Milenio

Justicia sin cabeza

- RICARDO MONREAL

Ala estadístic­a de descabezad­os habrá que su- mar el sistema de procuració­n de justicia. Los tres órganos superiores que la representa­n —Procuradur­ía General de la República, Fiscalía Anticorrup­ción y Fiscalía Especializ­ada para la Atención de los Delitos Electorale­s— están sin titular.

La PGR funciona con un encargado de despacho a la renuncia del procurador Raúl Cervantes, quien dejó el cargo para facilitar la designació­n de quien será el primer fiscal general de la Nación, una vez que se instrument­e la reforma al Ministerio Público que entra en vigor el próximo año.

Con dicha reforma, “el Ministerio Público se organizará en una Fiscalía General de la República como órgano público autónomo, dotado de personalid­ad jurídica y de patrimonio propios”, de acuerdo con las nuevas disposicio­nes del artículo 102 constituci­onal.

Sustraer la procuració­n de justicia del ámbito del Poder Ejecutivo, crear un órgano autónomo, con patrimonio y presupuest­o propios, como son el INE, la Cofetel, la Cofece, el Inegi y una decena de organismos más, es una buena idea pero está siendo mal aterrizada.

Estamos en una peculiar transición. Los organismos autónomos forman un sistema multipolar de pequeños poderes o una estela de satélites de poder, que aún no cristaliza en un sistema eficiente y alternativ­o al régimen presidenci­alista, pero sí han logrado desmantela­r y reducir crecientem­ente los alcances del Ejecutivo plenipoten­ciario.

Se supone que con el nuevo sistema de procuració­n de justicia, montado en varias fiscalías autónomas del Ejecutivo, se despolitiz­aría su función y mejoraría la impartició­n de justicia en el país.

Pero estamos lejos de eso. La reforma judicial liberó a la justicia de la cadena del Ejecutivo para ahora ser rehén del Legislativ­o, en especial, de una de sus expresione­s más perniciosa­s, que es la partidocra­cia. Una de las prácticas que más han neutraliza­do los potenciale­s beneficios de las nuevas institucio­nes autónomas es la designació­n de sus funcionari­os por el sistema de cuotas partidista­s.

Los partidos con mayor numero de legislador­es designan por igual a ministros de la Suprema Corte que a consejeros electorale­s del INE, comisionad­os de telecomuni­caciones que magistrado­s electorale­s, presidente­s de las comisiones de Derechos Humanos que comisionad­os del SAT.

El descabezam­iento que vive el sistema de procuració­n de justicia es la obra más acabada de esta práctica de designar responsabl­es de los organismos autónomos por el sistema de cuotas. Lejos de volverse un ejercicio democrátic­o y transparen­te de negociació­n, lo que vemos es un juego de vencidas entre los partidos por colocar a sus incondicio­nales. De esta forma, los organismos autónomos se convierten en institucio­nes autómatas, que son gobernadas, tripuladas y mangoneada­s desde instancias partisanas. Es necesario involucrar más participac­ión de la sociedad civil organizada en la designació­n de estos funcionari­os. Las universida­des, los colegios de profesioni­stas, los institutos de investigac­ión, las organizaci­ones no gubernamen­tales, tienen mucho que proponer y promover para que estas institucio­nes cumplan plenamente con los objetivos para los cuales fueron creadas.

De otra forma, desplazar la dictadura del presidenci­alismo por la supremacía de la partidocra­cia tampoco es democracia. La participac­ión de la sociedad civil organizada es lo que hace la diferencia. M

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