MÁS ALLÁ DEL PANA, SU CONDICIÓN HUMANA
Con el documental el director Rodrigo Lebrija muestra al ser que existía detrás de los reflectores, los trajes de luces y las corridas de toros; narra la historia del matador Rodolfo Rodríguez González,
ómo fue tu acercamiento al mundo del Pana? Fue Humberto Murrieta quien me propuso ir a filmar al Pana cuando toreaba con Morante de la Puebla en Madrid. Acepté y decidí ir unos días antes de la corrida a conocerlo. Entrenando en un frontón me contó su vida en 40 minutos y fue ahí cuando me di cuenta que era un personaje enorme. Es importante decir que no me interesaba nada hacer el documental de un torero; lo que me cautivó de El Pana fue su personalidad. ¿Quisiste mostrar en El brujo de Apizaco el camino por el que anduvo Rodríguez hasta alcanzar la fama? Yo no quise hacer la película de un torero, sino la de su condición humana. Cómo, ante la carencia, sobre todo en la parte de educación a la que se enfrentó Rodolfo, en una circunstancia óptima, de una persona educada, el destino de El Pana hubiera sido muy diferente. Y creo hubiera terminado rico por lo menos, pero su falta de educación y su alcoholismo lo dejaron siempre en una condición contraria a la opulencia. Se metió en muchos conflictos con la gente, con periodistas, con compañeros de profesión, todo eso influyó para que tuviera una vida muy tormentosa. Conocemos al Pana que él quiso que viéramos a través de su trabajo, sus declaraciones y su forma de ser. Tú, luego de convivir con él durante el rodaje, ¿cómo lo definirías? Fue un personaje extremadamente complejo, una persona no inteligente, pero muy lista y astuta. Una persona criada en la calle que a partir de su astucia supo agarrarse de aquí y de allá para salir adelante. Yo creo que la vida de El Pana fue como un torbellino o una rueda de la fortuna en cuanto a que, de repente, estaba muy arriba y, de repente, muy abajo; básicamente, un ser inestable. De los ocho años que te llevó hacer la cinta, ¿en qué momento dijiste “hasta aquí llegó el rodaje” y comenzaste la edición? Hubo un momento, como a los seis años de rodaje, en donde ya había recorrido todas las áreas que me interesaban y había entrevistado a todos los cronistas, familiares y amigos. Lo único que me quedaba era El Pana, sentía que tenía tres o cuatro entrevistas con él que eran un tesoro y no quería aumentar más. Yo en ese tiempo solo iba a ciertas corridas de toros y al ver que no pasaba nada lo dejé de filmar luego de siete años.
Traté de cerrar la película como estaba, ya un poco desesperado; fue entonces que me encontré al Pana en Madrid y le dije que la película ya estaba terminada y que se la quería mostrar. Él me dijo que no la quería ver, que la película no estaba terminada hasta que lo matara un toro o toreara en Las Ventas, de Madrid. Una lucha que no cesó en toda su vida y que nunca pudo lograr. En ese momento pensé que iba a tener que sacar la película sin su autorización y regresé a México. Un mes después vino el accidente fatídico en Durango y murió 30 días después. Entonces cambiamos la edición final de la película para concluir con esa escena y terminamos a los ocho años de haber empezado. De todo el material que reuniste, ¿qué quedó fuera? ¿Cuál fue el proceso de selección? La película se podría dividir en tres, quizá hasta en cuatro. El primer fragmento de la película empieza en un momento muy pequeño, que es transmitir a la persona que no es taurina, de lo que puede ser capaz un toro bravo, de lo que éste le puede hacer a un ser humano. En la segunda etapa trato, con una frase, de reflejar que vivimos encarcelados en un cuerpo y que la liberación del alma es a través del amor. Con este eje introductorio a la vida de El Pana, aviento una primera etapa donde plasmo su vida taurina, de dónde viene y cómo empezó. Concluyo la película con su afición al alcohol y todas las consecuencias que lo llevaron a ser quien al final fue.
En una tercera faceta de la cinta, lo que a mí me interesaba más era ver este lado espiritual, desde que una persona nace en una cierta condición y con qué reflexiones concluye a la hora de su muerte. A mí me pareció fascinante que El Pana quería y le pedía a Dios que se lo llevara un toro. Le puse al final que en este misterioso terreno de lo divino, en el instante en el que el toro mata al Pana y deja parapléjico a Rodolfo, quedó plasmado el deseo del hombre y la voluntad de Dios en un mismo punto. Básicamente ese es el tema de la película. M
se proyectará a partir del 3 de noviembre en la Cineteca Nacional y en días posteriores en La Casa del Lago, Film Club Café, Cine UNAM, Foro Tláhuac y Cinemanía. Síguelos en Facebook como @ElBrujoDeApizaco.