NECESIDAD CRÍTICA
Es lógico y comprensible que las discusiones académicas sobre arquitectura estén alejadas, hasta cierto punto, de las cuestiones prácticas que rodean a la realidad cotidiana de las personas. Pero existen algunos argumentos que si se consiguen explicar con claridad, pueden llegar a ser recomendaciones útiles para la práctica profesional de los arquitectos.
El hecho de que la arquitectura es un producto de la cultura y que está ligada inevitablemente al tiempo y al lugar donde se localiza es un aspecto que es fácilmente aceptable y comprensible para casi cualquier persona. Las contingencias que afectan a esta disciplina son notablemente más visibles en tiempos de crisis, ya sea económica, humanitaria o de otro tipo, como en casos de emergencias derivadas de desastres naturales.
El teórico estadunidense Michael Hays, profesor en Harvard y quien dirigió el área de arquitectura del Museo Whitney en Nueva York durante nueve años, escribió en 1984 un importante texto, titulado “Arquitectura crítica: entre cultura y forma”, publicado en el número 21 de la revista Perspecta, del Instituto Tecnológico de Massachusetts. En su texto, Hays define a esa vertiente de la disciplina como “aquella que simultáneamente se resiste a aceptar las operaciones conciliatorias y autoafirmativas de la cultura dominante, mientras que permanece irreducible a una estructura puramente formal y dislocada de las contingencias del tiempo y lugar donde se localiza”.
Si bien es cierto que se trata de una definición un tanto compleja, es muy rescatable hoy en día pensar en formas de hacer arquitectura que sean independientes del statu quo. Desde que se inició la discusión académica sobre el aspecto crítico de la arquitectura, han surgido numerosos argumentos a favor y en contra de la tesis de Hays en el ámbito académico de la Costa Este de Estados Unidos. Tal ha sido el debate, que se ha considerado obsoleto el concepto crítico arquitectónico y éste ha sido sustituido por posturas más relajadas que consideran a la arquitectura actual como “poscrítica”.
Invito a mis colegas a reabrir la discusión sobre la arquitectura que hacemos, ya que en nuestro contexto lo que necesitamos de la arquitectura son posturas más críticas que condescendientes con las condiciones políticas y económicas que privan en la actualidad, ya que la dimensión de los problemas que enfrentamos actualmente, como la falta de vivienda y el caos urbanístico, no se solucionarán solo con formas bellas. Retomo el enunciado de la Bienal de Arquitectura de Venecia del año 2000, la cual fue curada por Massimiliano Fuksas: “Menos estética, más ética”, este es el eslogan que propongo para la reconstrucción de nuestra ciudad y de las poblaciones derrumbadas por los recientes sismos. m