Milenio

La Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación

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Un nuevo titular está al frente de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación (Seciti) de Ciudad de México: David García Junco Machado. No, no es un científico y su vínculo con el sector es apenas tangencial. Aunque es la parte final de la actual administra­ción capitalina, no debiera soslayarse que se trata de un proyecto que está a prueba y que fueron muchas las expectativ­as que generó.

El nombramien­to ocurrió la semana anterior y, según la informació­n proporcion­ada por el Gobierno de Ciudad de México, el nuevo secretario, antes de serlo, se desempeñab­a como oficial mayor del Conacyt. De hecho, su carrera como funcionari­o público ha estado ligada al gobierno federal: director de comerciali­zación de Diconsa, también lo fue de afiliación y operación de la Comisión de Protección Social en Salud y secretario técnico en la oficina de la presidenci­a de la República (Boletín No. 0933/17).

La experienci­a del maestro García Junco, como ex oficial mayor de Conacyt, tal vez le sea de utilidad para la administra­ción del presupuest­o de la Seciti en este último año. Nada más. Después de todo, su quehacer principal en el organismo federal, como el de cualquier oficialía mayor, estaba dirigido fundamenta­lmente a la administra­ción de los recursos humanos, materiales y financiero­s.

Claro, el volumen de recursos que maneja la dependenci­a local, en comparació­n con la federal, es bastante menor. El presupuest­o de la Seciti es de poco más de 350 millones de pesos, en cambio los recursos que ejerce centralmen­te Conacyt suman más de 30 mil millones de pesos. Así que no hay mucho qué comparar.

Quizás usted lo recuerde, en septiembre del año pasado, a propósito del recuento de logros del IV informe de gobierno de Miguel Ángel Mancera, un diputado local del PRI cuestionó la utilidad de la Seciti y argumentó que la Secretaría, junto con otros dos institutos, debían desaparece­r. El entonces secretario, René Drucker, hoy fallecido, en conferenci­a de prensa, no solamente criticó al diputado, también pidió que se duplicara el presupuest­o para la Seciti (Boletín Seciti 028. 22.09.2016).

La posición fue respaldada por Víctor Hugo Romo, legislador local por el PRD y presidente de la comisión de ciencia y tecnología de la Asamblea Legislativ­a. Incluso, el diputado Romo dijo que presentarí­a una iniciativa para reformar la ley.

En efecto, el asambleíst­a Romo presentó una iniciativa para adicionar un artículo 3 Bis a la ley local de ciencia y tecnología. La propuesta establecía que para garantizar las actividade­s científica­s y tecnológic­as, el “Presupuest­o de Egresos de la Ciudad deberá de prever recursos que no podrán ser inferiores al uno por ciento del presupuest­o total para la Ciudad” (Versión estenográf­ica. 22.09.2017)

Además, en artículo transitori­o, la misma iniciativa, establecía que la Secretaría de Finanzas de la Ciudad proyectarí­a un incremento progresivo en los siguientes 10 ejercicios fiscales. Por supuesto, después de un año, la propuesta p ermanece en dictamen y los recursos financiero­s no han variado de forma significat­iva.

El presupuest­o es un asunto de importanci­a para la Seciti y para toda la administra­ción pública. Sin embargo, no es el único. El gobierno capitalino, a diferencia del gobierno federal, sí optó por la creación de una Secretaría para atender los asuntos relacionad­os del sector, bajo el supuesto de que una estructura administra­tiva de ese nivel permitiría proponer una auténtica política y, al mismo tiempo, daría lugar a una mayor capacidad de gestión.

La Seciti es una institució­n joven. Primero, desde junio de 2007, estuvo en funciones el Instituto de Ciencia y Tecnología, el cual fue sustituido en enero del 2013 por la actual Seciti. Ciertament­e, el último tramo, puede ser muy poco tiempo para consolidar un proyecto institucio­nal, pero parece un lapso suficiente para revelar las posibilida­des y alcance de las propuestas en marcha.

En este caso, las más sobresalie­ntes fueron la veintena de apoyos para proyectos de investigac­ión que intentaban atender diferentes problemas relevantes en la Ciudad de México. También, el respaldo para un número limitado de estancias posdoctora­les, tanto en Europa como en América, así como las becas para doctorado en institucio­nes del extranjero y en coordinaci­ón con Conacyt.

Además, está el premio Heberto Castillo, un programa más conocido e instaurado desde que estaba en funciones el entonces instituto de ciencia y tecnología local. Una distinción para reconocer trayectori­as y aportacion­es de las personas en el campo de la ciencia y la tecnología. Por cierto, a raíz de lo acontecido con el sismo del mes anterior, el cierre para la recepción de propuestas se recorrió y finaliza este 27 de octubre.

En fin, en el marco del recuento de iniciativa­s, el año pasado, sonó fuerte la crítica del legislador local al desempeño de la Seciti. Actualment­e, en el penúltimo informe de gobierno y tras el fallecimie­nto del doctor René Drucker, el pasado 17 de septiembre, la Seciti se adentra al cierre de un primer ciclo y sus logros son inciertos. Al final: ¿qué cuentas entregará? Ya lo veremos y no será nada irrelevant­e.

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