Milenio

De Pomuch, en Campeche, llegan al panteón para cumplir la ancestral tradición de desenterra­r a sus difuntos y limpiar los huesos

Cada año los habitantes

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Olga Akeha habla con sus muertos. Entre sus manos toma el cráneo de quien fuera su padre. Los restos óseos del hombre, fallecido hace 10 años, aún conservan una tupida cabellera canosa que limpia y cepilla con absoluta devoción.

“Diario me acuerdo de ti, mi querido padre... Diario. Nunca te he olvidado, papá. Aunque sean tus puritos huesos, estoy feliz, papacito, de limpiarte”, susurra.

Para muchos puede considerar­se un acto macabro, pero Akeha dice que para los habitantes del poblado de Pomuch, en Hecelchaká­n, en Campeche, limpiar los huesos de sus difuntos es un acto de amor.

“Aquí a nosotros los muertos no nos espantan, por el contrario. Los esperamos con ansias para limpiar sus santos restos, para recibirlos en su regreso a la tierra.”

El 25 de octubre marca el inicio de esta añeja costumbre. Como cada año, los habitantes de este poblado maya vienen al panteón para cumplir con la ancestral tradición de desenterra­r a sus muertos, limpiarlos y cambiarlos de ropa antes del 2 de noviembre, cuando, dicen, las ánimas regresan.

Es la costumbre de Lourdes Ortega, quien desde hace 15 años llega al cementerio para limpiar los restos de sus seres queridos.

“Aquí tengo dos cajitas. En una están dos hermanitos. Ellos murieron muy chicos, uno de tres meses y el otro de cinco años. En la otra está la abuelita, la mamá de mi mamá.”

Los pobladores de Pomuch llegan al cementerio con un mantel nuevo, los bordados son de flores de punto de cruz. Todas llevan las iniciales o el nombre completo del difunto. Lejos de los colores fúnebres, están llenos de colores vivos.

Lourdes dice que la servilleta representa la ropa del occiso y debe ser nueva, de lo contrario, aseguran que el ánima no llegará al lugar cuando lo visiten.

“Yo lo aprendí porque mis papás tenían esa idea de hacerlo. Es una tradición y cuando ellos falleciero­n se nos quedó a nosotros hacer lo mismo. Aprendimos de ellos.”

El proceso es todo un ritual. Alfonso Queh, habitante de Pomuch, muestra cómo empiezan a limpiar los huesos más pequeños. Luego sigue con los medianos y grandes; emplean brochas y telas blancas con las que frotan los restos, sin emplear agua ni ningún otro líquido.

Cuando están listos, se colocan en una caja de madera, dejando el cráneo en la parte superior. Todo acomodado en el osario.

Dicen que la caja debe quedar abierta para que no se ahoguen.

“Hay que hacerlo cada año. Yo le digo a mi esposa: de mi papá y mi mamá jamás me voy a olvidar. Se siente un poco de tristeza que uno los arregle, pero así tiene que ser, no los puedo abandonar y tengo que atenderlos aunque ya no vivan”, solloza.

La celebració­n y limpieza de los Fieles Difuntos es una tradición heredada de los antiguos pueblos mayas que acostumbra­ban restaurar los rostros de sus muertos.

Al morir los cuerpos son enterrados en bóvedas, y al pasar tres años tienen que sacarlos para ser depositado­s en osarios, y desde ese momento los familiares deben venir cada Día de Muertos a visitarlos.

Los habitantes más viejos de la comunidad, como María Negrón, aseguran que las exhumacion­es no les atemorizan. Tampoco la muerte, pero sí el hecho de que cuando ellos fallezcan nadie realice el ancestral ritual con sus restos.

“En este caso, aunque hubiera quién lo hiciera estaría bien, pero si no, uno se resigna a lo que venga”. En Pomuch es todo un ritual conmemorar el Día de Muertos.

El 31 de octubre está dedicado a homenajear a los niños, a aquellas personas que murieron de pequeñas. En las casas se sirven las comidas que les gustaban, como frijol con puerco, gallina o relleno negro (guiso elaborado a base de chiles quemados).

El 1 de noviembre es para los adultos y el 2 para Todos los Santos, cuando se acude al cementerio a celebrar una misa y llevar flores a los osarios y tumbas.

Aquí nadie se disfraza, esa es una costumbre que rechazan como el Halloween, por considerar­lo una festividad ajena.

Los habitantes de este pueblo maya celebran comiendo pibipollos, una especie de tamal preparado en hoja de plátano, típico en esta zona.

Se cocina dentro de un hoyo que sirve de horno. Este es un trabajo de los hombres del hogar. M

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Cuando quedan limpios los restos, se colocan en una caja de madera dejando el cráneo en la parte superior.

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