Milenio

Fiscalía de Guerrero no ha imputado responsabi­lidad a nadie y no hay ningún funcionari­o o delincuent­e sentenciad­o por el homicidio del estudiante

En un año la

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El caso de Julio César Mondragón Fontes fue el primero que conmocionó a la gente aquel septiembre de 2014: fotos de su rostro desollado recorriero­n las redes sociales. Todo el que estaba interesado en la desaparici­ón de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa se cimbró con la brutalidad de su homicidio.

Los primeros inculpados por parte de la Procuradur­ía General de Justicia de Guerrero fueron 22 policías de Iguala.

Sayuri Herrera, la abogada del caso del normalista torturado y asesinado, asegura que los policías están detenidos porque tenían rastros de pólvora en las manos, pero Julio César murió por golpes y no por arma de fuego.

“La causa de la muerte de Julio César Mondragón Fontes fue traumatism­o craneoence­fálico. Conforme a esta conclusión, queda excluida toda posibilida­d de que haya sido victimado por disparo de arma de fuego”, se revela en la necropsia practicada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en 2016.

Y entonces, ¿quién cometió la monstruosi­dad contra él? Julio César vivía en Ciudad de México. Por eso en la escuela normal Isidro Burgos le apodaban El Chilango. El joven de 22 años era estudiante de nuevo ingreso. Tenía menos de tres meses de haber llegado a Guerrero y la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre estaba con sus compañeros realizando una labor de boteo, según testimonio­s de sobrevivie­ntes.

Los estudiante­s habían robado cinco vehículos en la estación de autobuses. La policía municipal los interceptó en el cruce de Juan N. Álvarez y Periférico, y abrió fuego. En un segundo ataque perpetrado por un grupo de civiles armados, aparenteme­nte sicarios del cártel Guerreros Unidos, Julio César huyó del lugar hacia la calle Juárez.

Lo persiguier­on, lo atraparon, lo golpearon despiadada­mente: le dejaron cerca de 50 contusione­s. Y lo desollaron.

Esa noche, Julio César dejó viuda a Marisa Mendoza y huérfana de padre a su hija Melisa, una bebé de meses de nacida.

La investigac­ión apunta a que Mondragón Fontes fue perseguido y después trasladado a un camino de terracería por integrante­s de Guerreros Unidos y por un elemento de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Civil de Iguala. Su cuerpo apareció en la llamada zona industrial, en el Camino del Andariego.

La abogada Herrera señala que en el expediente no hay pruebas para fincar responsabi­lidades directas a los policías por el caso de Julio César, aunque aclara que eso no los exculpa por la desaparici­ón de los 43 normalista­s.

“Nos lleva directamen­te a la impunidad en el caso de Julio César, a que estas personas no fueron responsabl­es directas, materiales, de la muerte”, afirma Herrera.

“Los policías fueron procesados inicialmen­te por el delito de homicidio calificado; después, ante la imposibili­dad de fincar responsabi­lidades directas y materiales a cada uno de ellos, la agravante del homicidio se retira y entonces queda como homicidio simple”.

Desde hace tres años Marisa Mendoza lucha para que se haga justicia, pero el proceso está lleno de obstáculos: necropsias mal practicada­s, pérdida de evidencia e investigac­iones fragmentad­as y endebles, según la abogada del caso.

“Estar luchando por la búsqueda de la verdad y la justicia por mi hija es lo que me da fuerzas”, dice Marisa, la viuda de Julio César.

Las imprecisio­nes y contradicc­iones en la investigac­ión hicieron que en agosto de 2015 Marisa solicitara una segunda autopsia que ayudara a determinar la causa de muerte de su esposo y los traumatism­os que no fueron evaluados.

“Tenía que ser exhumado para que nos pudieran entregar resultados más hechos, más viables y más verídicos”, dice.

En las necropsias realizadas por la Secretaría de Salud y por la Procuradur­ía de Justicia de Guerrero había omisiones sobre el número de las lesiones, no se estableció la mecánica de los hechos, ni se señaló si el lugar del hallazgo fue el sitio del asesinato, ni se especificó si hubo uno o más victimario­s. Tras la exhumación el 4 de noviembre de 2015, Marisa tuvo que esperar tres meses para que le regresaran el cuerpo de su esposo. “Exigía que ya me lo regresaran, porque un cuerpo, como religiosos que somos, no puede andar fuera. Nos decían que no porque nosotros solicitamo­s la prueba de ADN”, recuerda.

Se realizaron 22 procesos legales en siete localidade­s para obtener el ADN de Julio César y confirmar su identidad. Marisa comenzó a presionar a las autoridade­s y el 26 de enero de 2016 tomó medidas extremas: marchó a las instalacio­nes de la PGR con el féretro vacío, exigiendo que le regresaran el cuerpo. El 12 de febrero del año pasado la familia lo enterró de nuevo.

Con este segundo dictamen realizado por diversas instancias siguieron las contradicc­iones sobre cómo Julio César fue asesinado.

“El equipo forense de la PGR afirma que Julio César fue desollado con un arma punzocorta­nte y que después de que ya estaba privado de la vida y sin en el rostro, interviene la fauna del lugar, algunas ratas, a terminar de devorar el tejido blando”, señala Herrera.

La CNDH difiere: la necropsia realizada concluye que “la ausencia de tejidos en la cara y cuello, así como el desprendim­iento del ojo izquierdo, fueron provocados por la inclusión de la fauna depredador­a del lugar en una etapa post mortem”.

La abogada denuncia que la investigac­ión está fragmentad­a entre las indagatori­as de la Fiscalía de Guerrero y la Unidad Especializ­ada en Investigac­ión del Delito de Tortura de la PGR, que atrajo el caso en septiembre 2016, después de los resultados de la segunda autopsia.

En un año la fiscalía no ha imputado responsabi­lidad a nadie y en Guerrero no hay ningún servidor público ni miembro de la delincuenc­ia organizada sentenciad­o por el homicidio y tortura de Julio César.

Además de los 22 policías señalados por el caso, las autoridade­s detuvieron en enero de 2016 a Mauro Taboada Salgado, El Molero, acusado de participar en el asesinato.

Marisa insiste en que el caso se tiene que aclarar: “Hay que echarle ganas por mi hija, para que sepa que su padre no fue cualquier persona y que no hizo mal a nadie”. M

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Lugar donde apareció el cuerpo del normalista en la llamada zona industrial.

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