Tenía también pequeñas donaciones, planos del ejido, planos de la iglesia, árboles genealógic­os, morteros, metates, metlapiles”, platica el hombre.

Para él, que su casa se cayera fue una decisión de la naturaleza. No se derrumbó porque estuviera débil o mal construida.

“Puede ser un edificio nuevecito y se viene abajo. Es la fuerza de la naturaleza que no respeta, estés viejo, estés joven. Es como la muerte. Hay quienes nacen adentro del vientre muertos o ya afuera, de días de nacido mueren, tenemos una tía que murió de 125 años, entonces, solamente la naturaleza es la que decide. Si es una construcci­ón nueva y se viene abajo por el movimiento, es el acomodamie­nto. A nadie hay que echarle la culpa, es una fuerza omnipotent­e”, explica.

Tirso no dejó que ninguna máquina se llevara escombros. Está dispuesto a levantar piedra por piedra para recuperar su patrimonio enterrado y reconstrui­r.

“Pienso que si tenía historia, ahora tiene más”, afirma.

El tercer caso es el de un hogar en la Nueva Atzacoalco que se dañó desde el 7 de septiembre

La historia de la mayoría de los colonos de la Nueva Atzacoalco se resume a que el sismo de magnitud 7.1 del pasado 19 de septiembre dejó sin hogar a Marisol, una mujer que rentaba una casa localizada en la calle 323 número 655. Sin embargo, las muestras fotográfic­as señalan que el movimiento telúrico solo dio el último empujón a una edificació­n que mostraba severos daños en su estructura y que estaba en vías de reparación.

De acuerdo con los documentos, esta casa tenía un uso de suelo habitacion­al mixto, con derecho a una zona comercial en la planta baja del inmueble. Además, tenía permiso para construir hasta tres niveles. Solo tenía dos.

En el papel todos los datos mostraban una casa en orden. Sin embargo, las fotos recabadas de fechas anteriores al sismo revelan distintos daños en el hogar de Marisol. Entre los principale­s daños estaba una grieta en la columna de apoyo en los cimientos que fue provocada por el temblor del pasado 7 de septiembre que derivó en la caída parcial de un trozo de la pared que separaba un cuarto con la calle. Los vecinos cuentan que pasaban por ahí y podían ver al interior del cuarto en desuso.

En el inmueble hubo saldo blanco, no se registraro­n muertos ni heridos. En el momento del temblor, Marisol se encontraba en su trabajo y no vio caer el edificio donde rentaba. Algunas de sus cosas fueron rescatadas por sus vecinos ante el temor de que las bandas delincuenc­iales que existen en la colonia hicieran su aparición.

Aún con el inmueble en escombros, las autoridade­s de la delegación Gustavo A. Madero tuvieron que resguardar el lugar, ya que, según Mariana, una vendedora de tortillas que se ubica frente al edificio, los “ratillas” de la zona intentaron robar las columnas de varilla que se levantaron hace unos meses cuando intentaron, sin lograrlo, reforzar el hogar de Marisol. m

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El Ejército y Protección Civil quitaron los escombros y tapiaron el predio de la delegación Cuauhtémoc.

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